Campanas de Boda (parte 2)

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Wen Ning dio un largo suspiro y sonrió recordando los eventos que siguieron a ese día. Sobre todo, los pequeños detalles que Lan Wangji tenía para con él, y que hacían que su corazón se estremeciera y sus mejillas se sonrojaran.

Tenía un mes que Lan Wangji le invitaba a acompañarlo a algún lugar casi a diario, primero era a lugares simples como el río, los límites del bosque, o alguna pradera. Pero los últimos días, le había invitado a eventos que parecían muy importantes, un banquete en el palacio por motivo del cumpleaños de su tío, quien a pesar de aparentar ser muy serio y estricto, lo trató con mucha cortesía y amabilidad. Wei Ying pasó todo el día siguiente preguntándole qué hizo para caerle bien. Después fue el banquete de compromiso entre el emperador Lan y el Príncipe Guanyao. Wei Ying había asistido a este debido a que en ese momento estaba siendo cortejado por el príncipe Jin Zixuan.

Pero esa última semana habían pasado mucho más tiempo juntos; aún siendo su invitado en las reuniones, Lan Wangji tenía que atender a sus deberes de príncipe y se separaba de él por algunos momentos; pero esta semana fue diferente, desde el amanecer, cuando Lan Wangji llegaba a la cabaña, por supuesto con el permiso de Song Lan, hasta la puesta del sol cuando se separaban cerca de la entrada pasaban todo el día paseando y charlando, aún cuando el segundo Jade no hablara mucho, y él tampoco, sus conversaciones eran amenas para ambos, no decían mucho pero transmitían demasiado por medio de sus miradas o de pequeñas acciones y gestos; como rozar sus manos mientras caminaban o se sentaban en algún lado, mencionar un detalle pequeño de alguna conversación ya olvidada, o simplemente sonreírse el uno al otro cuando sus miradas se encontraban. Wen Ning siempre regresaba de esos paseos con algún regalo o un recuerdo, pero siempre con una enorme sonrisa y las mejillas enrojecidas por la emoción. Y esa rutina se prolongó por varios años, con intermedios en los que no podían verse por las obligaciones reales de Lan Wangji como príncipe. Sin embargo el joven de ojos dorados siempre escribía haciéndole saber al Zorro Wen que estaba pensando en él.

El primero de esos recuerdos era el conejito de porcelana que descansaba en sus manos. Rememorando todo lo que había llevado a su compromiso, y ahora a su boda, Wen Ning comenzó a preguntarse qué lo había llevado a pensar que Lan Wangji estaba enamorado de Wei Wuxian. Ninguno de los dos preguntaba por el otro, aún si llevaban meses sin verse. Y estando en la misma habitación, sus conversaciones eran breves y al grano.

Se estiró para devolver el pequeño conejito a su lugar, y sus ojos se fijaron en el anillo en su dedo. Una sonrisa tímida se alojó en su rostro mientras acariciaba con su otra mano el aro de metal con zafiros incrustados y patrones tallados de nubes. Y de nuevo las memorias se agolparon en su cabeza.

Lan Wangji no era de decir mucho. Era conciso y directo. Decía únicamente lo que tenía que decir, y nada más. Por eso fue tan sorprendente cuando el joven le dio un discurso completo el día que se le confesó, con los oídos rojos y una expresión atribulada en el rostro que más que confesión hacía ver al joven como si estuviera pidiendo disculpas. Wen Ning siempre pensó que él sería quien se confesaría con el Lan y que terminaría rechazado. Así que tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no desmayarse de la emoción y poder darle una respuesta satisfactoria al otro.

— Wen Ning, he estado enamorado de ti desde hace tiempo. Quisiera pedir permiso a tu familia para cortejarte. Si tu estás de acuerdo. -terminó el joven clavando sus orbes dorados en las esmeraldas del más pequeño.

— Wangji... yo... también he estado enamorado de ti desde hace tiempo. Sería un honor para mí ser cortejado por tí. -habló casi en un murmullo, con una pequeña sonrisa, los ojos vidriosos, las mejillas rojas, y el corazón desbocado.

Callado como era, Lan Wangji tomó el rostro de Wen Ning entre sus manos, y lentamente cerró los ojos y se acercó, tímido e inseguro. Vaciló un poco cuando sus labios rozaron los labios ajenos, pero finalmente los unió a los de Wen Ning en un beso lento, inexperto y algo torpe. Pero dulce y suave como el baozi relleno de natilla de huevo*. Cuando sus labios se separaron, Wen Ning tuvo que volver a aprender cómo respirar. Sobre todo cuando su aliento se volvió a ir de paseo al ver que Lan Wangji ponía un hermoso anillo con zafiros en su dedo.

Conquistando al General JiangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora