La desalación del piso en la piscina le acarreó a Bella el castigo más largo de su vida.
Cuando le dieron permiso para salir de su ático ya habían comenzado las vacaciones de verano y Camila había roto su nueva videocámara, conseguido que su muñeca nueva se quedara sin brazos y, en la primera salida que hizo con su bicicleta rosa, había estropeado las flores del jardín de la señora Carla, las cuales ella volvió a arreglar como si nada.
Bella se alegraba de que el colegio hubiera terminado, pero no había forma de escapar de la banda de "Las Populares" de Camila, que visitaba la casa cada día. Darla, Alice, Alison y Greta eran todas feas y estúpidas, pero como Camila era la más estúpida de todas, era su líder. Las demás se sentían muy felices de practicar el deporte favorito de Camila: cazar a Bella.
Por esa razón, Bella pasaba tanto tiempo como le resultara posible fuera de la casa, dando vueltas por ahí y pensando en el fin de las vacaciones, cuando podría existir un pequeño rayo de esperanza: en septiembre estudiaría secundaria y, por primera vez en su vida, no iría a la misma clase que su hermanastra. Bella tenía una plaza en el antiguo colegio de la señora Clara, Smeltings. Bella, en cambio, iría a la escuela secundaria Stonewall, de la zona. Bella encontraba eso muy divertido.
—Allí, en Stonewall, meten las cabezas de la gente en el inodoro el primer día —dijo a Bella, fingiendo amabilidad—. ¿Quieres venir arriba y ensayar? Oh podemos bañarte con el agua de una vez, para que te sientas en confianza.
—No, gracias —respondió Bella con una sonrisa falsa—. Los pobres inodoros nunca han tenido que soportar nada tan horrible como tu cara y pueden espantarse. —Luego salió corriendo antes de que Camila pudiera entender lo que le había dicho.
Un día del mes de julio, la señora Carla llevó a Camila a Londres para comprarle su uniforme de Smeltings, dejando a Bella en casa de la señora March.
Aquello no resultó tan terrible como de costumbre. La señora March se había desilusionado de sus nietos, que la última vez que la visitaron ellos la hicieron de menos y no comieron nada de las golosinas que ella les había comprado. Así que, pensando detalladamente, observó que Bella no era tan mala niña como se lo pintaban los Reynolds, al contrario, era una niña muy bien educada, no respondía a sus mayores y hacía lo que se le pedía de inmediato. Dejó que Bella viera la televisión y le dio un pedazo de pastel de chocolate que, por el sabor, parecía que había estado guardado desde hacía años, además que le dio todas las golosinas que sus nietos no quisieron.
Aquella tarde, Camila desfiló por el salón, ante ellas, con su uniforme nuevo.
Las muchachas de Smeltings llevaban frac rojo oscuro, faldas de color naranja y sombrero de paja, rígido y plano. También llevaban bastones con nudos, que utilizaban para pelearse cuando los profesores no las veían. Debían de pensar que aquél era un buen entrenamiento para la vida futura.
Mientras miraba a Camila con su nueva falda, la señora Carla, dijo con voz fina que aquél era el momento de mayor orgullo de su vida y dijo que no podía creer que aquélla fuera su pequeña Camila, tan hermosa y crecida y Bella, por otro lado, no se atrevía a hablar. Creyó que se le iban a romper las costillas del esfuerzo que hacía por no reírse. El señor Reynolds no había vuelto a casa hacía ya dos días, pero nadie parecía extrañarlo.
A la mañana siguiente, cuando Bella fue a tomar el desayuno, un olor horrible inundaba toda la cocina. Parecía proceder de un gran cubo de metal que estaba en el fregadero. Se acercó a mirar. El cubo estaba lleno de lo que parecían trapos sucios flotando en agua gris.
—¿Qué es eso? —preguntó a la señora Carla. La mujer frunció los labios, como hacía siempre que Bella se atrevía a preguntar algo.
—Tu nuevo uniforme del colegio —dijo.
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Bella Price y La Piedra Filosofal©
FanfictionBella Price se ha quedado huérfana y vive en casa de sus abominables padres adoptivos y de su insoportable hermanastra Camila. Bella se siente muy triste y sola, hasta que un buen día recibe una carta que cambiará su vida para siempre. En ella le co...