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El tono severo de Sharukh hirió los sentimientos de Gavyn profundamente. Él desvió su mirada de los penetrantes y severos ojos que lo observaban hacia las arenas frente a él, como si quisiera que estas calmaran un poco las emociones que lo abrumaban. Gavyn intentaba comprender las diferencias entre él y Sharukh, quienes habían crecido en culturas completamente distintas, y quizás esa era la causa de sus malentendidos.

—En realidad, podrías hablarme bien. No es necesario que me regañes de esa manera.

Gavyn alzó la barbilla, tragándose el calor de sus sentimientos, y su voz sonó más firme de lo habitual.

—Sé que hablo mucho y eso puede molestarte, pero créeme, no tengo intención alguna de entrometerme en tu vida. Un periodista insignificante como yo no puede hacerle nada al temido demonio de Daffar como tú.

Sharukh detestaba esta situación.

No le gustaba que Gavyn apartara la vista de él y actuara distante. El tono de reproche, duro y frío, lo hizo darse cuenta de que esta vez Gavyn estaba realmente molesto con él.

—Lo siento.

Sharukh suspiró y pronunció unas palabras que nunca antes había dicho a nadie.

—Perdón por haberte gritado. No fue un regaño como tú lo dices.

El tono suave de Sharukh solo aumentó la confusión de Gavyn, quien no entendía por qué se sentía así hacia él, otro hombre como él. Sin embargo, esos sentimientos habían surgido sin razón aparente. Avergonzado, Gavyn no se atrevió a mirarlo, sin darse cuenta de la expresión arrepentida en el rostro de Sharukh.

—Vamos, Gavyn, no te enojes así.

El aliento de Gavyn se detuvo en seco cuando Sharukh tomó su mano entre las suyas. La piel de Sharukh era áspera, cálida y húmeda al contacto, y con la punta de sus dedos acariciaba suavemente el dorso de la mano de Gavyn.

—No me gusta verte así. ¿Podrías mirarme, por favor?

La voz de Sharukh no era la del temido líder de los bandidos del desierto. Sonaba más como un joven disculpándose con su amado por haberlo enfurecido. Gavyn, casi olvidando cómo respirar, se obligó a mantener la calma. Intentó retirar su mano de las de Sharukh, pero no lo consiguió.

—Suéltame, Sharukh.

—Mírame bien y hablaremos, entonces te soltaré.

Sharukh, terco como siempre, seguía sosteniéndole la mano con fuerza. Finalmente, Gavyn suspiró y accedió a mirarlo. Tan pronto como sus ojos se encontraron con los de Sharukh, llenos de arrepentimiento, el corazón de Gavyn se ablandó.

—Ya te estoy mirando, ¿puedes soltarme ahora, Sharukh?

—Tienes unas manos muy suaves, como si nunca hubieras trabajado duro.

Lejos de soltarlo, Sharukh empezó a jugar con los delgados dedos de Gavyn. Al ver que la expresión de Gavyn se relajaba un poco, sus ojos brillaron con picardía bajo la luz del sol.

—¿Ya no estás enojado conmigo, Gavyn?

Gavyn se puso serio de nuevo y habló con Sharukh, quien lo miraba con ojos llenos de expectativa.

—Yo nací y crecí en un país occidental, donde la libertad de pensamiento está muy arraigada. En cambio, tú vives en un país donde el líder es el centro de todo. No tenemos nada en común, Sharukh. Tendremos que hacer muchos ajustes si queremos seguir juntos.

Gavyn se sobresaltó al darse cuenta de que había dicho todo lo que pensaba en voz alta. Sintió cómo la sangre le subía a la cara, llegando hasta sus oídos.

Soplo de arena [ลมหายใจแห่งผืนทราย]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora