Uno

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Si no supiera en dónde trabajas y para que, ya te hubiera mandado al servicio social.— Me regañaba Marissa nuevamente.

—Jaja, no es para tanto, es sólo otro pequeño corté

¿Pequeño corté? ¡Sólo mira ésto! Debe de tener como cinco centímetros— Dijo Marissa

Ya estaba acostumbrada a esta plática, siempre venía al hospital a diario cada dos o cuatro semanas, ya que me lastimaba a propósito para venir y ver al guapísimo del doctor Cullen, él era quién me atendía y yo estaba que me moría por besarle, pero... Era casado y tenía hijos más grandes que yo. Pero esta vez era muy diferente, no me había cortado intencional, había sido realmente un accidente en el taller de un amigo mecánico y me había cortado el brazo, ahora estaba acostada en la camilla siendo atendida por Marissa quien era una enfermera y también como mi hermana mayor.

El sonido de la puerta se dejó escuchar junto con un galán que me encantaba ver, ahí venía él con su cabellera rubia peinada hacia atrás, la camisa blanca, pantalones negros con sus zapatos de igual color y su bata blanca con su típica sonrisa y mirada calmada acercándose a donde nosotras estábamos.

¿Cómo está la paciente? Creo que te vi ayer— Decía él mientras tomaba la planilla médica.

Hola, doctor Cullen. También me gusta volver a verlo— Dije burlona.

¿No te cansas de venir aquí?— Pregunta mirándome.

No.— Contesté con una sonrisa.

Él solo me miró negando y agradeció a Marissa por atenderme pero ahora él se encargaría de mí, y así comenzó a preparar la jeringa que casi siempre era inyectada en mi cuerpo para dormir parte de la zona herida y poder limpiar la sin que me doliera, el líquido era más como un corte de vidrio que duraba milésimos de segundos y luego de colocarla al rededor de toda la herida dejaba de sentir dolor el esa parte lastimada.

Me preocupas a veces, cuando te inyectó y veo que no te molesta, me pareces algo rara— Dice sin dejar de inyectar me.

Creo que ya somos dos— Dije y el me miró— Todo el mundo dice que es bueno y amable, el mejor doctor que hay. Pero también dicen que es extraño y tiene sus misterios— Lo miró.

—¿Tú también piensas ésos?.

Sí todos pensara mos lo mismo, no habría personas como yo o usted. Ser diferentes nos hacé geniales... A veces— Pensaba en todo lo que sucedía cada día, no solo aquí en el pueblo si no en diferentes lugares del mundo. Las personas y la política, los gobernantes y los renegados, todo se dividía en dos o más partes.

¿Usted, que piensa, doctor Cullen?— Preguntó ya sentando me en la camilla.

Pienso que ya terminé y deberías ir directo a casa. Y no quiero tener que verte mañana— Me señaló con el dedo para luego sonreír.

Lo intentaré— dije mientras caminaba hacia la puerta y luego salir de la sala.

Empecé a caminar por el pasillo hasta la salida, suspiré aliviada y contenta, el verlo era lo que me gustaba y más cuando él sonreía.

Si tan solo no fuera casado... Va, que remedió— Dije desanimada.

Ya en el taller hablé con mi jefe y este al igual que el doctor Cullen me mandó directo a casa y me dijo que a los tres días solo viniera para que le lleve algo a su novia, terminé por despedirme y ir a casa.

Ya llegué, mamá— Dije aún sabiendo que no recibiría respuesta. Mamá no llegaría hasta las 11 y eran las 20:48 hasta entonces me quedaría sola en casa.

Fui a mi cuarto que estaba al final y me recosté en la cama cansada, suspiré y miré el techo sin pensar en nada, las veces que pensaba era solo para soñar despierta, pensar en que estaba en pareja da con el doctor Cullen, que él me amaba y quería, andábamos de la mano caminando por la playa y quedándonos viendo las puesta de sol, era algo muy fantasioso y sabía que no pasaría nunca. Con ese último pensamiento que quedé dormida tal y como estaba sin sacarme las zapatillas y campera.

Mi amado Doctor CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora