3. Mi hermana de veintidós

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Una de las cosas que amaba hacer era ir a ver a mi hermana después de la escuela. No era algo que podía hacer siempre ya que papá, al echarla de la familia, pretendió que me olvidara de ella. Únicamente necesitaba la certeza de que él llegaría tarde a casa para escaparme unas horas hasta el departamento que Isoliet compartía con su novio y mi día estaba hecho.

Mi hermana era una modelo poco conocida, sin embargo su novio era un distinguido empresario de apellido importante.

En mis recuerdos papá y ella jamás gozaron de una buena relación; la adolescencia de Isy fue un infierno, no obstante el hecho de que ella se marchara de casa al alcanzar la mayoría de edad no significó tanto para nuestro padre como lo fue el hecho de verla desfilar en diminutos bikinis.

Aquello era un insulto a todas sus creencias.

Isoliet y yo éramos muy diferentes, y aun así ella era lo más cercano a una mejor amiga para mí; se preocupaba por mi bienestar y me confiaba sus cosas, me aconsejaba desde la voz de la experiencia y me animaba cada que lo necesitaba.

Solo a ella podía hablarle de John y de todo el dilema que tenía sobre mí; sabía que Isy me comprendería y me ayudaría a aclarar el montón de preguntas que me atormentaban la cabeza, sin embargo eso no fue lo que ocurrió. Ella se horrorizó de tal manera que me dejó fría y desconcertada sobre la silla de su bonito comedor.

—¿Qué clase de abusador es ese chico? —El horror mezclado con la indignación en su tono de voz me hizo sentir, más que atónita, errada, pues se mostró tan insultada que llegué a pensar que toda mi emoción por John era estúpida—. No puede besarte y actuar como tu novio cuando apenas se conocen, eso no es normal, Lila. ¿Por qué permitiste algo así?

—Nos mensajeamos varias veces...

—¿Y? No lo conoces, no sabes si solo está pasando el rato.

—¿Pasando el rato?

¿Qué era pasar el rato?

—Jugando, Lila, no sabes si solo está jugando contigo.

Aquello me sumió en un trance donde el efecto de la desilusión me golpeó de la peor manera, por primera vez en mis cortos quince años.

—Cuando un chico de verdad quiere estar contigo se toma el tiempo de conocer tus gustos, tu rutina, tus aspiraciones y hasta tus inseguridades. Se toma el tiempo de conocerte a ti. ¿Él ha intentado hacerlo?

Mi chat con John estaba inundado de emojis, de frases de alguna que otra canción de rock que a él le gustaba, de videos cortos que me enviaba de sus entrenamientos, y de las futuras posibles citas que me prometía. De eso que mi hermana me hablaba no existía nada, sin embargo hubo algo que en mi cerebro estuvo muy presente, y era el hecho de que Isoliet tenía veintidós años.

—Tengo quince, él diecisiete. —Solté un bufido—. No es como si planeáramos pasar toda la vida juntos.

Mi hermana suspiró, como si implorara ayuda a algún ser celestial. Ella nunca fue especialmente paciente, pero conmigo hizo grandes esfuerzos.

—Lo que quiero que comprendas es que existe la posibilidad de que contigo solo quiera algo pasajero, una aventura, algo que no involucre los sentimientos, ¿sí me captas? —Aunque no logré pillar a qué se refería en concreto asentí con la cabeza rápidamente—. Odiaría que tú hicieras algo más que ilusionarte si él solo desea pasar el rato.

Ciertamente no comprendí del todo a Isy, en mi mente no existían las pruebas suficientes como para pensar que John no me tomaba en serio... hasta que caía en el error de sobre pensar y entonces ya podía adivinar por qué, entre tantas chicas, se fijó en mí.

Lo que por error callé  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora