𝙃𝙞𝙨𝙩𝙤𝙧𝙞𝙖 𝙩𝙧𝙖𝙨 𝙡𝙖 𝙝𝙞𝙨𝙩𝙤𝙧𝙞𝙖

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Había estado esperando más de dos horas, pero su trabajo era así. Se había acostumbrado a la paciencia y a estar entre los arbustos de la jungla metropolitana. No era la primera vez que le compraba información a Floch, aunque sí era la primera vez que esperaba tanto por él.

Lo del disfraz de repartidor no había funcionado y una guardia de seguridad la mandó a tomar por culo antes de que pudiera adentrarse propiamente en el set. Esperaba sentada en una cuneta mientras observaba los dibujos que hacía el humo del cigarrillo.

Pensó que le parecían figurines rusos atrapados en un vals corto que se esfumaba, casi tanto como su tiempo. No le gustaban las pausas prolongadas, porque eso significaba que podría llegar a reflexionar, y para un paparazzi la moral solo se cuela entre las grietas del silencio y la inactividad.

No sabe por qué, pero se siente incómoda.

No es como si conociese a Hanji Zoe en persona, pero ha visto las películas, y las entrevistas, y las fotos donde una sonrisa radiante logra clavarse en el alma con tanta eficiencia que le hace pensar en el derecho inevitable de la gente a su privacidad.

¿Qué hay detrás de aquella sonrisa? ¿Lágrimas? ¿Sangre? ¿Traiciones? La respuesta a estas preguntas era lo único que igualaba la venta del café y el pan por las mañanas. La gente quiere saber a pesar de que la información no tenga mayor impacto en sus vidas que la picadura de un mosquito.

Muchas veces la sociedad había demostrado de lo que era capaz por descubrir lo que se ocultaba detrás de los rostros idolatrados. Steph pensó: ¿Estaría dispuesta a perseguir a una princesa en una motoneta, mientras ésta huye de ella en un coche, a toda velocidad por un túnel? ¿Hubiese sido capaz de acosarla hasta conducirla hasta su muerte?

No le gustó darse cuenta de que no estaba segura de la respuesta, pero no tuvo tiempo de profundizar en aquel malestar. Por suerte, Floch apareció entre los basureros del callejón.

"Aquí tienes." Floch dijo con una sonrisa mientras le extendía un papelillo.

"¿Estás seguro de que es el lugar correcto?"

"Por lo que tengo entendido, sí."

"¿Qué pasa? ¿No estás invitado?" Le preguntó con una sonrisa maliciosa. Parecía haber tocado el nervio justo.

"Mucha gente no está invitada." Replicó. "Y no hagas que me arrepienta." Extendió la palma abierta de su mano en dirección de Steph, esperando sentir el grueso fajo de billetes que valía la información de la ubicación de la fiesta de cumpleaños de Hanji Zoe.

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Era un grupo bastante reducido, click, tan solo quince personas, click.

La presencia de algunos como Erwin Smith y Eren Jaeger le permitirían subir sustancialmente el precio de aquellas imágenes. Sin embargo, el verdadero tesoro se encontraba tomado de la mano con la estrella de la noche: Levi Ackerman.

Si esto no confirmaba su relación, no sabía qué lo haría. Aunque, ¿Por qué conformarse con eso? Si esperaba un poco más, click, podría conseguir un beso.

Revisaba las fotos que ya tenía, encaramada como un gato sobre uno de los árboles que rodeaba el jardín donde se celebraba la íntima cena, cuando de repente una risa estrepitosa le llamó la atención.

Era una de las razones por las que era conocida: esa rara efervescencia que pareciera deber provocar rechazo, pero se encuentra justo en el límite y logra cautivarte.

Una persona tan inexpresiva y misteriosa a los ojos de Hollywood como Levi seguramente adoraba aquella manera de conducirse: ruidosa, caótica, disruptiva, todo lo prohibido en el mundo donde todos los ojos se encuentran posados sobre ti.

Años de acoso y violaciones sistemáticas a su privacidad le habían hecho denunciar la asquerosa insistencia de la prensa rosa en más de una ocasión. Sin embargo, Hanji sonreía a las cámaras, actuaba como si los reporteros no estuviesen allí y vivía su vida a pesar de ello.

Su monólogo interno casi la priva de la interrupción de aquella risa. Una interrupción física y puntual que trajo el silencio de Hanji y el ruido de los demás: un beso, click, click, click.

Otro beso, click, más ruido, click, risas de nuevo, click, click.

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Las calles de la ciudad reflejaban los colores de los semáforos ignorados por los pocos coches que transitaban a esa hora. ¿Por qué no se sentía feliz? Se cuestionó, habiendo conseguido finalmente lo que deseaba. La risa de Hanji volvía a hacer eco en su mente. ¿Sería ella la responsable de interrumpir esa risa también?

Quizá no. Pero la madrugada recién empieza, y sabe por la certeza de la experiencia que ninguna conclusión a esta hora es válida.

Sin embargo, no puede evitar pensar que no es un error borrar las fotos, que no es un error fingir que nunca las tomó, que no es un error pensar las cosas que ha pensado toda la noche.

Es gracioso porque el dinero estaba destinado a aliviar algunas cargas. No cobraría, pero ya se sentía más liviana. 

💌 𝐃𝐞 𝐜𝐚𝐫𝐭𝐚𝐬, 𝐚𝐦𝐨𝐫𝐞𝐬 𝐲 𝐮𝐧 𝐬𝐞𝐭. - 𝐻𝒶𝓃𝒿𝒾 𝐹𝑒𝓈𝓉 💌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora