Seokjin desde muy pequeño ha presentado una cierta actitud, una actitud de la cual sus padres estaban preocupados.
Seokjin desde niño ha sentido la necesidad de matar o lastimar cosas, era algo parte de él, no sabía cómo cambiarlo. Después de algun...
—¿ese es Seokjin?— le preguntaba a su amiga la pequeña niña un poco más alejada del mencionado que solo escribía en su cuaderno totalmente intacto en aquel salón de clases.
—Si, es muy extraño, nunca habla con nadie o siquiera se acerca a alguien.— le decía su amiga susurrando para no ser oídas dentro del salón.
—además, casi nunca habla, es muy raro.— susurraba también.
—¡basta, dejen de molestarlo!— se unía una voz nueva a ellas, un niño reclamando su actitud.
Ese era Min Yoongi, un niño considereblemente más bajo que todos en el salón, con unas mejillas redondidas muy adorables y con unos ojitos gatunos.
—¡No lo llamen raro solo por ser diferente!, todos necesitamos nuestro lugar feliz, dejen de esparcir rumores de él sin siquiera conocerlo.— mandaba cruzandose de brazos aún con ese puchero en sus labios.
Las niñas avergonzadas se disculpan de su actuar y finalmente el pequeño Yoongi asiente más satisfecho.
Pero por un segundo mira a Seokjin todo concentrado de nueva cuenta en su cuaderno, quizás dibujando o escribiendo algo, se encogió de hombros restándole importancia y se fue a su puesto, estaba a punto de empezar la clase.
Y una genuina sonrisa se instala en el rostro serio de Seokjin al escuchar la conversación.
—Él me nota...— murmuraba para sí mismo.
Agregó los últimos detalles a su dibujo y por fin estaba completo.
El típico dibujo que siempre hace a escondidas de Yoongi o de sus padres, porque ahí en ese pedazo de hoja está dibujado un niño de mejillas sonrojadas rodeado de cuerpos ensangrentados, esos cuerpos son todos los de su salón.
—él es el único que vale la pena...—
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