III

33 19 32
                                    

Sí, definitivamente a ella le gustaba el agua.

La niña no sabía el por qué de su gusto, quizá la sensación de frescura y lo ligera que se sentía al flotar. Así que, como de costumbre, ella entraría a las aguas cristalinas de aquel río, esta vez usando su vestido favorito. Ese era blanco en su totalidad.

¿Dónde estaba la madre?

¿Dónde estaban los que la llaman ángel?

¿Dónde estaban todos cuando apareció un monstruo muy familiar en aquellas aguas?

La niña era muy inocente como para saber... Era tan inocente como para darse cuenta del deseo de aquel monstruo cuando la tocó en lugares donde jamás había sido tocada y manchó su alma con sus manos sucias.

No comprendía nada pero huyó. Algo no estaba bien, de repente no estaba felíz.

Sentía miedo y escalofrío. Su estómago se sentía amargo y en su mente inexperta solo habían pensamientos que la oprimian y la llevaban al desasosiego.

El cuestionamiento hizo presencia en su huía de vuelta a casa.

A ella le gustaba los mimos, los abrazos y los besos.

¿Por qué no se sintió bien?

¿Qué era diferente?

La niña del vestido roto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora