Para el general Jiang Cheng las campañas se habían vuelto monótonas desde que la guerra había terminado. Tampoco es que disfrutara ver a sus soldados caer muertos en el fango mezclado con sangre y vísceras; pero salir a patrullar para mantener en orden el pueblo no era una tarea muy remunerante. Más que nada porque la mayoría de las personas fuera de los muros del palacio se enfocaban principalmente en la ganadería y la cosecha. Gente no muy pobre pero tampoco tenían cosas de valor que los bandidos quisieran robar. La mayoría eran betas que no tenían hijos y el resto eran ancianos. Había mucho que reconstruir, y los recursos escaseaban.
Era cerca de media tarde, y si el emperador Guangyao no lo había mandado llamar para ese momento, lo más seguro es que no le requeriría hasta mañana. Así que se tomó un descanso, galopó hasta un claro alejado del bosque, cerca de un río cristalino y bajó del caballo, acercándose al agua para que saciara su sed. Miró al animal con una sonrisa mientras acariciaba la crin de color negro azabache, y un momento después se arrodilló para también tomar un sorbo del agua de río.
Un ruido de entre los arbustos lo puso en alerta. Sus sentidos de alfa inmediatamente se agudizaron y enfocaron en sus alrededores y lentamente se enderezó con la mano en la empuñadura de su espada mirando a todos lados, inhalando el aire en busca de algún aroma diferente que delate a quien estuviera alrededor, listo para ser emboscado. Pero el ataque nunca llegó, el aroma del bosque no pareció cambiar salvo por un ligero toque de arándano que atribuyó a los arbustos junto al río, y finalmente decidió volver a montar su caballo, cabalgando de regreso al palacio. Se burló de sí mismo mientras cabalgaba, estaba seguro de haber escuchado algo e incluso creyó ver a alguien espiándolo por el rabillo del ojo. Un escalofrío recorrió su espalda cuando recordó las leyendas que se decían de aquel bosque, especialmente porque el cielo parecía oscurecer cada vez más rápido.
— No seas ridículo, Wanyin, son cuentos para asustar a los niños. -se regañó en voz alta mientras daba un último vistazo al bosque antes de continuar su camino de regreso.
En el claro donde Jiang Cheng estuvo, un joven salió de entre los arbustos, seguido de un pequeño niño.
— ¿Lo viste A-Yuan? Que guapo. -habló suavemente el mayor con una sonrisa y la mirada fija en el camino que había tomado el hombre minutos antes.
— ¿Quién era, Xian-ge? -respondió el niño mirando fijamente al mayor.
— No lo sé, pequeño. Volvamos a casa, debemos llevar las bayas que recolectamos para Qing-jie. Esta noche va a haber tarta de arándanos para el postre.
Tomando al pequeño de la mano, y una pequeña canasta del suelo detrás de los arbustos, ambos se alejaron en la dirección contraria, internándose más en el bosque. Aún cuando el bosque se iba oscureciendo más y más a medida que avanzaban, ninguno de los dos dio muestras de miedo, al contrario, el pequeño A-Yuan soltó su mano y comenzó a correr delante del mayor tocando pequeños hongos de colores que se iluminaban al moverse. Hacían la función de linternas aunque se apagaban casi al instante. No tardaron mucho para llegar a una cabaña iluminada con lámparas de papel colgadas del techo. El humo que salía de la chimenea indicaba que la cena estaba siendo preparada o que ya estaba lista, y ambos sonrieron emocionados al sentir el delicioso aroma de los guisos de su Qing-jie. Al entrar en la cabaña, un delicioso aroma a carne y rábanos inundó sus narices, y la voz de varias personas inmediatamente llenaron sus oídos.
— ¿Por qué llegaron tan tarde hoy? Ya oscureció. -regañó la única mujer adulta del grupo mientras servía un poco de la olla grande sobre el fuego en pequeños tazones.
La mujer le entregaba los tazones a una jovencita de unos 15-16 años con ojos blancos y la pequeña los llevaba a la mesa donde ya estaban sentados cuatro hombres. Dos adultos, un adolescente de unos 18 años, y un joven que parecía de la misma edad que el recién llegado.
— Tía Qing, Xian-ge conoció a un hombre guapo. -anunció el pequeño inocentemente mientras se sentaba a la mesa. — Oh, olvidé lavarme. -se bajó inmediatamente de la silla y corrió al baño mientras el grupo entero clavaba miradas curiosas en el muchacho.
— Oh, ¿y quién es este hombre guapo, A-Xian? -preguntó dulcemente uno de ellos, vestido completamente de blanco. Su tono era dulce pero en este podía dejarse ver un tono de amenaza.
— No lo conocí realmente, tío Xingchen, A-Yuan y yo lo vimos de lejos. Llevó su caballo al río para beber agua. -explicó dejando la cesta de arándanos en la mesada junto al fuego para cocinar. Sin percatarse de la mirada curiosa que se dirigieron los dos adultos en la mesa. — Cuando lo vimos, nos ocultamos detrás de los arbustos.
— A-Xian, ¿Qué ropas llevaba ese hombre? -preguntó el otro adulto, vestido con ropas negras.
—Túnicas moradas. Con lotos bordados en los hombros y la espalda. ¿Por qué, tío Zichen?
Los dos adultos de nuevo se miraron entre sí, y luego de soltar un suspiro Xingchen volvió a preguntar — ¿Vino sólo?
— Sí... -respondió vacilante el muchacho. — ¿Qué pasa? Me están asustando.
El de blanco se levantó de su asiento y se acercó a su sobrino poniendo ambas manos en sus hombros y depositando un beso en su cabeza.
— A-Ying por favor ten mucho cuidado, eres lo único que me queda de tu madre.
— Voy a tenerlo, Jiujiu, te lo prometo. -habló melosamente con una sonrisa.
— ¿Oigan, por qué tanta solemnidad? No es como si se fuera a morir. -interrumpió la adolescente con las manos en la cadera. — Anden, cenemos que se enfría y Qing-jie se esforzó mucho para cocinar.
— No tienes que hacer berrinche, A-Qing, todos sabemos que Xian-ge es el favorito de mamá. -bromeó el muchacho sentado junto a A-Yuan.
— Pensé que A-Yuan era el favorito. -alegó Wei Ying.
— De hecho es A-Ning. -Respondió casualmente el hombre de negro sentado a la cabeza de la mesa.
— ¡ZiChen! -exclamó Xingchen ligeramente ofendido. — Es broma niños, no hay ningún favorito.
A-Ning dirigió una mirada confundida a todos los que estaban sentados a la mesa con él antes de que Qing-jie le diera unas cariñosas palmadas en la cabeza y le instara a comer su cena. La comida se fue entre bromas, y regaños que más que llamar la atención, contribuían al buen humor de la familia. Finalmente todos se retiraron a sus habitaciones satisfechos y alegres. Excepto Wei Ying, su mente no dejaba de traer de vuelta la imagen de ese hombre. Si su jiujiu le había pedido que tuviera cuidado con él, es porque era peligroso, y una parte de él planeaba ser cuidadoso y no dejarle acercarse; pero otra parte deseaba intensamente verle de nuevo.
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Banda no me lo van a creer, pero esta historia lleva conmigo bastante y tenía que sacarla.
Ojalá la disfruten.
Una aclaración: Wei Ying usa "tío" y "Jiujiu" con Xingchen alternadamente dependiendo de cómo se dirige a él. Si es casualmente o respetuosamente, es "Tío" pero si está mimoso es "Jiujiu".
Nos leemos el próximo capítulo, Bye~
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Conquistando al General Jiang
FantasyEl General Jiang es un alfa que viene de tener una vida monótona y aburrida, pero eso cambia cuando conoce a un extraño pero hermoso joven. Por su parte, Wei Ying, un omega perteneciente a una raza de zorros guardianes del bosque, quien vive con su...