THE LAST WISH

La tragedia del gato negro

Nunca le dio una importancia real a los humanos, mientras más observaba incluso perdía el poco interés que alguna vez tuvo en ellos.

Eran aburridos y estúpidos.

Ranpo vio incontables veces a sus iguales engañar y utilizar para su entretenimiento a aquellas criaturas, él sin embargo jamás había pensado en hacerlo a pesar de que le dijeran que podría ser más divertido de lo que creía.
No iba a negar que escuchar tanto sobre ello le causó un poco de curiosidad pero tampoco se consideraba el tipo de demonio que se divertía arruinándole la vida a alguna desafortunada persona.

Eso no valía su tiempo.

Manifestarse en el mundo humano en una forma física no estaba prohibido, su problema radicaba en la dificultad de obtenerla ya que para toda forma de vida una posesión requería cierto grado de consentimiento y para hacerla por la fuerza era necesario más poder del que un primerizo en esa dimensión tendría.

Por ende su travesía comenzó valiéndose de un cuerpo frágil, un pequeño gato herido y al borde de la muerte. Fue así como pudo saciar una pizca se su curiosidad oculta, soportando también las dificultades de no poseer una vínculo físico completamente saludable.
Sus poderes estaban limitados mientras se encontrara en ese estado tan vulnerable y tampoco había tenido la oportunidad de formar un pacto con algo mejor.

Al poco tiempo se encontró de nueva cuenta en un irremediable aburrimiento.

No encontró nada que desconociera a esas alturas, a decir verdad estaba bastante decepcionado con la humanidad. Prefería volver con los otros y observar ese mundo continuar con su camino a la ruina desde un mejor sitio que ese.

Pero sin esperarlo en absoluto algo se cruzó en sus planes.

Aquella tarde una lluvia suave mojaba su pelaje negro mientras buscaba un sitio donde refugiarse, el olor de los callejones era desagradable pero no quería arriesgarse entre el tumulto de aquellas horas y acabar perdido como en otras ocasiones.
Escabullirse de la hostilidad humana debido a sus limitaciones todavía no dejaba de parecerle patético pero si quería resguardar su cuerpo físico necesitaba mantenerse seguro al menos un poco más.

Fue extraño que las gotas de agua se detuvieran de repente, perdido en sus pensamientos ignoró el momento en que alguien se había acercado tanto e incluso instintivamente su pelaje se erizó y la espina dorsal se arqueó como un clásico reflejo felino.
Sus ojos de esmeralda se encontraron entonces con la mirada inocente de un niño humano, éste se había inclinado para compartir su paraguas con él y, debido a la reacción inesperada por su generoso acto, soltó un pequeño quejido asustado tensando su cuerpo pero sin dejar de proteger a ambos de la lluvia.

Ranpo se encontró confundido como nunca antes en ese momento.

Después de pasar tanto tiempo siendo ignorado por ellos, de ver nada más que almas corrompidas por el desinterés, odio o envidia. Cuando estaba rendido a la idea de que no existía nada interesante que esperar en ese mundo, un gesto tan simple e inútil a primera vista como lo fue aquel había despertado una pequeña chispa en su curiosidad casi extinta.

El niño extendió la mano en su dirección y él evitó el contacto sin pensar, reacio a otorgarle un voto de confianza aún.
La mirada casi cubierta de esos ojos grises no borró su gentileza pero se mostró un tanto desalentada por esa reacción, luego de eso Ranpo lo vio comenzar a buscar algo dentro de su mochila para luego mostrarle un trozo de sándwich.

Estuvo por rechazar el infantil gesto sin reparo alguno, después de todo no requería de ese tipo de alimentos para sobrevivir, su poder tenía el nivel suficiente para mantener su cuerpo físico en marcha aún si no comía ni descansaba. Sin embargo no se trataba de un método perfecto pues lo único que hacía era silenciar esas necesidades y en aquella ocasión los instintos animales despertaron ante el agradable olor de la comida, reclamando por satisfacer el hambre que había pasado tanto tiempo siendo ignorada.