Capítulo 2

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Los rayos del sol penetraban directamente por la ventana de la habitación iluminando la estancia con un tono suave entre amarillo y naranja.

Yo seguía desnuda, tumbada en la cama con mi melena despeinada en la almohada y la sábana cubriéndome de cintura para abajo.

Pasado un rato remoloneando, abrí los ojos con dificultad y observé el techo como si fuera una televisión emitiendo la repetición de la noche anterior. Sonreí, había sido espectacular.

Miré hacia la izquierda, no había nadie, solo la almohada que había utilizado Mike. Entonces pensé que se había levantado más temprano y estaría en el salón viendo la tele o preparando el desayuno.

Después de estirarme, me levanté y fui al baño a lavarme la cara y seguidamente, sin vestirme (me sentía más natural y cómoda al estar desnuda) fui al salón.

Al llegar, mi mirada se dirigió rápidamente hacia el sofá blanco de cuero. No había nadie, sin embargo, la televisión estaba encendida con las noticias puestas a un volumen mínimo. Había habido un incendio en la esquina de la Nueve con la Siete y el edificio se había derrumbado.

Extrañada, me quedé pensando unos segundos, hasta que de repente, mi nariz captó un dulce olor a chocolate y a tortitas recién echas. Entonces lo entendí todo, Mike se había levantado antes y había encendido la tele para ver las noticias mientras preparaba el desayuno.

Con una sonrisa en la cara, me recogí el pelo en un moño y me dispuse a entrar en la cocina decidida a besar a Mike y a desayunar.

Mis fantasías se esfumaron cuando traspasé el umbral de la puerta, mi cara cambió de felicidad y placer a confusión y miedo. Tampoco estaba allí, pero encima de la mesa había una taza de aquel dulce líquido marrón y al lado, un plato con tres tortitas recubiertas de miel. Parecía que había hecho el desayuno y luego se había marchado.

Seguía aún perpleja y confusa, eso no era normal en Mike, irse sin avisar.

Cogí la taza humeante de chocolate y el plato de tortitas y me fui al salón para desayunar mientras me informaba con las noticias. No pude hacerlo, no paraba de pensar el por qué se había marchado sin avisar, entonces, haciéndole caso omiso a las noticias, empezé a recordar el día que por primera vez nos conocimos.

Era mitad de curso y yo estaba con unas amigas sentada en un banco en una pequeña plaza cerca de la Facultad de Derecho. El entorno era precioso, distintos tipos de flores, árboles y arbustos adornaban la pequeña plazita formando un pequeño pero exótico bosque... y un cielo azul, sin ninguna nube, con un sol radiente sobre nuestras cabezas acompañado de una agradable brisa cálida.

Estábamos hablando del examen que habíamos hecho la hora anterior cuando repentinamente, un balón de rugby atravesó con un estruendo la copa del árbol situado a nuestras espaldas.

El balón pasó silbando entre mi cabeza y la de Silvia. Las dos nos quedamos petrificadas, con los ojos y la boca abiertos. Entonces, de detrás de las plantas salió él, un chico de estatura medio alta, de corto pelo marrón y ojos azules. Vestía un atuendo negro formado por unos vaqueros, una camiseta de un grupo de rock y una chupa de cuero. Pasó entre mi amiga y yo, se agachó para coger el balón y luego se me quedó mirando, sonrió y pidió disculpas.

Silvia y yo no le oímos, estábamos embelesadas. Habíamos pensado que cuando se acercase a recoger la pelota, empezar a gritarle e insultarle, pero, sin embargo, cambiamos de idea.

Después de disculparse se fue por donde había venido y al poco rato se empezaron a escuchar gritos y carcajadas.

Silvia y yo nos miramos la una a la otra, estábamos rojas de vergüenza, abrimos la boca y mientras sonreíamos de la emoción, empezamos a lanzar pequeños gritos de alucinación. Las dos opinábamos lo mismo, ese chico era realmente guapo y tenía una sonrisa preciosa y misteriosa.

El resto del día estuvimos pensando en él, nos encontrábamos en un mundo imaginario donde nuestros sueños con ese chico se hacían realidad.

Al sonar el timbre de final de clase, Silvia salió corriendo a contarle lo sucedido a sus amigas de la Facultad de Medicina. Yo, sin embargo, me quedé recogiendo mis libros y tan pronto como salí del aula y empezé a caminar por el pasillo le ví, allí estaba, en su taquilla cogiendo algo de picar.

Me quedé mirándole fijamente un buen rato, al parecer tuvo que notar que le observaba y empezó a mirar hacia todos los lados hasta que finalmente sus ojos y los míos se encontraron.

Parecía nervioso, eso le hacía aún más atractivo.

Tardé un poco en reaccionar, pero finalmente decidí ir a hablar con él.

A medida que me iba acercando, el pasillo se iba haciendo más largo y mi corazón empezaba a latir más rápido y con más fuerza. Mis manos estaban temblando al igual que mis piernas. No podía mantenerme de pie de la emoción.

Al fin llegué, su cara y la mía se encontraron entre un mar de universitarios discutiendo, riendo y hablando. Mike fue el primero en hablar. Me quedé de piedra con la primera palabra que pronunció. Perdón.

Yo no sabía de que estaba hablando hasta que la final caí en la cuenta, se estaba disculpando nuevamente por lo del balón. Yo le mostré mi más sincera sonrisa y le dije que no pasaba nada, que eso le pasa a cualquiera. Él, al escuchar ésto, soltó un suspiro de alivio, se había quitado un gran peso de encima.

Entonces llegó el momento, el momento que había estado esperando desde lo sucedido en la plazita.

Mike estaba a punto de irse cuando de mi boca salió un ¡pero....!. Se dió inmediatamente la vuelta atónito y con una expresión de confusión. Entonces, mirando hacia arriba y con una sonrisa pícara le dije que si quería estar totalmente perdonado me tendría que invitar a cenar. Con cara de asombro,  me miró fijamente con esa mirada profunda que le caracterizaba y pasados unos segundos titubeando, sonrió, se cruzó de brazos, miró hacia arriba como yo había hecho anteriormente y de su boca salió un vale con una voz dominante, cautivadora y suave.

Mi corazón no podía ir más rápido, se me iba a salir por la boca de la emoción, no podía creérmelo, iba cenar con él, con Mike, posiblemente el chico más guapo del Campus Universitario.

Fui corriendo a casa, abrí la puerta, lanzé la mochila y rápidamente fui a desnudarme para ducharme. Pero al entrar en el baño cambié de idea, me apetecía más un baño relajante de agua caliente para preparame para la cita.

Terminado el baño, me sequé y tranquilamente fui a mi habitación a vestirme.

Abrí el armario de los vestidos y empezé a sacar uno detrás de otro. Finalmente me decidí por uno rojo, ajustado con un poco de escote para darle algo de tema al asunto.

Terminada de vestir, volví al baño nuevamente para pintarme los labios. Como mi vestido, escogí el pinta-labios rojo pasión y con mucho cuidado me pinté los labios. Seguidamente cogí el rimel y me maquillé las pestañas para tener un aspecto más sexy, cogí el pinta-uñas rojo y me pinté las uñas para que fueran a juego con el vestido y los labios y ya, finalmente, para acabar, saqué del armarito mi colonia preferida y me perfumé, olía a rosas. Ya estaba preparada, solo tenía que coger el bolso y bajar al portal para que Mike me recogiese con su coche y me llevase al restaurante.

La cena fue perfecta, acertó de pleno y me acabó de conquistar. De ahí en adelante empezamos a quedar más a menudo para dar un paseo, ir al cine o, simplemente, para estar juntos.

Y así es como le conocí, si no hubiera sido por el balonazo que su amigó dió, jamás nos hubiéramos visto.

Al terminar de recordar los momentos que pasamos juntos, me comí el último trozo de tortita y de un sorbo me bebí lo que quedaba del chocolate.

Fui nuevamente a la habitación para hacer la cama y al quitar las almohadas, debajo de la de Mike había un nota con algo escrito, la cogí y un escalofrío recorrió mi cuerpo de pies a cabeza al leer lo que decía. Perdón.

Amor FantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora