One shots ¦ Sasusaku

Una hija que se llame Sarada

—¿Siempre tienes que hacer eso? —le habría preguntado él un día.

Iban de regreso a casa después de un largo día de escuela, ambos arrastrando sus bicicletas porque habían optado por caminar y disfrutar de la tranquilidad que la temporada les ofrecía. Hablaron un rato antes de que él interrumpiera preguntando aquello.

Ella parpadeó aturdida, sin comprender del todo, girando su cabeza para verle de soslayo. Su mirada se alternaba entre el chico que iba caminando a su lado y el camino que les faltaba recorrer antes de llegar a su destino.

—¿A qué te refieres? —le cuestionó. Sus ojos brillantes por la curiosidad—, ¿siempre hago qué?

Él dejó caer sus hombros.

—Eso... Fantasear. Siempre fantaseas y para cuando menos te das cuenta, ya te has perdido en tu imaginación.

Ella hizo un gesto pensativo, llevando su dedo índice a su barbilla mientras meditaba en ello.

—No me había dado cuenta...

—No es nada malo, —le aseguró—, es sólo que me parece curioso como a veces empiezas hablando de una cosa y acabas contando toda clase de locuras.

—No hago eso... —Murmuró, sus mejillas rojas de la vergüenza—, aunque sí, admito que a veces me pierdo un poco en lo que digo... Pero ¿como no hacerlo? Intento decir una cosa, y de repente se me viene otra a la mente, y para cuando trato de poner todo en orden ya me ha llegado algo mejor para decir... Algún día arreglaré eso, lo prometo, tal vez tenga que ver a un psicólogo, para cuando me haga doctora y tenga mucho dinero pagaré una cita con uno a ver que me dice, ¿crees que exista algún medicamento especial y mágico para mantener la concentración?

Él negó sin poder creérselo, luego soltó una carcajada, ganando una mirada de indignación de la chica.

—¡Hey! ¿Te estás burlando?

—Sakura, lo has vuelto a hacer, —respondió con simpleza—, te hice una pregunta y de repente has hablado de cómo algún día te harás doctora, ganarás mucho dinero y todo eso, aunque yo no te pregunté.

De nuevo, las mejillas de la chica se pintaron de la vergüenza. Él rió un poco por eso.

—No me di cuenta... —Confesó, desviando la mirada. Suspiró, su vista volviendo al camino, ambos cruzaron en una esquina—, pero es que me gusta pensar en como será el futuro, ¿a ti no? O sea, ¿no te emociona saber que habrá después de que nos graduemos de la escuela y vayamos a la universidad?

—Tal vez.

—¡¿Tal vez?! Sasuke, estás muy mal ¿sabías? Por eso todos piensan que eres un niño muy raro, y vale, con esto no trato de decirte que esté mal que seas rarito, me agrada la gente rarita como tú, y tú me agradas así cómo eres, pero sigues siendo un niño, ¡deberías pensar más en tu futuro!

—¿Qué tiene de genial el futuro?

—Pues todo, no sabes que pueda pasar en tu vida, no sabes si cuando te hagas adulto te acabas haciendo millonario y viajas por todo el mundo en tu avión privado junto a tus mejores amigos, o si solo te quedas en un apartamento del centro comienzo pizza con tus perros, como el tío Kakashi.

Sasuke puso los ojos en blanco.

—No me emociona ser adulto, todos los adultos son iguales, son aburridos y se preocupan demasiado por el trabajo. Todo lo que hacen es trabajo y eso es aburrido.

—Estás siendo muy pesimista, ¡los adultos también pueden hacer cosas muy divertidas! Mis abuelos, por ejemplo, disfrutan de viajar por todo el país aunque estén viejos y se divierten mucho haciéndolo, mi mamá se reúne los fines de semana con sus amigas y siempre se ríen, y mi papá a veces va a los bolos con sus amigos de ahí.