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Sharukh utilizó un vehículo militar del ejército de Halyan para transportar a sus subordinados hacia Fadilah, la capital de Halyan, que estaba en medio de intensos enfrentamientos. Los rumores sobre su llegada se propagaron entre los manifestantes, lo que alentó aún más al ejército popular, que seguía siendo leal al antiguo rey. Cada vez más personas abandonaban sus hogares para unirse a la lucha, lo que dificultaba la situación del ejército gubernamental, ya que algunos altos mandos militares no estaban de acuerdo con la violencia. El poder político comenzó a dividirse claramente en dos facciones.

Khalil ya no trabajaba como secretario del rey. Se mantenía recluido en su casa, pero en realidad actuaba como intermediario en secreto, contactando a políticos influyentes para persuadirlos de unirse a Sharukh Serim, con resultados bastante satisfactorios.

Mientras tanto, Sharukh también participaba en los combates, ocultando su rostro, y enviaba mensajes en secreto para animar al pueblo. Esta lucha, tanto abierta como subterránea, duró casi un mes, y las fuerzas gubernamentales empezaron a perder terreno. Los políticos en el parlamento comenzaron a criticar duramente la administración del rey Rashid Tahiaddin, lo que provocó un gran enojo en él como líder del gobierno. Al final de la reunión de ese día, el rey se dirigió furioso a su coche oficial.

—¡Llévame rápido al palacio! ¡Estoy agotado!

Cuando estaba solo, el rey Rashid solía mostrarse menos formal, despotricando mientras el conductor comenzaba a llevarlo de regreso a su residencia en el palacio. Una vez en el coche con aire acondicionado, comenzó a relajarse un poco. El extraño aroma que llenaba el coche también ayudó a calmarlo, hasta que finalmente se quedó dormido en su asiento.

Estaba aturdido incluso cuando el coche se detuvo frente a su residencia en el palacio, y el conductor tuvo que ayudarlo a bajar.

—Lo llevaré a su habitación, majestad —dijo el conductor.

El rey asintió. Curiosamente, no podía controlar sus pensamientos y permitió que el conductor lo guiara más allá de los guardias hasta la parte interior del palacio, donde fue llevado a un sofá en una esquina de su amplia habitación. El rey Rashid sacudió la cabeza para despejar la confusión, y cuando abrió los ojos de nuevo, vio que el conductor seguía parado frente a él.

—¿Por qué sigues aquí? ¡Estoy cansado, quiero dormir!

En el momento en que sus miradas se cruzaron, sintió un escalofrío en la nuca. El rostro de aquel joven le resultaba vagamente familiar, pero lo que realmente le inquietaba era la frialdad de sus ojos.

—Con el debido respeto, majestad, tengo algo importante que comunicarle —dijo el hombre, con una voz tranquila pero cargada de autoridad, lo que hizo que el rey Rashid sintiera temor al instante. Sabía de inmediato que no era un simple conductor. Con desconfianza, el rey se levantó.

—¿Quién eres en realidad? —preguntó.

El hombre inclinó levemente la cabeza, esbozando una pequeña sonrisa antes de responder.

—Mi nombre es Sharukh Serim bin Assal Al-Fadi. Si lo considera, soy su sobrino, majestad.

Los ojos del rey Rashid se abrieron de par en par. ¿Quién podría haber imaginado que su enemigo número uno se atrevería a infiltrarse tan profundamente en su palacio, hasta estar cara a cara con él? Sin embargo, el rey mantuvo su orgullo y ocultó su miedo, levantándose con una sonrisa despectiva.

—No tengo necesidad de reconocer parentesco contigo, Sharukh. No vales lo suficiente para mí.

Sharukh no se inmutó ante esas palabras, pues su objetivo era cumplir una misión importante. Había logrado infiltrarse con la ayuda de varios aliados y había utilizado incienso hecho de corteza de árbol con propiedades relajantes dentro del coche. Aunque no tenía efectos soporíferos, sí provocaba confusión temporal en quienes lo inhalaban. Sharukh había tomado medidas preventivas, inhalando otro tipo de incienso que lo protegía de los efectos, permitiéndole estar completamente alerta.

Soplo de arena [ลมหายใจแห่งผืนทราย]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora