Capítulo 9.

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Lucas Williams.

A veces siento que la vida le da igual mis deseos, todos mis conocidos ya encontraron a su Alma y yo manifestándola cada día. ¿Por qué? ¿Por qué tarda tanto en aparecer? ¿Estoy haciendo algo mal?

Ya no sé ni que pensar, siento que soy un tren en movimiento sin estación alguna. He hecho todo lo posible para atraerla a mí, no pierdo la certeza. Sé que un día llegara cuando menos me lo espere, y ese día será el primero de muchos a su lado.

Lo único que me alienta es el apoyo de Daniel, él dice que si no aparece antes de los alfas encuentren a la suya, la buscaremos por cada una de las manadas hasta en las enemigas, Chris es otro tema. Aun así sé que la espera, solo hablan sus miedos por él.

En el mundo hay millones de estrellas, unas deslumbran más que otras, y sé que una de ellas brillara radiantemente a nuestro lado.

—Alfa.

Me detengo de correr y volteo la cabeza al ver al nuevo recolector de la manada.

—Thomas. Ya te dije que soy Lucas. Nos conocemos desde que eras un cachorro.

—Lo siento, se me olvida. Debo tratarlo con respecto — asiente serio — ¿Va a ir al otro mundo?

—¿Ahora? No creo, tengo un par de cosas que hacer.

—¿Seguro? Mira que Demian nos llevara a visitar un lugar donde ponen música muy ruidosa.

—Será la próxima. Pásenlo bien.

—Les informaré. Nos vemos.

Thomas es un lobo muy joven de la manada, se la pasa divirtiendo más detrás del río Allen que es su hogar, no lo culpo, a su edad era muy curioso. Tenemos a Agatha que sacia nuestras curiosidades, obviamente con algo a cambio. Ella siempre dice: Si quieres algo, debes perder también.

Es una señora mayor muy agradable, aunque muy poco expresiva. Ella fue la que abrió el portal para otro mundo, donde habitan personas como nosotros, pero sin transformarse. Sé que varias veces ella desaparece para reactivar el poder del portal, desearía que pudiera encontrar a mi Alma. Pero solo el universo me la podrá en mi camino y dejaré que lo demás fluya.

Sigo corriendo por el bosque respirando el aire libre, oigo el sonido de las hojas de los árboles moverse y el sonido de mis pisadas. Llegó a la mansión mucho más rápido que la última vez y no puedo reprimir la sonrisa de orgullo que se extiende por mi rostro.

Todo llega a su tiempo, es cierto. Ya está a mi lado la mujer por las que en muchas lunas rece para que apareciera. No soy el número uno en el amor, no soy el gran hombre perfecto, ni tampoco soy santo y tengo pecados. Pero soy su hombre, soy el hombre más feliz del mundo. Un hombre enamorado, que solo la quiere ella.

Ella me tiene jodidamente a sus pies.

—¿Vas a entrar o vas a quedarte mirándome? No me quejo, pero si querés divertirte un rato — me guiña un ojo. Ella es un ángel y un demonio que me hace caer en la tentación de su cuerpo.

—Prefiero admirarte.

—Yo también quiero apreciarte, porque no te quitas la ropa y vienes.

—Porque no me la quitas tú.

Su sonrisa divertida y sus ojos brillando de picardía me enloquecen. Decidí mostrarle el lugar donde la encontramos por primera vez, conociendo a Emma, supe que se metería en el Río Allen. Mientras nosotros estamos pasando el rato, Daniel se quedó en la manada revisando unos papeles para adquirir más territorio y Chris se fue al otro mundo para buscar unas cosas que nuestra estrella le pidió.

Miro a ambos lados custodiando los alrededores. Uno nunca sabe.

—Te ves tan sexy cuidándome.

—Emma — suplico al sentir su mano en mi abdomen queriendo bajar hasta donde se encuentra mi notable excitación. Desde que la vi con ese bikini negro...no puede resistir.

—¿Qué? — contesta inocentemente.

—Eres hermosa.

—No digas esas cosas que me suben el ego. ¿Qué es lo que más te llama la atención de mí?

Suelto una carcajada.

—Es un secreto.

—¿Así?

Ubica sus brazos en mi hombro acercando su rostro al mío. Inhalo su exquisita fragancia. Mis manos no dudan en situarse en su cintura sujetándola, tomándola por sorpresa la colocó por encima de mí hombro y corro hacia el lago.

—¡Lucas! ¡Eres un tramposo! — su risa suena hasta que nos lanzó al agua.

Subo a la superficial ganándome un empujón de ella.

—¿Qué? Es solo agua.

—Casi me ahogó.

—Mentira. Sabes que no lo permitiría.

—¡Deja de ser tierno, si no no puedo regañarte!

—Me gusta que me regañes.

—Terco.

Me coloco enfrente suyo, su rostro se suaviza. Entrelazando las manos en su nuca, poso mi frente sobre la suya. Suspiró hondo y cierro los ojos cuando aquel preciado aroma irrumpe mis sentidos, su corazón latiendo tan desesperado, atormentado contra su pecho que tenerla envuelta entre mis brazos es lo más mágico. Es igual a una dosis de infinita tranquilidad. La había querido, deseado con tantas ansias que en mi mente pareció nublarse solo por ella.

Sin soportarlo más la tomo de ambas mejillas y aplasto mi boca a la suya. Joder, que delicia disfrutar de su boca y poder consumir cada parte de ella.

Ella es mi universo.

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