Continuación II: Mentirosos

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Ya está disponible la historia de Sergio y Héctor. Estará en Wattpad disponible hasta el 3 de diciembre, después se subirá a Amazon, como se aviso. Estoy a punto de empezar la tercera parte, que, como siempre, se subirá primero a Wattpad para que se pueda leer de forma gratuíta. Abrazos

Os dejo aquí el primer capítulo. 



Capítulo 1





Frente a él, los libros se amontonaban en un rincón del escritorio. Su ordenador permanecía encendido desde hacía tres días, con al menos quince pestañas abiertas en el navegador. Alguien pasó junto a su puerta cerrada, manteniendo una conversación en voz baja que era perfectamente entendible en el pequeño cubículo que la universidad había asignado a Héctor al inicio de su doctorado. Una mesa rectangular, un radiador que funcionaba cuando quería y una estantería repleta de libros sobre Historia Moderna completaban la decoración de aquel espacio que permanecía ocupado al menos durante diez horas diarias.


—Héctor, ¿vas a bajar a comer?


Levantó la vista de los papeles entre sus dedos, cansado.


—No, gracias —contestó a través de la madera cerrada, y Álvaro, su compañero, se marchó hacia la cafetería del edificio.


Le quedaba cerca de un año de trabajo. Un año largo de escritura y ponencias. Pero estaba bien, porque allí, entre las conocidas paredes de un rincón oculto del Departamento de Historia moderna de la universidad, se sentía a gusto. Quizás fuera la costumbre, que había convertido lo estéril y húmedo en un lugar conveniente para vaciar su cerebro de todo aquello que no estuviera relacionado con su investigación. O quizás fuera porque allí, bajo el amparo de una puerta cerrada que rezaba su nombre, se mantenía alejado de los demás. A salvo de miradas indiscretas o incriminatorias. Allí, Héctor se sentía seguro.


La luz que entraba por la ventana pronto empezó a disminuir y el cielo encapotado dio paso a la noche. Poco después, alguien llamó a la puerta de nuevo, esta vez para recordarle que cerrarían en una hora. Héctor se sacó las gafas, se refregó los ojos cansados, que estaban perdiendo dioptrías a medida que el tiempo pasaba inexorablemente atado a sus libros, y suspiró. Finalmente recogió todas sus cosas, las metió en la mochila azul que colgaba siempre de su hombro y salió del edificio. Su coche le esperaba allí donde lo había dejado aparcado aquella misma mañana, solo que la mayoría del resto de vehículos del parking habían desaparecido ya. Media hora después entraba en su casa, con el olor de la cena esparciéndose por cada rincón del comedor y la figura delgada de su madre sentada en un extremo de la mesa. Tenía la vista fija en él, clara y concisa. Héctor suspiró, aliviado.


—Buenas noches, madre.


—¿Qué tal tu día?


—Bien. Como siempre —agregó, dejándose caer en una de las sillas y tomando sus cubiertos—. ¿Qué hiciste hoy?


—Fui al gimnasio. Y después a tomar café con las chicas. Te mandaron saludos.


Esos celos rojos [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora