Extra 2

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Narrado por Doflamingo

Yo, al ser la única familia que le queda, me trata con todo el cariño que tiene dentro. Con ese mismo cariño con el que quería tratar a aquellas personas con las que vivió, nuestros padres, pero no podía, por alguna razón no se lo permitían. 

A pesar de que le hablaban de mí a menudo, diciéndole que yo era lo único que tenía y que era buena persona, no lo trataban muy bien. Aunque se vieran como buenas personas con los demás, con su hijo no lo eran.

Al cumplir 12 años fui obligado a vivir con mis tíos. Rosinante tenía 5 años. Tuvo una educación estricta, muy estricta para un niño de esa edad. No tuvo a alguien con quien interactuar o por lo menos para pasar el rato. Todo el tiempo en casa.

Pero eso cambió cuando cumplió 8 años, Luffy fue contratado para cuidarlo, las cosas cambiaron para él. Luffy llegaba por la mañana, antes de que se despertara, y se iba en la noche, después de que se dormía. Eso le ayudó mucho, ya que la soledad no le hacía bien por más acostumbrado que estuviera a ella.

Como yo era cuidado por mis tíos, no sabía mucho de él. Tampoco era como si ellos me dijeran algo de él cada vez que preguntaba.

Rosinante quedó algo traumado gracias a nuestros padres. Él es del tipo de persona que le gustaba expresar su cariño y afecto pero, al no permitírselo, cambió.

Cuando empezó a vivir conmigo no habló mucho por un tiempo. No pasaba de un "Buenos días" y "Buenas noches". Parecía una máquina, hacía lo mismo siempre y a la misma hora. Se había acostumbrado a una estricta rutina aún después de que murieron nuestros padres y se quedó bajo mi cuidado.

Yo no lo presioné, dejé que se acostumbrara al ambiente y que se acercara cuando estuviese listo.

Un día le dije que podía ser libre, que no siguiera la misma rutina y que hiciera lo que se le pegue en gana hacer, que yo no le reprendería por nada.

Al ver que no mentía en lo que decía empezó a acercarse a mí, yo dejé que lo hiciera. Me acostumbré a su personalidad cariñosa y empalagosa rápidamente, y dejé que lo fuera todo lo que quisiera.

El límite de ambos eran pequeños besos en las mejillas, nada más. Rosinante siempre quiso besar la mejilla de nuestra madre, pero esta no le dejaba. Eran contadas las veces que lo había hecho, solo cuando ella cumplía años.

Y así empezó mi vida con Rosinante.




























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