15. 113 horas

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Por primera vez desde hace días logré dormir de corrido y cuando desperté no lo hice sobresaltada o sintiendo ahogarme, fue un despertar normal, tranquilo, relajado, cuando abrí los ojos sentí un peso sobre mis piernas y Berlín seguía ahí descansando y la verdad era que me podría quedar ahí añorando lo que perdí, recordando todo lo que lo amé... pero seguía amándolo, estábamos en un atraco y no tenía tiempo para eso así que me levanté los más delicadamente que pude y sin despertarlo deje su cabeza de nuevo sobre el sofá.

Fui a los baños y me despejé un poco, volví a trabajar con Nairobi y Helsinski, movieron a Palermo con los demás rehenes y cuando cayó el atardecer volví a la oficina; giré la perilla y empujé la puerta pero algo me detuvo, intenté por segunda vez y ahora sí que abría pero Berlín estaba del otro lado sosteniendo también la manija. Sonrió suavemente y se alejó un poco para dejarme pasar

— ¿Creiste que no me iba a dar cuenta de tu ausencia? —

Seguí avanzando y noté un par de cajas vacías de comida en un canasto de basura, me giré a verlo, él cerraba la puerta.

— Veo que ya comiste —

— Si, y lo hacía solo ,mientras me preguntaba ¿qué estarías haciendo? — tenía una manzana en mano y la movía de su mano izquierda a la derecha, y de la derecha a la izquierda y así repetidamente.

— Estaba haciendo tu trabajo al igual que el mío pero como ya estás de pie y dando vueltas por la habitación imagino que ya te puedes encargar tu mismo —

— Si, tal vez podría pero las recuperaciones son así; cuando te levantas estás perfecto, ni un músculo te duele pero cuando anochece todos los malestares  llegan atacando uno por uno hasta que volvéis a la camilla. Así que yo no daría nada por sentado —

Asentí dándole el beneficio de la duda, él se acercaba a mi pero yo también empecé a caminar y pase por su costado hasta el pequeño escritorio, me recargue con las manos sobre la mesa a cada costado de mi cuerpo sin dejar de tenerlo en la mira.

— ¿Te pusiste la medicina? — asintió

— Cada día, si y religiosamente, e incluso me cambié la venda — seguía jugando con la fruta entre nuestra conversación pero aún así guardaba cierto aire educado —mi cabeza ya casi no sangra —

— Perfecto, estás mejorando rápido. Sigue así y no tendré que seguir actuando como tú enfermera —

— Por favor — se acercó y con extrema sencillez dejó la manzana en una esquina de la mesa y sujetó mis manos, está vez no pude alejarme — no digas eso que empezaré a creer que jamás sentiste lo que yo cuando estábamos juntos. Porque siendo sinceros aún lo recuerdo; recuerdo tus gestos, tus bromas, tú risa, tus palabras de aliento cuando me moría de la frustración en medio de un atraco — soltó una suave risa y levantaba de apoco mis manos — el calor de tus manos contra las mías — estiró mis dedos y colocó nuestras manos palma contra palma, me giré a mirar nuestras manos, él hizo lo mismo— los besos... —

Rápidamente lo miré, estábamos cara a cara a escasos centímetros uno del otro. Mis ojos bajaron inesperadamente a sus labios y me di cuenta que lo deseaba, quería recordar cómo es que se sentía, como era amarlo al menos una vez más antes de lo que creía sería el adiós definitivo, sentí su cálido aliento sobre mi piel y al final, después de tanto que había luchado por resistir, sus labios se juntaron con los míos.

No me negué, entrelazó sus dedos con los míos y le seguí el juego, seguí besándolo incluso con más hambre a cada segundo mientras cerraba mis ojos con fuerza e imaginaba que estábamos en esa casa en Barcelona con los cuadros en las escaleras de caracol, las mesas de madera de caoba y sobre todo, seguíamos juntos.

Un nuevo castigo [Berlín]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora