El Hombre Con Dos Caras

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Era Quirrell.

—¡Usted! —exclamó Harry.

Quirrell sonrió. Su rostro no tenía ni sombra del tic.

—Yo —dijo con calma— me preguntaba si me iba a encontrar contigo aquí, Potter.

—¡Usted nunca me dio buena espina, debí haberlo sabido! —exclamó Bella—. ¡Y yo lo sabía, sabía que el profesor Snape no podía ser!

—¿Severus? —Quirrell rió, y no fue con su habitual sonido tembloroso y
entrecortado, sino con una risa fría y aguda—. Sí, Severus parecía ser el indicado, ¿no, Potter? Fue muy útil tenerlo dando vueltas como un murciélago enorme. Al lado de él ¿quién iba a sospechar del po-pobre tar-tamudo p-profesor Quirrell?

Harry no podía aceptarlo. Aquello no podía ser verdad, no podía ser.

—¡Pero Snape trató de matarme!

—No, no, no. Yo traté de matarte. Tu amiga, la señorita Granger y la señorita Price accidentalmente me atropellaron cuando corrían a prenderle fuego a Snape, en ese partido de quidditch —Bella en seguida se sintió mal por haberle prendido fuego a Snape—. Y rompí el contacto visual que yo tenía contigo. Unos segundos más y te habría hecho caer de esa escoba. Y ya lo habría conseguido, si Snape no hubiera estado murmurando un contramaleficio, tratando de salvarte.

—¿Snape trataba de salvarme a mí?

—Por supuesto —dijo fríamente Quirrell—. ¿Por qué crees que quiso ser árbitro en el siguiente partido? Estaba tratando de asegurarse de que yo no pudiera hacerlo otra vez. Gracioso, en realidad... no necesitaba molestarse. No podía hacer nada con Dumbledore mirando. Todos los otros profesores creyeron que Snape trataba de impedir que Gryffindor ganase, se ha hecho muy impopular... Y qué pérdida de tiempo cuando, después de todo eso, voy a matarte esta noche.

Quirrell chasqueó los dedos. Unas sogas cayeron del aire y se enroscaron en el cuerpo de Harry, sujetándolo con fuerza, pero, antes de que pudieran sujetarlo, logró empujar a Bella (que quedó sentada en el suelo) para que no quedara encerrada con él.

—¡Suéltelo! —gritó Bella, desde el piso.

—Eres demasiado molesto para vivir, Potter. Deslizándote por el colegio, como en Halloween, porque me descubriste cuando iba a ver qué era lo que vigilaba la Piedra.

—¿Usted fue el que dejó entrar al trol?

—Claro. Yo tengo un don especial con esos monstruos. ¿No viste lo que le hice al que estaba en la otra habitación? Desgraciadamente, cuando todos andaban corriendo por ahí para buscarte, Snape, que ya sospechaba de mí, fue directamente al tercer piso para ganarme de mano, y no sólo hizo que mi monstruo no pudiera matarte, sino que ese perro de tres cabezas no mordió la pierna de Snape de la manera en que debería haberlo hecho...

Hizo una pausa:

—Ahora, espera tranquilo, Potter. Y tú mejor quédate en el piso, Price —dijo al ver que Bella trataba de ponerse de pie para desatar a Harry— Necesito examinar este interesante espejo.

De pronto, Bella vio lo que estaba detrás de Quirrell. Era el espejo de Oesed.

Ella miró a Harry y éste a ella de vuelta.

—Este espejo es la llave para poder encontrar la Piedra —murmuró Quirrell, dando golpecitos alrededor del marco, mientras Bella y Harry lo volvieron a mirar a él—. Era de esperar que Dumbledore hiciera algo así... pero él está en Londres... Cuando pueda volver, yo ya estaré muy lejos.

Lo único que se le ocurrió a Bella fue tratar de que Quirrell siguiera hablando y dejara de concentrarse en el espejo.

—Los vimos a usted y al profesor Snape en el bosque... —dijo de golpe, logrando ponerse de pie, sin afincar el pie lastimado.

Bella Price y La Piedra Filosofal©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora