Todas quedamos atónitas. Estaba vivo, maldición, vaya que sobrevivió de forma casera a nuestros intentos por "reanimarlo". Sus labios seguían colorados de azul y ni siquiera levantó la cabeza de donde estaba. No me quitaba la vista de mi rostro, mi bello rostro.
—¿Es a ti a quien debo agradecer? —Me observó.
Nuestras miradas brillaron al conectarse. Mis mejillas se tornaron de un fuerte rubor rojo, las palabras no me salían bien del todo. Era mi momento perfecto para decirle algo. Parece un vago sin demasiado futuro, tal vez vino aquí con el fin de olvidarse de su vida o algo por estilo. No sé de dónde viene y por qué terminó acá, pero de algo estaba muy segura: quería saberlo. Quiero saberlo todo, descubrirlo todo; déjame explicarte como lo están haciendo nuestros ojos en este momento. Un acostón con alguien como él, ¿Qué significaría? Por alguna razón no pienso en su desnudez a pesar de parecerme atractivo.
No me sentía de esta forma desde mi adolescencia, cuando estuve con un chico que... sorpresa, me utilizó solo por mi dinero. La ventana del alma del chico que podía observar me estaba contando una historia; en sus ojos hay esperanzas, pero también se oculta una fuerte tristeza. Podía notar como sus ojos dejaban de dilatarse y poco a poco recobraba su compostura. El silencio parecía extenderse más de lo necesario.
—Y—yo —Balbuceé.
—¿Fuiste tú? —Aguardó la respuesta.
Por un momento me desconecté del mundo. Estas cuatro paredes parecían mucho más amplias, como el mismísimo universo.
—Yo soy An, ella es An —Interrumpió mi hermana el momento—. Esa que está ahí es la que te salvó —Señaló a Lorena.
—Yo... —Murmuré.
El hombre dejó de verme e intercambió a Lorena, sus ojos siguieron resplandeciendo, pero no lo hacían para mí.
—No tengo manera de agradecértelo —Se dirigió a ella.
—No fue nada —Peinó su cabello tímida.
—Tal vez ha sido una señal...
El chico tomó la mano pálida de Lorena y ambos no dejaron de observarse mutuamente. En ese momento sentí calor en mis orejas, pero no por sentirme a gusto; todo lo contrario, estaba molesta. Mis mejillas se tornaron rojas de nuevo, el contexto es muy distinto esta vez. No me iba a dejar pisotear de esta manera.
—Eres muy lindo, eh... —Crucé los brazos y me detuve un momento—. ¿Cómo dijiste que te llamabas?
—Soy Félix. El placer es mío, An —Sonrió.
—E—es Angela. La de las extensiones es Angélica —La apunté sin soltar el cruce.
—Son bonitos nombres.
—Sí, claro. Bonitos, hermosos —An se quejó e hizo como de rabieta—, tan hermoso como la escena que te montaste para arruinarnos la fiesta.
—No seas duro con él —Murmuró Lorena.
—Lamento si les causé algún inconveniente...
—¡Tarde! —Hizo un bufido—. Muy tarde para tener que lamentarse.
—An, basta —La contuve.
Ella hizo otro bufido y se mordió el labio.
—A todas estas, ¿Cómo terminaste aquí? —Le preguntó malhumorada.
—Es una larga historia... —Contestó lento y pausado.
—Cuéntanos —Lo alenté.
—Tenemos tiempo —Apoyó Lorena.
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El chico que rechazó mi dinero
RomanceUna novela de romance que le da la vuelta a todos los estereotipos que conocemos como: «el amor no compra el dinero». «El dinero es poder. El dinero doblega voluntades. ¿Has escuchado aquella frase que dice: «por dinero baila el mono»? Es precisamen...