Porque es mi deber.
Te volviste mi responsabilidad desde que quedaste a mi cuidado. Y yo, como tú hermano mayor, te prometo a ti y al mundo, que no volverás a pasar por lo que pasaste antes de llegar aquí.
Pero, prométeme, tú a mí, que no dejarás...
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- ¡Doffy! ¡No te vayas, Doffy! - Le pedía con la voz entrecortada y lágrimas saliendo de sus ojos, bajando por sus mejillas. Tiraba de la manga de su camisa con la mano que, a duras penas, escapó del agarre de su padre - ¡No me dejes solo! -
Él estaba decidido a irse sin dar vuelta atrás, sin voltear a verlo, sin tropezar, sin tan siquiera pestañear.
Le dolería verlo así, pero no tenía más opciones que incluyan estar con él.
- Volveremos a vernos, Rosy - Era inevitable hasta para él que los ojos se le humedecieran, que le picaran por culpa de traicioneras esas lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos, ocultos bajo sus peculiares gafas.
Despedirse de él le dolía.
No quería hacerlo, pero las pocas opciones que tenía no ayudaban.
Quería por lo menos tranquilizarlo antes de irse. Quería que sonriera, que se despidiera con una sonrisa, no con lágrimas.
- Y cuando eso pase... - Continuó hablando, seguía dándole la espalda - Te prometo... - Aunque no quería hacerlo, aunque juró no hacerlo, no evitó voltear. Dejó todo de lado por un momento y se acercó a su pequeño rostro para limpiarle las lágrimas que se arrastraban por sus mejillas - Que no te dejaré solo nunca más, nunca más -
Quería decirle algo más pero fue arrastrado por su tío, impidiéndole al menos abrazarlo por última vez.
Antes de que la puerta que los separaría se cerrara, le sonrió, sonrió sin poder limpiar esa pequeña lágrima que paseó sin permiso por su mejilla.
