“Cuando dos almas predestinadas se encuentran, no hay poder que las separe, ni siquiera la muerte misma”.
Ismael Villa Navarro
CAPÍTULO QUINTO
Recuerdo haber corrido al salón al sexto día de haber obtenido la respuesta de mi amante. Para ese entonces ya había terminado de leer de principio a fin mi ejemplar de Cumbres Borrascosas. Así, habiendo leído el verdadero origen de mi Cathy, me atreví a volver a entablar conversación con mi amante, o lo que en este caso era lo mismo: ha escribirle otro mensaje.
Esta vez había pasado toda lo noche del domingo pensando en que escribirle, así pues, luego de rascarme la cabeza una y otra vez sólo atine a escribir un mullido “Hola” que deseche de inmediato.
Por alguna razón no me parecía correcto escribir eso, ha cambio quise escribir otra cosa. Algo para darle a entender que había atendido a su queja y que ya había terminado de leer sobre las Cumbres —cómo solían referirse a Cumbres Borrascosas los personajes del libro—. Así pues me puse a pensar en una manera fácil de decir “hey, leí las Cumbres y ya podemos hablar, peculiar amante”.
Me mordí el labio, le había llamado peculiar precisamente porque me parecía raro que una persona no demostrara sentimiento alguno estando rodeado de tanta gente de su edad, y así fue como dí con la respuesta a mi, entonces, gran problema.
Corrí y comencé a hojear con sumo cuidado mi libro, buscando la frase, hasta que dí con ella. Así, con pluma en mano y una linda hoja azul eléctrico, que había tardado mucho tiempo conseguir, escribí:
“Por lo mismo, odiará o amará en secreto, y considerará como una impertinencia el ser odiado o amado a su vez”
Deje de escribir y admire mi trabajo, había pasado mis tiempo de no-lectura empeñándome en mejorar mi letra, y podría decirse que lo he logrado hasta cierto punto.
Enseguida me dispuse a arrancar con cuidado mi mensaje del resto de la hoja, así los bordes tendrían un efecto de lo más mono, a mi parecer. Habiendo hecho esto me dispuse a guardar la hoja sobrante —Para futuros mensajes —. Me dije, deseando que no tomara este mensaje como una burla hacia su carácter, después de todo mi amante era una pequeña personificación del Heathcliff bueno, como solía decirle al Heathcliff de principio de libro, que vendría siendo el equivalente a dos hojas, cuando mucho.
Para cuando llegue al salón debo decir que no me sorprendió encontrarle sentado en su lugar habitual, abrazando su ejemplar de el ¡Increíble Kamo! Media hora antes de la entrada a alumnos, después de todo los hijos de los profesores siempre llegaban junto a sus padres.
—Hola —dije, pero no levantó la vista, ha cambio, rebuscó en su libro hasta dar con su separador.
Me mordí el labio. Quizá le había malinterpretado y lo que mi amante quería no era que leyera las Cumbres, sino que le dejara en paz.
Fruncí el ceño. No soy una persona que se de por vencida sólo porque sí, prefiero el sabor de “lo intente” al pensamiento de “lo pude haber hecho”. Diciéndome esto en mente deje caer mi mochila en la silla junto a él.
Acababa de decidir algo, le gustase a mi amante o no. Compartiríamos la mesa.
—Toma —dije, colocando el pedazo de papel azul entre las páginas de su libro abierto. Espere una respuesta, pero él solo tomo el papel y lo hecho a una libreta con pasta de cuero que sacó de su mochila.
—¡Eso es todo! —quise gritar, sin embargo mordí mi labio mientras sentía el picor que antecede a las lágrimas.
—Ten —dijo.
¡Enserio, lo dijo!
Parpadee y pude ver su mano, sosteniendo un rectángulo de papel.
Lo tome y leí:
“Pero no; voy lejos, y le estoy atribuyendo mis propias cualidades.”
Sonreí en toda la extensión de la palabra.
Mi amante acababa de citar el párrafo siguiente de las Cumbres, con eso dándome a entender que había comprendido mi mensaje.
—Ten —repitió, entregándome otro rectángulo nuevo.
“Puedes llamarme Heathcliff, o como te venga en gana :)”
Sonreí de nuevo, tomándome un tiempo para cerrar los ojos y disfrutar el tener alguien con quien compartir mis lecturas. En ese entonces no creía en las medias naranjas o almas gemelas, como quiera que se llamen, pero me permití fantasear, por un segundo, que mi amante y yo eramos eso precisamente: un par de almas gemelas.
Abrí los ojos y, sacando un lapicero negro y mi hoja azul, escribí: “Te llamaré según lo merezcas, pero por ahora, serás mi amante de los libros”. Debo decir que me arrepentí de inmediato de haberlo escrito, no quería que mi amante pensara que me gustaba o que estaba desesperada por amor, pero no puedo llegar a decir que destruí el mensaje, a cambio me veo obligada a decir que le leyó por encima de mi hombro.
—De acuerdo mi querida Cathy —sonrió, en lo que para mi era la primera vez, sin vergüenza o timidez.
Yo a cambio me sonroje, sin querer queriendo.
—¿Porqué me llamas Cathy?
Dejó el libro sobre la mesa, tomándose su tiempo para colocarlo con suma delicadeza.
—Eres linda —susurró, sus mejillas tomando un ligero tono rosado que contrastaba perfecto con su lechosa piel —. interpreta eso cómo quieras.
Sonreí de nuevo y, por primera vez, baje la mirada. Estaba ¿apenada? ¿avergonzada? No sabría decirlo, pero el rojo era un color presente en mis mejillas.
Guarde con cuidado los rectángulos de papel que mi amante me había entregado y dejé a mi mente divagar.
Esa parte femenina de mi considerando una sola pareja de posibilidades, Heatcliff y Catherine eran pareja o algo cercano a eso, o eran rivales —si se podía decir— a muerte.
Sin embargo no pregunte, sólo me quede en silencio, gozando de mi nueva amistad con mi amante.
La primera de muchas conversaciones.
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Le he perdido
Teen FictionLe he perdido. Me gustaría decir que me di cuenta de esto justo en una fría noche de invierno y que por esto comencé a temblar; o que estaba pasando por un momento difícil, lleno hasta el tope de estrés y que en un desenfrenado acto, rompí a llorar...