Cruzamos la puerta del edificio hasta dentro de la instalación. El sitio lucía desagradable, terrible, espantoso, cualquier adjetivo para describir un mal sitio. No estaba sucio y tampoco habían cucarachas, pero por Dios, las paredes están pintadas de un verde vómito por completo desagradable, ¿A quién se le ocurrió pintar algo así? A la izquierda hay dos ascensores a pesar de que a duras penas serán unos seis pisos —por eso suben de peso—, al frente hay unas escaleras del mismo pésimo color. El artista pintor de ese edificio tiene pésimo gusto, ¿A poco existían de esos? Joder, claro que sí deben de haber, si yo siempre cargo la razón.
—Amiga, esto es una mierda. Mis zapatos no merecen pisar este suelo —Agitó una pierna estresada.
—Ya hemos venido aquí antes, no nos vamos a morir por una vez más, por más horrible que parezca.
—¿Quién vive aquí pudiendo vivir en cualquier otro lado? —Miró al techo—. Es que hasta los focos son terribles.
—Cállate, An —Golpeé el botón del ascensor—. Deja de llorar.
—El amor te hizo a prueba de mugre.
—La verdad es que estoy que vomito yo también.
El ascensor se abrió haciendo una tonada un poco divertida y carismática, como el de los centros comerciales; maldición, es yo AMO los centros comerciales. Pese a la comparativa entramos en la mugrentud aquella, no había espacio ni para tres personas, yo me sentía apretada y solo estaba con Angélica en este momento. El piso correspondiente es el cuatro, mi número favorito.
Las puertas se cerraron y me sentí ahogada y sin aliento. Mientras comenzó a subir sentí como un vacío en el estómago de un salto, fue notablemente incómodo y duró todo el trayecto. Dentro del lugar no circulaba el aire, parecía un horno, comencé a sudar en aquel momento y apreté mis labios para aguantarme gritar. Apenas llegó a la planta correspondiente salimos de un salto las dos. Angélica se sostuvo de la pared y comenzó a ahogarse, yo tomé mis rodillas con el torso abajo e inhalé profundo para poder continuar la batalla.
—Este es el infierno, An —Tosió.
—Es horrible —Recuperé mi compostura.
Hay cuatro departamentos en esta planta, dos a mi izquierda y dos a mi derecha, en este caso nos corresponde tocar la puerta de la izquierda y más adelante. Caminé hasta ella y me detuve en seco antes de tocar el timbre. Respiré profundo para tratar de calmarme, de repente mi corazón latía un poco más fuerte y mis piernas se sentían como dos trozos de gelatina danzante. Sentí un poco de miedo y escalofríos, ¿Miedo de qué? Todo es normal, todo está ok. Temblé un poco y tenía ganas de echarme para atrás ahora que estaba aquí; no iba a hacerlo, pero un sutil pensamiento me solicitaba que dejara todo hasta aquí y me fuera de fiesta unos tres días seguidos. No me desagradaba la idea de ir a un evento de más de un día, pero me preguntaba, ¿Cuánto tiempo estará aquí para verlo? Felicio es un parásito que se adentró en mi cabeza y permanece bien atado a mi cerebro; me pregunto en qué punto dejará de estar y podré erradicarlo.
Toqué el timbre y este hizo un particular sonido. Sentí una vibración en mi dedo cuando lo incrusté, que acabó justo en el momento que lo solté e hizo otro sonido más.
—Ya voy —Se escuchó detrás de la puerta.
Pude percibir unas risas en aquella pared, se están riendo sin mí, se están riendo de mí. Solo de pensar que me rechazan y prefieren un departamento de segunda me hierve la sangre. An estaba a mi lado vistiendo un short blanco y una camisa blanca corta un poco ajustada. Las risas se ajustaban en modo de crescendo hasta que abrió la puerta la perra de Lorena con una sonrisa que no podía negar, era encantadora como pocas.
—Mis An —Sonrió. Tenía puesto una camisa larga negra—. Hacía un montón de tiempo que no las recibía en la puerta de mi casa.
—Porque es basura —Puntuó Angélica.
—¡Que no! —La fulminé—. Es solo que... no se ajusta a nuestras necesidades.
—Al menos yo soy honesta, cariño.
—Pasen, pasen. No nos quedemos en la puerta todo el día —Nos hizo el gesto con la mano para entrar.
Entramos al departamento. Era como el pene de un gordo, sorprendentemente chico.
Miramos un poco arriba y alrededor de todo; cuando acabamos de pasar, Lore cerró la puerta y caminó delante de nosotras. Ella no lo sabe pero menea el culo de un lado hacia otro muy cómicamente cuando camina rápido. Había un perchero a mi derecha, la cocina no era una sala aparte, sino que estaba pegada a la izquierda sin mucho espacio. Al fondo y a la derecha un sofá de color verde en un estado algo usado y viejo; las paredes eran de un marrón claro que al menos era bonito. El detalle más importante se encuentra en aquel sofá algo desgastado, mirando a la distancia a un televisor encendido en el fondo. Ahí estaba el apuesto rubio de ojos grises, aún con la misma ropa de ayer, un poco descuidada, pero aún así, ¿Por qué me parecía tan atractivo?
Esta casa era terrible, no había salas con billares o una piscina para relajar el cuerpo de los nervios. Todo estaba compactado, a duras penas hay dos habitaciones, que hasta antes de ayer solo se le daba uso a una sola. Es un sitio modesto, como dicen los de mente pobre, no tiene ningún tipo de lujos, a duras penas la camioneta negra de la mujer; incluso tuvo que aprender a conducir por necesidad, yo nunca lo hice, siempre he tenido quien me lleve y me traiga a todos lados, aunque he practicado en un par de ocasiones, no se me da mal. Lore se sentó justo a la izquierda de Felicio, se murmuraron algo y empezaron a reír; ¿Se están burlando de mí? Ni siquiera me gusta, puedo conseguir a un hombre mucho más atractivo y joven si así lo quisiera, y encima lo mantengo para que pase conmigo todo el tiempo que a mí me plazca. Soy mejor que todos en esta habitación, no, mejor que todos en este edificio, la mejor de todos en esta ciudad. Los títulos que me han dado en las fiestas se quedan cortos con mis habilidades.
Seguíamos de pie como un par de pasmarotes; le hice una señal a An para que ambas nos fuéramos al sofá. Peleamos con señales, discutimos y nos matamos mutuamente con las manos hasta que al final nos detuvimos juntas frente a ellos dos, tapándole el camino con la televisión.
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¿Qué creen que quiera decirle Angela a todos los presentes? Sin duda alguna, algo sobre ella.
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El chico que rechazó mi dinero
RomanceUna novela de romance que le da la vuelta a todos los estereotipos que conocemos como: «el amor no compra el dinero». «El dinero es poder. El dinero doblega voluntades. ¿Has escuchado aquella frase que dice: «por dinero baila el mono»? Es precisamen...