Antoinette Theodere de Camil, la primogénita del Rey Theodem y la Reina Catherine. Su nombre venía de la princesa cuya valentía había acabado con el monstruo que atacaba su reino.
Ese había sido su nombre en vida, lo recordaba.
Princesa consentida, adoctrinada a las creencias y alabanzas a la Diosa Deenyse, preparada para estar a cargo de todo si en algún momento ocurría un desastre.
Prometida pues, para algún príncipe o duque.
Pero oh, a ella no le interesaba eso. No quería vivir al lado de un hombre siendo el último recurso de reino. Quería pues, preocuparse por el bienestar de los habitantes de su reino.
— ¡Antoinette, Antoinette! —los grititos del pequeño príncipe sacaron a la joven princesa de su concentración.
— ¿Sí, hermano? —se puso de pie, sacudiéndose el vestido celeste que usaba.
—He visto a una pequeña niña sentada a las orillas de lago —contó el príncipe, Antoinette lo miró confundida.
—No inventes, Antoine Theodem de Camil, no hay niñas aquí. Los hijos de la tía Theodere no vendrán hasta la próxima semana —refutó, Antoine la miró mal—. Deja de observarme así, niño. Respeta a tus mayores.
—Aún no eres monarca, no tengo por qué obedecerte —objetó el pequeño. Tenía a lo menos, unos ocho años, cuatro menos que la princesa.
— ¿Ah, sí? —seguido de esto, la doncella propició un golpe en la cabeza de su hermano, sacándole un quejido— Mentir está mal. Ahora ve a hacer tus cosas, y no molestes a los guardias con tus travesuras.
—Como digas, primogénita tonta.
— ¡Silencio, segunda opción ignorante!
Después de ello, el príncipe la dejó sola.
La joven de fogosos cabellos rojizos continuó con su tarea de recolectar florecillas para crear una pequeña corona. Su tía la había enseñado a hacerlas.
Pero las flores más bonitas estaban en el lago, así que se encaminó con pasos lentos a aquel lugar, riéndose internamente por los inventos de su hermano menor.
Ja, una niña en el lago. Sí, claro. Nadie tenía permitido entrar al palacio.
Se sentó de piernas cruzadas en el césped luego de recoger las flores que usaría. Le haría una bonita corona a su gatita.
Pero el crujir de ramas del otro lado del lago la sobresaltó.
— ¿Quién está allí? Ordeno que me lo digan —sentenció levantándose, mirando por los alrededores— Si hay algún intruso, juro por la Diosa Deenyse que tomaré sus cabellos y lo llevaré directamente al calabozo donde los peores castigos son efectuados —amenazó.
Tomó entonces una piedra, dispuesta a lanzársela a quienquiera estuviese irrumpiendo su castillo.
Fue entonces cuando la piedra se le fue arrebatada por la espalda, y segundos después escuchó el chapoteo de la roca en el lago.
Al voltearse, se encontró con una flecha apuntando directamente a su frente.
Sintió su sangre helarse, y su pecho buscar aire desesperadamente.
Iba a morir a la corta edad de doce años, a manos de algún intruso... Esperen, ¿una intrusa?
Miró pues a los ojos a aquella que estaba frente a sí, una morena de cabellos lacios la miraba cara a cara con unos profundos ojos azules, decididos. Era más pequeña que ella y temblaba un poco, pero aún así parecía estar dispuesta a cualquier cosa.
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The Hell in The Heaven
Narrativa generaleComo jóvenes hicimos tantas cosas que muchos consideraron estúpidas, falsas y nada duraderas, una de ellas fue enamorarnos. El amor en la adolescencia es falso, interesado y una pérdida de tiempo, es lo que me dijeron tantas veces que tal vez lo cre...