Cap. 6 | La sobreviviente.

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;; 幸存者
Narrador omnipresente.

-Bájenla. Ninguna sobrevivió, sólo queda ella. Dale unos días, dispárale si no confiesa. -dijo uno de los guardias, tirando a Tzuyu al piso, ella estaba apenas viva con un montón de moretones en el rostro, manos, brazos y piernas, producto de las torturas.

-Sí, señor. -respondió otro guardia.

Sin embargo, la joven no tenía muchas ganas de cooperar, al pasar de dos días, los oficiales se habían cansado de preguntar sin obtener respuesta, de torturar sin tener un resultado. Parecía que Tzuyu se estaba dejando morir, pero, ¿Qué razón tenía para quedarse viva?

-Está decidido. Ejecútenla si no habla. -mencionó un hombre y acto seguido se acercó a la estudiante, moviendo su debilitado cuerpo con la planta del pie. -Creo que está muerta, ya pasaron varios días.

Sin embargo, estaba equivocado. Tzuyu dió señales de vida, escupiendo el agua que tenía guardada en su boca, en su garganta, en su organismo, estaba casi ahogándose.
Tosió varias veces hasta recuperar la voz, la fuerza suficiente para hablar.

-Yo... -habló en voz baja y volvió a toser. -Voy a confesar... Acúseme de lo que quiera... Pero voy a vivir.

Con esa simple frase, la joven Chou ya había decidido el futuro de su vida, había recolectado el valor de salir adelante a pesar de lo ocurrido y, sobretodo, cumplir con la promesa que le hizo a su profesora Shen Jeong; sobrevivir y entregar una carta que ella jamás pudo entregar en vida. Tenía que hacerlo, de lo contrario su alma no descansaría en paz. Ni la de ella, ni la de su profesora y mucho menos el alma de la persona a la que iba dirigida la carta: Huang Sana.

[•••]

Pasaron aproximadamente treinta años desde aquel suceso.

La única sobreviviente ahora era una mujer adulta, hermosa, vestía con pantalones de mezclilla y una camisa de manga larga color blanco. Tenía el cabello suelto y largo hasta media espalda, usaba unas zapatillas color negro.

Tzuyu, como todos los años, visitó la tumba de su fallecida docente Shen Jeong, dejándole unas lindas flores blancas y rezando por darle el descanso eterno y en paz al alma de aquella mujer. Llevaba un paraguas, pues era un día lluvioso.

-Señorita Shen... -mencionó. -Ya pasaron varios años y no he tenido el valor para hacer lo que me pidió. Demolerán la escuela... si no regreso ahora, nunca estaré a la altura de sus expectativas.

Abandonó el lugar, el cementerio y, decidida, se dirigió a la que en algún momento fue su escuela. Ese horrible sitio que fue oprimido de la peor de las formas. En el camino hacia esta, miraba toda la ciudad, el cómo había cambiado su entorno, su preciado país.

Al llegar, abrió ese gran portón, no había seguridad así que le fue fácil adentrarse y dar un último recorrido a esas abandonadas instalaciones. Visitó los salones, el auditorio, los baños, todos los lugares que pudo, todos los miró con nostalgia y con lágrimas que no dejaban de caer por sus delicadas mejillas. Los rostros de sus compañeras del club de lectura, de sus maestras, todas esas caras llegaban a su mente y la hacían sonreír.

Finalmente, llegó a la oficina de la señorita Shen, a la que fue su oficina. Se dirigió a un viejo cuadro, le asombraba que estuviese aún colgado en esa frágil pared. Lo quitó percatándose de un pequeño clóset. Lo abrió, dentro estaba una libreta con las hojas muy arrugadas debido al paso del tiempo. En la portada se leía: Símbolo de la angustia.

La última vez que la había visto fue el día de su ejecución, la escuchó decirle sus últimas palabras a ella, Tzuyu había sido tan débil ese día. No pudo agradecerle, no pudo hacer nada por ella más que llorar sola en su celda una vez los guardias se la llevaron.

-Vive... Tienes que vivir, me dijo ella. -murmuró con una ligera curvatura en sus labios.

Ya con la libreta en manos, se encaminó al que fue el salón de Huang Sana. Le costó llegar a él, pero pudo hacerlo, pasó por la puerta y, a pesar de las pésimas condiciones del aula, en medio del lugar se encontraba una mesa con su respectiva silla, sólo una mesa en todo el salón. Tzuyu tomó una de las tantas sillas arrumbadas y la puso del lado opuesto a la que ya estaba, se sentó y dejó la libreta sobre el escritorio.

-La señorita Shen dejó esto para ti. -le dijo al aire.

O bien, parecía que se lo había dicho al aire, pero no. Sentada frente a ella estaba el espíritu de Sana, una Sana que había permanecido con la edad en la que falleció, sus facciones, su estatura, no había envejecido e incluso traía puesto el uniforme de la escuela.

La menor, temerosa, tomó la libreta y sacó de entre las páginas una hoja suelta que estaba doblada. La extendió, permitiendo leer el mensaje escrito.

« Para mi narciso: Te esperaré en la próxima vida. »

Sana sonrió y sintió cómo sus ojos se llenaban de lágrimas de felicidad. En medio de la libreta también estaba el collar, ese colgante que Shen Jeong le había dado en vida, lo agarró y se lo puso sin dejar de sonreír; era una sonrisa que no mostraba la dentadura. Con una lágrima bajando por su mejilla, alzó la vista hacia Tzuyu.

-Te recordaré. -verbalizó la mayor. -Siempre te recordaré.

Sana sonrió amplio, cerró los ojos y, sin haber agregado palabra alguna... Su alma por fin pudo descansar en paz.

Fin.

Detention [SaTzu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora