Un encuentro no tan afortunado

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— A-Yang, ve con A-Ning y A-Xian al pueblo. -ordenó Xingchen, ayudando a Wen Qing a cortar unos vegetales para la comida de la tarde. — Estoy seguro que Zichen necesita ayuda para traer la madera de la nueva recámara de A-Yuan.

— ¿Por qué no la cortamos del bosque como siempre? -alegó A-Yang, no le molestaba ir al pueblo, pero no entendía que compraran materiales que prácticamente crecían a su alrededor.

— El área que nos corresponde como familia está muy vacía en este momento, el invierno se acerca, tenemos que esperar a los Lan para que vuelvan el suelo fértil de nuevo y los árboles crezcan. -explicó Xingchen dulcemente. — Además, no solo traerán madera, también mantas y algo de heno.

— ¿Jie jie tenemos suficiente comida? -Wen Ning miró en la habitación donde guardaban la comida y después a su hermana. Quien asintió en respuesta.

Las orejas y colas de zorro de todos se pusieron en alerta cuando el pequeño A-Yuan entró en la habitación. La idea era que los chicos se fueran antes de que el niño despertara para evitar que pudiera acompañarlos. Nadie quería arriesgarse a que saliera herido o se perdiera, pero era difícil negarse a su sonrisa y ojitos adorables. Especialmente cuando amenazaba con llorar.

— ¿A dónde van? -preguntó con curiosa inocencia.

Se miraron unos a otros, preocupados por la reacción que tendría el pequeño. Y finalmente, Xingchen se acercó al niño y lo tomó en brazos. — Van a trabajar.

— Oh, ¿puedo ir?

— ¿Quieres cargar madera y mantas con gege? -se acercó Wei Ying tomando al pequeño en brazos igual que Xingchen lo hacía, pero dándole un pequeño beso en la mejilla haciendo reír al niño. Y luego mirando a los adultos.

— No me molesta si A-Yuan viene. Puedo ayudar a cuidarlo. -comentó Wen Ning.

— Tú eres el más fuerte de los tres físicamente, necesitan que ayudes a Zichen a cargar la madera. Pero gracias, A-Ning. -su hermana le acarició la cabeza mientras hablaba. —Está bien, lleven a A-Yuan, pero tú lo vas a cuidar, Wei Ying. A-Yang, por favor vigila a tu primo.

— Como siempre, Qing-jie. Bueno, vámonos, Papá debe estar esperando con la carreta. -El muchacho estuvo a punto de emprender el camino, cuando la pequeña que había estado callada todo el rato se acercó a ellos con una canasta.

— Papá debe tener hambre, llevenle esto. Ahora sí, váyanse.

Tuvieron que concentrar mucha energía para ocultar de nuevo sus orejas y cola. La gente del pueblo aún no estaba acostumbrada a las criaturas como ellos, la mayoría incluso los creía extintos o que habían desaparecido durante la guerra. Ninguno quería ni imaginar lo que pasaría si supieran que en el bosque junto a ellos había toda una comunidad. Mejor no tentar al destino.

Mientras caminaban, sus ojos brillaron de admiración, los puestos de recuerdos, telas y juguetes llamaban su atención, mientras que los puestos de comida despedían aromas deliciosos. No tanto como la comida de Qing-jie y A-Qing. Pero era delicioso.

No tardaron mucho en encontrar a Zichen y una carreta. Wen Ning, como siempre, fue el primero en empezar a cargar las cosas. Su fuerza física era sin lugar a dudas, excepcional, y rápidamente había puesto la mitad de la madera en la carreta él solo. Pero un carraspeó de Zichen llamó su atención.

— ¿Qué pasa?

— No tan rápido. La gente mira. -murmuró y ésa fue la señal para que A-Yang se acercara a pretender que lo ayudaba.  — Lleva a A-Yuan a dar un paseo. -le comentó a Wei Ying al notar que el pequeño se ponía inquieto. — Los esperamos a la salida del pueblo. Compra algo para él.

Conquistando al General JiangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora