El amor verdadero solo está en los libros.

“―Sí, porque se escribe con el alma.

“―Entonces todos deberíamos amar así, con el alma ―dice ―pero a nadie parece importarle eso ―susurra.”

Ismael Villa Navarro

CAPÍTULO DÉCIMO

― ¿Alguna…? ―dice, para perderse en sus pensamientos, y cuando se da cuenta retoma el hilo de la conversación ― ¿Alguna vez te has preguntado cómo sería tener una relación qué no fuera Tú y libros?

Se le ve tan a gusto en la rama del árbol que pareciera que es parte de su naturaleza humana. Sonrío. Quizá sí lo sea, después de todo.

―Sí―digo, y mi Kamo sonríe, aunque estando en el árbol creo que más bien sería mi Melissi, la flor.

La sorpresa en su rostro se ve tan exagerada que es más bien una mueca graciosa.

― ¿Y tú? ―pregunto, mordiendo mi labio para no reírme de su expresión.

―Claro ―dice ―yo he pensado muchas veces en una relación Tu y yo, algo que no es sólo libros. ―sonríe y su sonrisa es tan cierta y natural que parece que lo que ha dicho es solo una broma. Recuerdo que en ese entonces yo sonreí también, y que intenté golpearle con una roca, pequeña claro.

―Ja. Ja. Mucha gracia ―rodo los ojos, sonriendo.

―Vamos, Kariño ―ríe. Hace un par de días estábamos en clase haciendo una actividad en parejas, como siempre los dos estábamos juntos. Mi Kamo me decía todas las palabras que se le vinieran a la mente y yo las anotaba, y una de esas palabras era “cariño” y yo, en mi soliloquio escrito cometí el pequeñísimo error de escribirlo con K y desde ese entonces mi Kamo no ha dejado de molestarme con ello.

―Cariño ―dije, con una sonrisa histérica, ocultando mi risa tras un semblante de lo que pretendía fuera furia ―si no dejas de decir la palabra con K…

― ¿Con k? ―grita ―Pero si la palaba lleva C, cariño, C ―y ríe, ríe tan escandalosamente que creo que está a nada de caer del árbol, pero cuando está en la orilla de la rama se vuelve a sujetar

Muerdo mi labio, reprimiendo una risa. Caí en su trampa y ahora, gracias a mí, cariño se escribe con K, de nuevo.

―Vale, vale ―dice y se ríe por lo bajo. ―Ya, en serio. ―inhala y exhala como si estuviera en una especie de relajación. ― ¿Has pensado en una relación seria?, que no sea con un libro, claro.

Su mirada intensa recae sobre mí como muchas otras veces, expectante a mi respuesta.

―Claro que he pensado en una relación seria, milord ―esta vez hago alusión a cualquier novela de época, por alguna razón son las que creemos deben tener frases hermosas de amor.

― ¡Oh! ―enarca la ceja ― ¿Entonces, usted mi lady, me está diciendo que cree en una cosa tan fantasiosa como el amor?

Esta vez soy yo la que intenta enarcar una ceja ¡y casi lo logro! ―Milord, usted preguntó si yo era capaz de creer en el amor y eso fue lo que contesté, no veo porqué volver a repetirlo.

Baja de un salto del árbol y se acerca a mí, parados uno frente al otro.

―Sencillo. ―dice ―El amor verdadero solo existe en los libros ―me mira directo a los ojos y por un segundo creo que está a punto de las lágrimas, pero la idea se desvanece en cuanto la he formulado.

―Sí, porque se escriben con el alma ―digo ―Pero, milord, el amor verdadero es posible fuera de los libros. En la vida real, pues.

Piensa lo que digo detenidamente.  ―Entonces todos deberíamos amar así, con el alma ―dice ―pero a nadie parece importarle eso ―susurra.

Asiento. ―Efectivamente, milord. Me alegra que comprenda.

Asiente.

―Y a mí, cariño, y a mí. Pero vamos, que si es posible, ¿entonces usted cree que nosotros podamos amar con el alma?

―Es tan posible como que un manzano de buenas manzanas ―digo, segura de mí misma. ―Desde luego, para poder amar con el alma entonces hay que amarse a uno primero y dejar darle importancia a lo que piense la gente.

Chasquea sus dedos. ―Claro, claro ―asiente ―y siguiendo con el hilo de la conversación. ¿Cree usted que dos personas del mismo sexo puedan amarse una a la otra, con el alma?

La ansiedad se marcaba en su rostro.

―Por supuesto ―digo, confundida ―Quien piense lo contrario sería un reverendo idiota bueno para nada. Asegurar lo contrario es una estupidez, el amor empieza en el cerebro, le guste a quien le guste, y asegurar que dos personas del mismo sexo no pueden amarse es asegurar que su cerebro no trabaja adecuadamente.

―Ya veo, milord ―dijo ―. Así pues, quien asegure que dos personas del mismo sexo no pueden amarse el uno al otro con el alma, está metido en una encrucijada de la cual no puede salir ―señaló ―, primero, porque entonces el cerebro de dicha persona no funciona correctamente, y segundo, porque tiene miedo del amor, un amor que dos personas del mismo sexo pudieron encontrar antes que ella.

―Usted lo ha dicho, mi lady.

Sonreímos.

Con el alma.

―Habiendo aclarado esto y retomando una vieja platica… ¿has pensado en una relación conmigo? ―volqué las palabras en el aire, dispuesta a dejarlas ir si era necesario.

―Usted lo ha dicho, mi lady.

Le he perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora