Intermedio | Papel de seda.

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;; 丝绸纸
Punto de vista de Tzuyu.

Salimos del edificio buscando el refugio aéreo que tenía nuestra club de lectura, sin embargo, a lo lejos noté la figura de mi compañera Bo Momo frente a una fogata cerca del pequeño bosque que había allí.

—Espera aquí... Iré a ver. -añadí antes de darle la vela que llevábamos con nosotras todo el tiempo.

Con las piernas fallándome a causa del miedo y nerviosismo por no saber bien el porqué ella estaba allí, terminé por acercarme hasta el otro lado de la fogata, cada vez más asustada por los murmullos de Momo.

—Quémalo con papel de seda para que nadie lo sepa... -repetía en incontables ocasiones a la vez que lanzaba pedazos rotos de hojas de libros que ella misma terminaba por destrozar.

Guardé silencio unos segundos antes de tomar el valor suficiente para hablar.

—Momo... ¿Le pasó algo al club de lectura? -pregunté sin obtener respuesta. —¿Están escondidas en el refugio antiaéreo?

Tras esa pregunta, las manos ajenas se detuvieron de repente y su mirada perdida en las llamas se alzó ligeramente, aunque no lo suficiente para verme.

—Mina nos traicionó.-soltó.

—Eso es imposible. -respondí por reacción, empuñando las manos.

—Entonces, dime... ¿Por qué el instructor Bai tenía ese libro? -pausó, en sus ojos se podía notar la impotencia de Momo. —¿Esta semana no le tocaba tenerlo a Mina?

No dije nada, de mi ser sólo salió girar la cabeza a mi izquierda, perdiendo la mirada en el suelo lleno de pasto. No era posible, definitivamente, eso no era verdad.

—¿Tú dijiste que ninguna nos traicionaría? -preguntó la chica de cabellos color azabache frente a mí, pero no la miré. —¿Por qué terminó así?

Su voz apenas y se escuchaba, con aquella última frase pude sentir la triste y desesperada aura que desprendía. La maestra Xing Nayeon nos dijo que si alguno de los libros de izquierda que leíamos llegaba a manos equivocadas todas perderíamos la vida... Pero nunca creí que fuese tan pronto.

Por su lado, la señorita Shen dejó que Mina se uniera al club sin importarle que a Momo no le agradara que ella estuviera todo el tiempo dibujando cosas que no se relacionaban con los libros que debíamos leer. Me comentó que lo único que quería era darle un espacio en donde ella se sintiese libre ya que la señorita Shen, cuando era estudiante, se la pasaba soñando despierta... Sólo quería que Mina se sintiera cómoda pero, ¿Qué tan caro salió eso? Nos arriesgamos demasiado.

—Tzuyu... ¿Por qué terminó así? -cuestionó Momo cuando yo recién había tomado varias hojas de un libro para romperlas y lanzarlas al fuego también. —Sólo leímos algunos libros, ¿Verdad?

Preguntaba con la voz quebrada al borde del llanto, pero no deseaba mirarla, no podría soportarlo. Si lo hacía lo más probable es que yo acabara llorando, pero no era momento de lamentarnos... Nuestra vida corría peligro.

Decidí mirarla, confirmando que sus ojos se encontraban llorosos, no obstante, la alta figura de un hombre delgado con una lámpara en la mano me hizo querer alzar la vista más de lo que debía. No era humano, de eso estaba segura, ni siquiera tenía rostro y caminaba con torpeza hasta quedar a espaldas de Momo, demasiado cerca de ella.

—Oye... -susurré asustada, logrando que mi compañera igual se percatara de la tercera presencia.

En un abrir y cerrar de ojos, esa cosa la tomó por el cuello y la alzó a una altura considerable, teniendo en cuenta que tal monstruo medía como 3 metros.
Las piernas de Momo comenzaron a patalear y sus manos dieron a su propio cuello, era obvio que estaban ejerciendo fuerza en él.

—Chou... Tzu... Yu... -decía con trabajo, básicamente con la poca voz que lograba salir de su garganta. —Corre... ¡Corre!

Y... Un crujido se escuchó.

Los pies y manos de Momo dejaron de moverse y cayeron dando el aspecto de una muñeca de trapo.
Tragué saliva, mis pies no habrían respondido no fuese porque aquella criatura que parecía ser sacada de un cuento de miedo se giró en dirección mía.

—Todos son responsables de denunciar el espionaje... -comenzó a hablar.

Corrí, tropezando a los pocos pasos pero levantándome de inmediato.

—Ocultarlo también es un crimen. Habrá un severo castigo para los que inviten mentes rebeldes para socavar el gobierno. -escuché mientras corría con todas las fuerzas que podía en ese dramático momento. —La sentencia es la muerte.

—¡Corre, Sana! -grité, tomándole del brazo cuando topamos, prácticamente jalándola conmigo al interior del edificio por nueva cuenta, dándole poca importancia a el hecho de que no nos estuviera siguiendo ese fenómeno.

¿De verdad seguimos en la escuela?

Detention [SaTzu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora