A veces, el futuro te depara una gran sorpresa al entrar a un sitio.

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Así que chicos, pasaron 3 días y tuve que ir al lugar de encuentro para poder firmar el compromiso que me dejaría participar en la actividad anteriormente dicha, así que ese día me desperté temprano, fui al cajón de las camisas y me probé unas cuantas pensando con cual me quedaría mejor, pero no me convencía ninguna, así que cogí un pantalón vaquero y una sudadera negra, me puse la sonrisa de todos los días y salí de camino hacia cruz roja.

Me paré muchas veces por el camino, a descansar, recuerdo que iba escuchando una canción y no dejaba de sonreír, así que, seguí caminando aún sin saber que me depararía ese día, en ese lugar.

Llegué y entré al despacho y fui directa a la mesa de Davinia para que me diera el compromiso a firmar, pero, antes miré hacia mi derecha, había una chica rubia con un chándal negro y rosa, una chaqueta blanca con líneas anchas de colores -recuerdo a la perfección la ropa que llevaba ese día, la sonrisa tan brillante que tenía y sus ojos... Sus ojos quitaban el hipo chicos- así que la miré como quien mira al miedo, como quien mira a alguien por primera vez, queriendo captar todos sus movimientos para que por la noche, se repitiesen en mi cabeza, en mis sueños, no sé.

-Bueno Davinia, ¿qué tengo que firmar? -dije sin comprender nada, nada de lo que sentía dentro de la parte izquierda del pecho.

-Toma, tienes que firmar esto -tendió su mano con un papel en ella- ¿tienes camisa de Cruz Roja? -me preguntó

-No, no tengo camisa de Cruz Roja, es el primer servicio que hago -Contesté mientras firmaba ese papel que me autorizaría a hacer la actividad.

-Vale, pues los días que vaya, pasate por aquí primero y te llevas un chaleco ya que hay que ir uniformados.

-Vale, sin problema -dije mientras volvía a mirar a esa chica de la derecha, se había levantado y estaba sólo a unos pasos detrás de mi, noté como se encogía mi propio corazón y noté como cada vez latía más y más rápido.

Así que cuando firmé, decidí irme no sin antes mirarla una vez más, ¿quién era esa chica?, ¿por qué reaccioné así?, ¿por qué mi cuerpo había tenido esa reacción?

No sabía nada, no encontraba el por qué a tantas preguntas, no tenía la respuesta exacta a por qué me pasé el camino entero recordando su sonrisa, su forma de caminar.

A día de hoy, aún esa sudadera que me puse ese día, sólo me la sigo poniendo con ella.

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