Al fin tiene un nombre

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Aún sin levantarse del suelo Edgar mira al chico apartarse de su regazo dejando ir éste un suspiro cansado.

—Ahh...Tardaste tanto ahí fuera, si nos separamos mucho tiempo esto del trato se vuelve molesto. No puedo forzarme a quedarme aquí cuando mi fuente de energía se va.

Estirando los brazos para aliviar la pereza comienza un recorrido por el lugar perdiéndose de la vista del estudiante quien tras unos segundos más se incorpora para seguirle.

—Oye...

El llamado no tiene respuesta, no consigue verlo por ningún lado hasta que escucha una exclamación de alivio que lo llevó a dirigirse a su habitación. Al asomarse por la puerta logra encontrarlo después de que este se dejara caer sobre la cama y moviera los brazos a sus costados paseando las manos por los espacios que no pudo abarcar.

—Comparándolo con mi perspectiva en mi forma anterior esto no es tan grande ahora —Comenta para sí mismo.

—O-Oye tú... —Tartamudea permaneciendo oculto parcialmente tras la pared —Necesito hacerte una pregunta.

—¿Sobre qué? —Cuestiona sin prestar mucha atención ni dirigirle la mirada.

—Acerca del remordimiento por el que conseguiste frenar la partida de mi alma... ¿Sabías cuál era esa razón...por la que me arrepentí de mi suicidio?

—¿Por qué debería saber eso?—Inquiere desentendido dejando los brazos tras la cabeza y cruzando las piernas restándole importancia a aquellas palabras —Entre mis capacidades no está leer esa clase de cosas, sólo me percaté del alma que tuvo un breve titubeo y actúe para tomarla.

—Entiendo...—Concede en un susurro sintiendo relajarse los hombros antes tensos, por lo visto ese gran detalle podría permanecer secreto todavía.

Con el silencio establecido tras sus palabras y cuando Edgar pensó que estaría bien retirarse para dejar al otro éste habló de nuevo.

—En verdad siempre fuiste malo para los nombres ¿No?

Dejándolo unos segundos sin reacción a aquello termina por entender a lo que se estaba refiriendo.
Era cierto, nunca le gustó ninguno de los nombres que quiso ponerle.

Todos esos apodos cariñosos que en su momento usó para llamarle hicieron que su rostro enrojeciera y desviara la vista avergonzado.

—Sí, los recuerdo todos.

Eso sólo consiguió que el más alto se sobresaltara al confirmarse algo que ya temía.

—¡N-No es mi culpa que sólo así me hicieras caso!—Recrimina recibiendo con ello la risita del azabache.

—Mi nombre es Ranpo...¿Ves que es mucho mejor que cualquiera de tus opciones?—Con un tono infantil se da vuelta para tomar una de las almohadas y abrazarla, acurrucandose como un gatito—Ahora déjame dormir, estoy cansado.

Sin objetar nada Allan se retira, ver la posición optada por aquel sobre la cama le hace pensar que tal vez las manías felinas de su antigua forma permanecían arraigadas en él.

Regresando entonces a la sala Poe da un nuevo vistazo a la receta que le fue otorgada en el hospital y toma el primer medicamento, analgésicos en caso de dolor de cabeza, en este caso probablemente generado por el esfuerzo inútil de procesar lo que estaba sucediéndole pues la idea de tener a un demonio con aspecto humano tomando una siesta en su recámara no era fácil de asimilar, mucho menos que ahora su alma no fuera más que una fuente de alimento para este mismo.

Alimento...

No puede evitar pensar en lo ocurrido no mucho tiempo atrás y eso lo lleva a dejar caer la cabeza golpeándose la cara con la mesita de centro soltando un gruñido frustrado.

THE LAST WISHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora