CAPÍTULO 9 LA GRAN REINA ROJA

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                      Dios susurra y habla a la conciencia a través del placer, pero le grita mediante el  dolor: el dolor es su megáfono para despertar a un mundo adormecido.

                                                                                                             Clive Staples Lewis 

No tengo palabras para describir las emociones de una madre al dejar atrás a su hija en un terreno infértil de Prusia, tampoco puedo describir el dolor de mi hermana al saber que se quedaría sola y nunca más nos volvería a ver.

Dejar a Zusana con los Van Helsing en medio de la nada fue como remontar a aquel día que me alejaron de mi madre.

Se que pudo haber sido peor, sé que debía haberlos condenado a muerte, a pesar de ser la realeza, pero no quería más muertes de las que ya había sufrido.

Escuché los sollozos de la reina durante todo el camino hasta que nos separamos y enviamos la primera división hacia Minsk para llegar a Smolensk, la familia Baptista quedó como la familia del Ducado principal y guardiana de las divisiones de los sobrevivientes, Ragna y Calep dirigieron la primera división.

Mientras Jacobo, el patriarca de la familia y el ahora gran duque, dirigía conmigo la limpieza de nuestro rastro en Lituania.

—Incineren todas las carpas y los restos de ropa de los heridos —ordené —no debe quedar nada.

—Mi señora, las áreas donde acamparon están limpias —Jacobo se posicionó a mi lado, lo notaba un poco nervioso —los hombres ya están incinerando todo.

—Solo necesito que lo hagan en un solo lugar, no debemos llamar la atención —me giré para mirarlo —nadie debe saber que estamos aquí, recuerda que solo el duque lituano lo sabe —lo miré de reojo —quiero que lo sigan.

—Si, mi señora.

Jacob ordenó que siguieran al duque, cualquier movimiento suyo en nuestra contra sería callado con la muerte.

De pronto comenzó a haber revuelo entre los caballeros, un grupo de ellos se aproximaba, dejando ver una figura pequeña y encorvada con capucha, tenía el filo de la espada de dos caballeros a la altura de su cuello.

—Majestad —bramó uno de los caballeros, era uno de los vampiros —encontramos a esta anciana merodeando por los alrededores —lanzó a la anciana al suelo, esta soltó un quejito y las espadas siguieron su rumbo aun al cuello de aquella mujer —¿Qué quiere que hagamos con ella?

Señalé con el mentón su capucha, estos en silencio descubrieron el rostro de la mujer, decenas de trenzas blancas se desbordaron de la capucha, aquella anciana no levantó la mirada, la tenía clavada en el suelo.

—¿Quién eres? —pregunté con recelo, aquella mujer tenía una esencia extraña.

La mujer levantó el rostro, lanzándome una mirada vacía, sus ojos eran oscuros, la pupila apenas y se distinguía, surcos pronunciados en la piel oscura de su rostro dejaba ver las decenas de años que tenía encima.

—Mi nombre —levantó los hombros con arrogancia —es Imogen Stein —comenzó a respirar con pesades —yo quiero ayudar...

—¿Ayudar a qué? —ahora me acerqué a ella.

—Yo... puedo ayudar mucho —se estremeció —por favor, acepté mi don como ayuda.

Ese olor...

—No eres humana —afirmé, intentando comprender cuál era su esencia, no se parecía a ningún lobo, ni demonio, su corazón no latía a un ritmo de un humano en esta situación —¿Qué eres y qué haces aquí? — La mujer unió sus labios en una sola línea —¿ahora no quieres hablar? —la miré ahora arrogante —no me sirve una anciana que no habla —indiqué con el mentón hacia los caballeros.

DIGNA DE DIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora