Capítulo 1

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Era una noche calmada, silenciosa, con un precioso cielo estrellado. Desde el balcón se podía observar una jungla luminosa que se extendía hasta las puertas del mar. A medida que pasaban las horas se podía apreciar como, poco a poco, las luces se iban apagando. Aún así, seguían habiendo un sin fin de apartamentos con las luces encendidas.

Eran pasadas las doce y la puerta se abrió. Sabía que Mike vendría, así que cogí el mando del reproductor de música y mientras me mordía el labio encendí el disco de baladas románticas.

Él, al entrar, se quitó la chaqueta y seguidamente fue a la cocina, cogió dos copas y el mejor vino de mi bodega y mientras me miraba fijamente con sus ojos misteriosos, las llenó hasta la mitad. Se sentó en el blanco sofá de cuero y bebió un poco del líquido rojo. Yo, por el contrario, me acerqué sigilosamente por la espalda, apoyé mis pechos sobre el cabezal del sofá, extendí los brazos, le desabroché los dos primeros botones de la camisa y deslizé mis pequeñas manos por todo su torso. En respuesta, Mike echó para atrás la cabeza, la levantó unos centímetros y finalmente me besó.

Ya pasadas unas hora de charla hablando sobre la universidad y bebiendo vino, se levantó, llevó las copas al fregadero, se puso la chaqueta y se dispuso a irse.

Lo que hice a continuación fue la mejor decisión de mi vida.

Después de dudar unos segundos, me levanté con un rápido salto, atravesé el espacioso salón y antes de que saliese por la puerta me abalanzé sobre él. Mike, que me vió de reojo, se apartó y antes de que me chocase con la puerta me cogió la mano derecha, me dió media vuelta y me empujó suavemente conta la roja pared de la entrada.

Todo fue muy rápido y me quedé paralizada. Él estaba a pocos centímetro de mí, podía sentir su respiración, profunda e irregular y los latidos de su corazón, lentos y fuertes. Nos quedamos unos segundos mirándonos el uno al otro, su mirada era intensa, profunda e hipnotizadora y sus ojos azules como el mar.

Pasado ese instante, me besó. Me cogió de la cintura y rápidamente me empujó hacia él. Yo, sin embargo, rodeé su cuello con mis brazos. Tenía la sensación de estar flotando en un mundo de fantasía.

Seguidamente, me quitó la camiseta pasando sus manos por mi abdomen. Mi piel se erizó, jamás nadie había causado tal efecto en mí.

Con un gesto suave sus brazos rodearon mi espalda y haciendo un ligero movimiento de manos me desabrochó el sujetador quedando desnudos mis vírgenes pechos. En ese momento se separó de mí, se quitó la camisa y los pantalones. Me quedé perpleja, nunca había visto una igual.

Después, volvimos a ser uno y entre golpes y tropiezos llegamos a mi habitación. Paredes rojas como la sangre, una lámpara de palacio reluciente como el diamante y finalmente mi cama, con decorados antiguos y cortinas rosas de seda con grabados de flores en mitad de la estancia.

Mike me empujó y caí de espaldas. Seguía con esa mirada intimidante. Se deslizó por los pies de la cama como una serpiente. Llegó a mi cintura, me levantó las piernas y dejó desnudo mi torso inferior.

El ambiente estaba cargado de pasión, la música daba el toque romántico y el olor del incienso colocado en la mesita de noche de la izquierda hizo que nos teletransportásemos a un lugar exótico, solitario, sin nadie que nos interrumpiese nuestra mágica noche.

Él estaba encima mía y notó mi nerviosismo. Por su expresión pude adivinar que sabía que era mi primera vez. Suavemente me acarició la mejilla y bajó lentamente pasando por el cuello, el escote, el abdomen y finalmente llegó a la parte mas sensible del cuerpo de una mujer. Cuando me tocó en ese lugar me dió un escalofrío, nadie antes me había tocado ahí de esa forma. Ese placer me calmó y seguidamente abrió el cajón superior de la mesita de noche de la derecha, sacó un preservativo y se lo puso. Eso me tranquilizó del todo. A continuación, cerró el cajón, extendió sus brazos, me cogió las manos, me miró fijamente y finalmente, tras un momento de duda, me la introdujo.

Ese momento no se me olvidará nunca, lo experimenté como si fuese a cámara lenta.

En el momento después de que me la metiera, mi cabeza, involuntariamente, se echó hacia atrás, mis ojos se cerraron, mi cara cambió de expresión, apreté mis manos, agarradas a sus musculosos brazos y finalmente, de mi boca, salió el grito de dolor mas fuerte que hubiera podido imaginar.

Mike, asustado y un poco confuso quiso sacarla, pero yo, con un gesto firme, rodeé su cintura con mis brazos e hice que la volviera a meter mientras que dos lágrimas como puños recorrían lentamente mis mejillas hasta acabar cayendo en el forro de la cama.

Ya la había perdido, no había vuelta atrás. Él lo entendió, así que empezó a empujar despacio, intentando no hacerme más daño del que ya me había hecho y yo, por otro lado, intenté calmarme a medida que me la metía.

Pasados unos minutos de tensión mutua, empezé a sentir algo indescriptible, un placer acompañado de un poco de dolor pero que poco a poco, como el humo de una colilla, se iba extinguiendo.

Empezé a lanzar pequeños gemidos de satisafacción, mientras que Mike, por otra parte, iba aumentando de ritmo.

Al cabo de unos minutos, aquello no parecía mi primera vez, era algo salvaje, tan fuerte me daba que las uniones de las patas con la cama hacían un ruido parecido al de una puerta antigüa sin engrasar y tan rápido que cada vez que me la metía la cama se desplazaba unos centímetros. No dudé un segundo en levantar las piernas y envolverlas en su cintura.

Pero no todo fue maravilloso. Empezó a menguar la velocidad y a gemir más de lo normal, parecía como si le costase respirar. Entonces me di cuenta, iba a llegar a su límite, iba a tener un orgasmo. Antes de que parase y se tirase a mi lado exhausto, le miré seriamente a los ojos y sin temor alguno le ayudé a retomar el ritmo a base de empujar con mis manos y piernas.

Justo un segundo antes del momento, empujó lo más fuerte y profundo que pudo, llegando a tocarme el Punto G y lanzando un grito final de satisfacción.

A mí, sin embargo, me quedaba poco para llegar y completar la noche. Entonces le cogí las manos e hice que me tocase mis pechos hasta que finalmente y tras un último gemido, llegué al tan esperado orgasmo.

Amor FantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora