Capítulo 17: Un cambio en la historia familiar

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Todo su ser era imponente, nunca lo había visto y es increíble lo alto que era.
Usaba un traje de color azul que se veía de tela muy suave, sus zapatos eran marrones y estaban impecables, llevaba la barba como siempre pulcramente recortada y el cabello rojizo un poco más oscuro que el de Ezra, echado hacia atrás.
Se le veía menos enfermo que en las pantallas del pueblo.

—Rey Stephan, ¿qué está haciendo aquí?
Mis ojos no podían abrirse más y mi mente estaba más nublada que nunca, pues, conocer y pensar que me voy a casar con el príncipe es una cosa, pero conocer al mismísimo Rey, es otra muy diferente.
Siendo una ciudadana promedio nunca crees que vas a llegar a conocer al mandamás y ahora estaba a solo dos metros de mí.

—Larazin, ¿habría algún problema si me siento junto a ti?

Al parecer mis ojos si podían abrirse más. Solo negué con la cabeza.

A paso lento él se acercó a mi escritorio y una vez que estuvo junto al banco, se movió de igual forma con lentitud hasta quedar sentado junto a mí, volteó su cara para verme y me dió una sonrisa.

Oh por Dios, el Rey acaba de sonreírme.

—Bien, Larazin, hoy yo seré tu profesor.

¿Qué se supone que debía de responder?
¡Ah! Me congelé.
Ayuda.
Ayuda.
¡Policía!
¡Doctores!
¡Lo que sea!

—Bueno, al contrario de lo que Ezra me dijo, no hablas mucho, ¿cierto?

Oh no mencione a su horrible hijo que se ha pasado dos semanas ignorándome.

—Pienso que si hablo mucho, pero me siento sorprendida, no pensé que en algún punto el Rey Stephan viniera a darme clases de algo —solté una risa nerviosa y sin poder evitarlo, encorvé la espalda, pues inconscientemente, mi cuero estaba dejando saber lo pequeña que me sentía en ese momento, y no solo hablo de la altura—. Viene aquí por mi forma de hablar, ¿verdad? Seguro viene a enseñarme a hablar correctamente.

El Rey Stephan soltó una leve risa a la par que negaba con la cabeza.

—Ezra también me comentó de tu forma tan peculiar de hablar, sin embargo, no he venido para tratar ningún tema sobre tu forma de hablar —soltó un suspiro y dirigió su vista al frente a la par que entrelazaba sus manos sobre el escritorio—. Vengo a hablarte sobre las cosas que quizá nadie te mencione sobre estar en la realeza.

Y entonces, se abrió de mente y corazón para contarme todo lo que él quería que yo supiera.

«Esto es algo que nadie fuera del palacio sabe Larazin, tampoco lo sabe nadie fuera del palacio de Ereland, así que te suplico total discreción y estoy seguro que la tendré de tu parte. Una vez dicho esto, empezaré la historia con la posible guerra que pudimos haber tenido hace 40 años aproximadamente, de no ser por el matrimonio entre mi querida esposa y yo. Uno podría pensar que estuve en desacuerdo con la idea de Ezra de no casarse con una princesa de los reinos vecinos, pero, lo comprendía perfectamente, pues en su momento, también me negué a casarme con una princesa y eso casi nos hace entrar en guerra con Ereland. En aquellos tiempos, nuestros reinos no tenían una alianza de verdad, por lo que eran aún más agresivos y yo me negaba completamente a casarme con su princesa, no solo porque ella tenía 13 años y yo 20, sino también porque con el trato que querían, básicamente forzaba a todos los ciudadanos de Areland a ser esclavos de Ereland produciendo el 90% del material que necesitan para sus armas y demás tecnología. Tuve que hacer incontables juntas con su parlamento para que finalmente aceptaran un trato. Lamentablemente la princesa no tenía hermanas y yo no tenía más opción que contraer nupcias con alguien de ese Reino, por lo que después de mucho investigar, encontré que el Rey de ese entonces había tenido un amorío con una cocinera, dándole una hija fuera del matrimonio. Claramente la cocinera terminó despedida y viviendo casi como indigente en las calles de su pueblo, su hija y ella trabajaba día y noche para seguir viviendo pero a veces no era suficiente para comer y lo peor de todo es que si ellas decían algo sobre el verdadero padre, entonces podrían matarlas. Por ello, lo que propuse fue contraer matrimonio con esa hija y si se negaban, yo contaría todo lo que había encontrado en mi investigación y para nada les convenía pues la ley en su reino prohíbe de manera muy consistente los amoríos extramatrimoniales, debido a una historia antigua que se suscitó. Al final aceptaron mis términos y aquella joven de 19 años, de la nada fue sustraída de la calle junto con su madre, las trajeron a Areland y sin previo aviso y apuntada con un arma en la cabeza, la hicieron firmar un acta de matrimonio. En su momento yo no supe que le estaban apuntando con un arma de largo alcance, eso me lo dijo hasta después pero lo que quiero que hoy sepas, es todo eso que a mí esposa no le contaron sobre la vida en un matrimonio con un Rey. Quiero ayudarte en base a lo que mi amada esposa me dejó saber a lo largo de los años sobre todo lo que aprendió de esa nueva vida que se le impuso de la noche a la mañana, porque yo sé que si ella siguiera viva, habría venido a hacer esto. Mi propósito no es asustarte, ni hacer que te arrepientas, pues mediante sus palabras pude saber que tenía todo esto desventajas pero también había ventajas y es completamente tú decisión lo que decidas hacer con lo que te voy a decir.»

Sus ojos se dirigieron de nuevo a mí expectantes por una respuesta.

Todo esto me había tomado muy desprevenida, no solo su presencia, sino el inicio de la historia.
Esto cambiaba completamente todo lo que conocía de la familia real, pues siempre se nos había dicho que la reina había sido princesa de Ereland, y ahora resulta que no es así, al menos no realmente.

Si esto apenas era el inicio, ¿qué me esperaba con todo lo que realmente me quería decir el Rey Stephan?

No me sentía preparada para recibir toda la información que estaba a punto de tirar sobre mí como si de un piano se tratase, pero tenía aquí al Rey, hablando de un tema que al parecer era tan duro para él por la forma en la que a pesar de que sus ojos no me miraron mientras hablaba, se pusieron acuosos, al punto de querer dejar salir las lágrimas.

Sus ojos seguían firmes sobre mí y su semblante era fuerte, pero a la vez demostraba que estaba dejando salir algo que no estoy segura que haya compartido alguna vez.

Entonces mi respuesta fue firme.

—Dígame todo lo que quiera contarme.

El decreto del príncipe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora