Capítulo 10 by Lady Graham

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Amara Davis había conseguido interesante información. Pero previo a darse la tarea de conocer la situación a fondo, sin haber necesidad de que él le dijera nada, la morena empleada lo supo todo.

Terruce Granchester y la hoy señora Candice Leagan tenían un común denominador: el amor de uno por el otro y viceversa.

La cuestión de su separación la grande boca de Karen Klaise lo reveló. ¡Claro! Después de haber sido amenazada por la contadora al no querer aquella soltar prenda.

— Está bien, te lo contaré — dijo consiguientemente.

Además, el hermano de Amara no tenía buena pinta aunque en verdad era un buen hombre. Por lo tanto, Karen, amedrentada, pero también alentada a que se alegaría por ella para obtener un protagónico, se dedicó a contar lo que de su parte había. La visita hecha a la casa de su tío el doctor Klaise. La compañía que se le proporcionó y también el auxilio para que ingresaran al teatro luego de que Candy perdiera su boleto.

Sin embargo, al decirse el motivo por el cual la llamaron a ocupar un lugar, la señorita Davis, en la oficina del teatro y entre sus importantes documentos, encontró relevantes datos.

Con ellos, la contadora fue adonde Hathaway, y éste, amigo y consternado por su estrella, le contó lo sucedido con Susana Marlowe. También la caída del actor y su problema con el alcohol. Eso Amara lo sabía de sobra. Lo que no...

— ¿Por qué Terruce no la buscó cuando su prometida murió?

— En aquel entonces, ni tampoco ahora él ha dicho nada; pero la madre de Susana y hasta los mismos miembros del hospital, cada que con aquella suscitaba algo con respecto a su salud, venían a buscarlo; y éste tenía que dejarlo todo por estar allá. Tuvo un descanso cuando Susana murió, sin embargo, ya era demasiado tarde.

— Candice se había casado ya.

Para aseverarlo, el señor Hathaway hubo levantado un hombro; y debido a la cara pensante de la contadora, le preguntó:

— ¿Qué maquinas?

— Ayudarlo, y usted también.

— ¿Cómo?

— Planeando algo donde... los dos puedan hablar. Usted y muchos fuimos espectadores de que nada ha cambiado entre ellos dos.

— Sí, pero no lo olvides: ella ya está casada; y para colmo, ha venido a ocupar un lugar importante en el estado de Nueva York.

— Pues sí, pero... yo insisto.

— Está bien, muchacha. ¿Qué tienes en mente?

— Aprovechando las buenas relaciones que tiene con los gobernadores salientes, recomiende a papá con ellos. En sí, con los nuevos gobernadores.

— ¿No te parece que es demasiado peligroso? Además, de no haber sido por tu coartada, ahora Terruce estaría tras las rejas.

— Con mayor razón entonces. Ella va a necesitarlo.

Por eso, en las siguientes dos semanas, tanto Hathaway, Amara, familia y Granchester, aprovechando el viaje a realizar para la entrega del premio, extraordinariamente se organizaron para llevar a cabo su cupido plan.

Por supuesto, el señor Davis se quedaba a cargo de dar el banderazo. Entonces, ya una vez colocado daría aviso para que se diera el siguiente paso: llevar a Terruce Granchester adonde Candice Leagan quien, una vez más se encerraba, sólo que en la habitación de huéspedes.

. . .

Verdaderamente molesta, en el elegante interior de la pieza, Candice, en jarras, miraba a todos lados.

OLVIDA ESE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora