Capítulo III

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Sacrificio y Salvación

III 

Principio

El futuro de los valientes siempre es incierto.

Ahora que sólo árboles la rodeaban y los muros que fortificaban el palacio ya no podían divisarse por la espesura del bosque, Kagome se vio obligada a fijar su vista en aquel monstruoso animal en el que era transportada, en su alrededor y en aquellos seres que no eran de su mundo común.

Con una de sus manos, rozó la piel de aquel dragón de dos cabezas, ésta era bastante escamosa al tacto, pero suave a comparación de otras pieles que había podido tocar anteriormente. A aquel ser mitológico no pareció molestarle el acto sutil de la muchacha curiosa, que siguió hurgando su alrededor, totalmente nuevo para ella.

Realmente, nunca había tenido la oportunidad de explorar aquellos terrenos del bosque y aunque deseaba encontrarle alguna diferencia interesante que llamara su atención lo suficiente, tuvo que resignarse a seguir pensando en lo que había tratado de esquivar.

¿Qué iba a pasarle?

Había pensado tanto tiempo la misma pregunta, que su mente se encontraba agotada. A veces se preguntaba si no estaba siendo demasiado obsesiva con algo que probablemente era muy sencillo de responder:

Caminaba directo a su tumba sin tan siquiera tambalearse.

Pero como todo en la vida tiene su contradicción, había algo, algo muy profundo dentro de sí, que conservaba la vana ilusión de que conservaría su vida por un tiempo mucho más prolongado del que pensaba, ya que por el momento nada le indicaba hostilidades de ningún tipo, o palabras amenazantes que se le dirigieran, solo existía en el ambiente un silencio pacifico de alerta por parte suya, ya que no tenía la necesidad de emitir palabra alguna.

Luego, volvía a caer en el circulo vicioso de las preguntas que se asomaban a su corazón, sujetándose fuertemente a sus sentimientos.

¿Cómo estaría su familia? ¿La extrañarían? ¿Acaso Sota la recordaría por siempre como ella a él?

Sus padres de seguro debían estar muy preocupados, no sólo por su bienestar sino por su porvenir. Definitivamente su matrimonio era algo que se había estado planeando durante mucho tiempo, se habían estado evaluando los posibles pretendientes, las uniones más ventajosas — y por supuesto más seguras para su única hija— y, aun así, era casi una seguridad que algún día tendría que marcharse lejos de su casa, con la clara garantía de verlos en visitas. Siempre había esperado, tener un final feliz con una boda de cuentos de hadas, un amor eterno o muy probablemente al menos uno en el que pudiera ser feliz. Pero por supuesto, la vida siempre daba demasiadas vueltas.

Así como tampoco podría ver como su hermano se convertía en un hombre y tomaba los dominios de su clan, ni tampoco ver como se casaba o se convertía en padre... Cosas que solo se podrían dar de ahora en adelante gracias a su sacrificio.

Todo se resumía a sueños truncados que jamás se cumplirían.

Aquellos pensamientos solo eran eso, pensamientos que jamás se harían realidad, nunca podrían ser una opción con un demonio. Era de lo más probable que jamás pudiera ver de nuevo a su familia, o que tuviera al menos una boda decente o un matrimonio feliz... Porque cuando había pensado en eso, definitivamente, no lo había planeado con un Daiyōkai. No con el próximo rey demoníaco. No con Sesshomaru.

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