CAPÍTULO 3 TRAICIÓN

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1526, Imperio de Cort, Europa Occidental.

Mi padre cumplió su palabra, se marchó a Austria a primera hora, regresaría en una semana, si pudiera moverse como lo hacíamos tardaría menos.

Los humanos son frágiles, de mente y de cuerpo, vernos en nuestra transformación sería realmente impactante para ellos, mantenernos con perfil bajo era lo mejor, y más ahora con la caza de herejes.

Los vampiros puros podemos transformar nuestro cuerpo en la aberración más grande, nuestro cuerpo real se contrae y se extiende, de nuestra espalda salen enormes alas traslucidas, garras y colmillos, la sed de sangre se intensifica, es difícil las primeras veces controlarlo, el cuerpo duele por meses, Zusana exterminó un pueblo entero, a Rany se le encerró en un salón con humanos suficientes para poder saciar su sed.

En mi caso, estuve encadenada cinco días, no sabían cómo podría reaccionar y debido a mi don, todo podría terminar fatal. El veneno que circula por mis venas hace que la piel hierba bajo esta, los huesos se trituran y expanden para crear nuevos que se adapten a la monstruosidad a la que se convierte, una enorme bestia pálida y sedienta.

Adaptarse lleva años, tardé cinco años para controlarlo a voluntad, mientras sucedía, me encadenaba en un granero lejano de humanos, y de todo aquel que pudiese oír mis alaridos de dolor, hasta que al final todo fue más fácil.

El resto de los días que esperaba a mi padre, me concentre en entrenar a mi ejército y pensar en un plan de acción si los lobos volvían.

—Su alteza —llamó Estefan, hijo de la casa de Van Helsing y mi mano derecha —los hombres no han reportado incidentes a los alrededores.

Aun seguíamos con las investigaciones acerca de los rebeldes infiltrados.

—No me explico qué hacían esos rebeldes, estaban... esperando.

—¿Esperando? —sopesó.

Era medio día, el sol proyectaba con gran intensidad el campo de entrenamiento, la diferencia de soldados humanos y vampiros era clara, los vampiros estaban cubiertos con su armadura oscura que cubría por completo su piel, mientras que los soldados humanos portaban armadura oscura, pero no portaban guantes, era mejor así, una manera sutil de que nadie más los descubriera

—Continuemos con los vigilantes—conteste a Estefan.

Era un gran soldado y fiel, nunca había pensado en él como algo más, al parecer era un humano atractivo, tenía los rasgos comunes de los Van Helsing, cabello castaño y ojos azules, era el soldado que más sobre salía entre todos, capaz y vehemente, serenamente salvaje.

Era un gran soldado y fiel, nunca había pensado en él como algo más, al parecer era un humano atractivo, tenía los rasgos comunes de los Van Helsing, cabello castaño y ojos azules, era el soldado que más sobre salía entre todos, capaz y vehemente, serenamente salvaje.

—¿Qué sucede, princesa?

—Explícate—dije tomando una daga y maniobrándola entre mis dedos.

—Está mirándome—bien, era un hombre que no se andaba con tapujos.

—Solo he estado pensando en los compromisos de mis hermanas—conteste, no era de mi agrado ocultarme cosas.

Estefan sonrió, aun no me explicaba lo fácil que era para ellos sonreír ¿Qué lo producía? ¿Qué producía el terror o el dolor? Había visto miles de veces los rostros de los hombres al ver la llegada de su muerte, eran tan expresivos y sus emociones eran tan cambiantes me confundía el solo hecho de tratar de comprenderlos.

DIGNA DE DIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora