IV

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Corrió y corrió, temiendo de que el monstruo la alcanzara, podía escuchar ecos de la voz del monstruo por todos lados haciendo desesperante su camino, en algún momento resbaló, sus manos dolieron y la sangre de las mismas se mezcló con el lodo del suelo.

¿Qué estoy sintiendo?

¡Ayuda!

Su cabeza se llenaba de esas palabras mientras que su voz había desaparecido. Su corazón latía muy rápido, casi de manera dolorosa.

Se detuvo justo frente donde estaba toda su familia reunida. La niña se quedó quieta mirando con atención desgarradora todo lo que le rodeaba, sintiéndose aturdida, todo a su alrededor iba tan lento como en las películas que le gustan.

De pronto ya era muy tarde. No había una venda en los ojos del ángel, el agua ahogó aquella cinta invisible.

Nada estaba bien. Frente a sus ojos se iban desvaneciendo todos los bonitos colores de su mundo. O quizá era ella quién perdía esos bonitos colores.

El vacío se convirtió en un sentimiento nuevo en el cual se refugió. No estaba felíz, no había seguridad a la que acudir, no había nada.

Pensó en todas las cosas que había visto y vívido, ¿cómo era ignorante de ello? El aire la falta mientras revivía sus recuerdos.

Y las primeras lágrimas cayeron por su rostro, todas representaban su dolor, miedo y ansiedad.

Se dió cuenta con más amargura de que todo fue falso.

Miró sus manos heridas y sucias.

También miró a su vestido sucio.

La niña del vestido roto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora