Capítulo 3

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LYN

― Quiero irme ― Me concentro en Angros, pero él mira a Elena esperando que diga algo, pero no funcionará ― Me iré sin ti.

Levanto las manos, dándome la vuelta y empujando la puerta con acceso a las escaleras del edificio. ‹‹Es más rápido››

Acelero el paso cuando escucho que me siguen, pero me alcanzan y me hacen detener.

― Iba a hablarte sobre ella.

― Pero no lo hiciste ― Reprocho ― Igual no me interesa si te follaste a mi prima. Solo quiero largarme de aquí.

Paso por su lado, pero me toma de la mano.

― No finjas que no te afecta porque sé que sí ― Menciona, señalándome con la otra mano.

― ¿Ah, sí? A ver... Según tú, ¿Por qué debería importarme?

Levanto el mentón y le hago frente, no permitiendo que crea que me conoce. Aunque por dentro siento un sin sabor que me alarma...

‹‹Me niego a aceptar que tiene razón.››

― No tengo una definición clara, pero por tu reacción sé que no estoy equivocado.

― Hazte a un lado ― Niega ― Angros...

― Elena quiere hablar contigo. ¿Acaso no quieres lo mismo?

― Obviamente sí imbécil, pero no me apetece compartir espacio con chicas que te has folla... ― Cierro la boca antes de finalizar la palabra y Angros aprieta los labios para no reír ― Me refiero a que esa chica no tiene buena energía y no quiero tenerla cerca... Eso quise decir desde un principio.

La rabia viaja por cada vaso sanguíneo de mi cuerpo, complementándose como parte de mi ser y odiando el haber sido tan desprevenida.

‹‹Necesito mantener la concentración.››

― Ya... ― Me observa.

Ladeo la cabeza sin saber qué cara poner y él termina riendo.

― ¡Estoy diciendo la verdad! ― Se lleva las manos a los bolsillos del pantalón y ríe más fuerte.

― ¿Y te estoy juzgado acaso? No he dicho nada Lyn ― Intenta contener la risa, pero no puede.

― ¡Deja de reírte! ― Sigo elevando la voz.

― No me estoy riendo ― Niega, pero sigue haciéndolo.

― ¡Lo estás haciendo! ― Lo señalo y se pasa las manos por la cara, mirándome con un gesto de burla ― Detente, no es gracioso.

― Tú celosa, créeme que es muy gracioso.

― No estoy celosa imbécil ― Cruzo los brazos y deshace el nudo, acercándose y mirándome fijamente a los ojos cuando entrelaza nuestras manos.

― Voy a contarte sobre ella... ― Lo callo.

― No quiero que me cuentes nada.

― Bueno ― Me sigue la corriente.

Tira de mis manos, haciéndome subir por donde venía bajando.

Se mantiene en silencio durante el regreso y mis ojos no pueden apartarse de él por más que mi cerebro lo exija.

Es como un imán que no les permite despegarse de toda su perfección.

La puerta del departamento está entreabierta y Angros sostiene la manija, abriéndola y haciéndome entrar.

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