Capítulo 3

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Perdón. Esa era la palabra que estaba escrita en ese pequeño trozo de papel.

Yo seguía aún en estado de shock, no salía de mi asombro y confusión, así que decidí llamar a Mike para que, de una vez por todas, pudiese entender lo que estaba pasando. Fui rápidamente al salón, cogí mi bolso y saqué el móvil. Estaba temblando, no sabía porqué pero lo estaba. Marqué su número y esperé. La reacción al escuchar la voz proveniente de la operadora me dio un vuelco al corazón. Su número de teléfono no existía. Insistí unas cuantas veces, pero fue en vano, la operadora seguía diciéndome el mismo mensaje.

Me quedé paralizada, solté el móvil y me senté en el sofá a recapacitar. Finalmente, llegué a la conclusión de que todavía estaba soñando, me convencí a mi misma de que todavía estaba tumbada en la cama con Mike, cansados después de una noche salvaje, mágica y llena de pasión.

Con este pensamiento en mente, traté de despertarme pellizcándome varias veces en el brazo, en las piernas y en la barriga. Pero nada, no conseguía salir de la horrible pesadilla en la que estaba metida.

Después de un buen rato haciéndome daño a mí misma, acabé dándome por vencida.

No sabía que estaba pasando, Mike no era así, no era de esos tipos que conocen a una chica, salen con ella seis meses, le hacen el amor y finalmente se largan desapareciendo sin decir nada. No, Mike no era así, había estado junto a él el tiempo suficiente como para saber sus intenciones, y yo sabía que eran buenas, él me amaba con locura, me lo contaba todo, nunca me dejaría así como así.

Al rato de salir de mis pensamientos de Sherlock Holmes, me decidí a investigar. No era día escolar, pero me vestí con un chandal, cogí el móvil, unos cascos, las llaves de la casa, las del coche y algo de dinero para comer fuera y me fui en dirección a la Universidad.

No tenía ni idea de lo que estaba buscando, pero al llegar a la Facultad de Derecho, me dirigí directamente hacia la biblioteca.

Al entrar, eché un vistazo rápido, parecía que no había nadie. Entré, y recorrí pasillo por pasillo, sección por sección, planta por planta, pero nada, ni rastro de Mike. Entonces empezé a pensar en nuestros lugares especiales, nuestros lugares favoritos y decidida empezé a visitarlos uno por uno.

El primero era la ribera del río, un lugar donde todos los domingos visitábamos sobre las siete y cuarto de la tarde para despedir el fin de semana observando los dos juntos la hermosa puesta de sol. Al llegar allí, me llevé una profunda decepción, tampoco estaba. Pero su ausencia me hacía pensar que él seguía aquí en algua parte, que todo tendría una explicación lógica y coherente.

El segundo lugar era un pequeño restaurante a las afueras de la ciudad, fue donde nos dimos nuestro primer beso en la segunda cita. Entre en aquél antro, observé con calma la escena y con la cabeza cabizbaja me di la vuelta y me fui por donde había venido. Tampoco estaba allí, pero mi ilusión no se esfumaba, al contrario, crecía por momentos cada vez que iba a un lugar y no lo encontraba.

Finalmente, tras pasar básicamente todo el día de un lado para el otro, decidí rendirme, no tenía más esperanzas, lo había buscado prácticamente por toda la ciudad y aún así no lo había encontrado.

Durante el camino de vuelta a casa, escuché el disco que nosostros mismos habíamos hecho, canciones románticas llenas de sentimientos mutuos, canciones que solo Mike y yo entendíamos.

Estaba cansada, sin esperanzas, destrozada, desilusionada, hasta que recordé un lugar más donde podría encontrarle, el lugar donde por primera vez nos conocimos, la pequeña plazita situada a la derecha de la Facultad de Derecho. Con un brusco cambio de marcha, aceleré y di media vuelta, todos mis sentimientos malos se esfumaron de repente, volvía ser la misma mujer que antes, llena de vitalidad, apasionada y sobre todo con la esperanza y la ilusión por las nubes.

Llegué al parking del Campus, salí corriendo del coche y con la emoción recorriendo todo mi cuerpo me dirigí a la plazita rodeada de árboles. Era bastante tarde, no se veía a penas nada, pero yo seguía corriendo.

Llegué a la plazita, estaba demasiado oscuro para diferenciar algo, entrecerré los ojos para tener la sensación de ver algo más, pero nada, no había ni un alma allí.

Poseída por un raro impulso, empezé a andar en dirección al banco donde estábamos Silvia y yo, el banco donde por poco nos dan un balonazo. Al llegar, esa ilusión y esperanza se desvanecieron, pero esta vez fue la más dura. Sin embargo, una sensación rara recorrió todo mi cuerpo, algo me decía que allí, en ese mismo banco había algo. Me agaché y miré debajo del banco, nada, no había nada a parte de unos chicles pegados. Pero al mirar en el respaldo, por la parte de atrás, vi una mancha blanca pegada en la esquina inferior izquierda, pensé que simplemente era un chicle como los que había visto debajo del banco, pero al acercarme y observar mejor, lo pude ver, era una nota del mismo tamaño de la que me había encontrado en mi casa al levantar la almohada de Mike.

La arranqué de la madera y rápidamente le di la vuelta para leer lo que decía. Mis ojos se abrieron de par en par, la boca se me abrió involuntariamente y un pequeño grito se me escapó. No podía creer lo que estaba leyendo, el mensaje decia:

'Se que ahora mismo estás confusa, pero tranquila, sigue los siguentes pasos...'

Un suspiro salió de mi boca al finalizar de leer la nota, al menos sabía que Mike estaba bien, lo malo es que no sabía donde estaba.

Después de respirar y tranquilizarme, miré la hora, las once y veinte siete de la noche, se me había hecho muy tarde, tenía que volver a casa.

Cogí el coche y mientras escuchaba 'Be a Rock Star' de Smash Mouth, me imaginaba a Mike de vuelta en casa, sentado como de costumbre en el sofá del salón con una copa de vino en la mano derecha mientras que con la otra me acariciaba el pelo, esparcido por todo su regazo al estar yo tumbada a su lado medio dormida viendo una película.

Amor FantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora