VII. Antonia.

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08 de octubre (cuatro meses atrás)...

La llegada de Antonia en nuestras vidas fue una dualidad de sentimientos buenos y malos. Poché estuvo en el parto, cargó a nuestra hija y sonrió con tanto amor que lo vivido durante el embarazo pasó a segundo plano.

Las parejas tenían peleas y el que ambas tuviéramos las hormonas echas un desastre, yo por mi embarazo y ella por la falta de sexo, hizo que discutieramos por todo y nada. Aunque al final terminábamos abrazadas en la cama, con ella acariciando mi vientre y yo mirándola con amor. Así éramos ambas, a pesar de cualquier circunstancia siempre terminábamos amándonos y pidiendo perdón por ser tan testarudas.

Aunque el regreso a casa fue diferente, la licencia de maternidad era por seis meses, así que me limitaba a vivir el día a día sólo con mi hija mientras Poché salía a trabajar; ejercer abogacía era lo que más amaba, así que, cada mañana me levantaba para despedirla al pasillo del edificio donde vivíamos, la esperaba de vez en cuando para la hora de la cena. Le preparaba la tina para que pudiera relajarse y acomodaba aquellas decenas de sobres y carpetas con casos comunitarios nuevos.

Hasta que encontré aquello que me rompió el corazón.

Llevaba a Antonia en brazos mientras revisaba algunos cursos cortos que podía tomar para no atrofiar mi cerebro por la falta de clases, había tomado el portátil de Poché ya que ella se había llevado mi tableta. Estaba en su despacho en casa, sentada en la gran silla con la pequeña Antonia acostada en mi regazo, revisaba con atención cada requisito del curso que había elegido hasta que llegó una notificación.

[WhatsApp // Ms. Cordell: hice la reservación, no puedes fallarme esta noche, cariño.]

Aquello me hizo dudar, y aunque mi corazón dolía decidí creer.

Y ahora, cinco años después, aquel recuerdo seguía doliendo. El gel frío erizó la piel de mi vientre. –Profesora, al parecer el método otra vez tuvo éxito.– mi ginecóloga de confianza dijo con una sonrisa mientras leía el expediente y revisaba las dos pruebas de embarazo que hice en casa. –Y vaya que fue algo exitoso... Usted tiene a dos pequeños fetos desarrollándose en su vientre.

Y como si aquello fuera un huracán, un tsunami o quizás sólo un tornado; todo se derrumbó. Las cosas no estaban bien en casa y ahora yo estaba embarazada de dos. –¿Cuánto tiempo?

La mujer se quedó en silencio, revisando el monitor. Mi vista estaba en cualquier lado de la habitación blanca, menos en el monitor; aunque mis oídos podían escuchar aquellos dos latidos y la emoción crecía.

Y lloré. Aunque el llanto era una mezcla extraña entre la dulzura y la amargura. –Bien, al parecer van seis semanas de gestación. Pero hay algo que me preocupa, aunque no creo que sea algo peligroso... Solamente no haga mucho esfuerzo durante estos primeros tres meses.– la mujer limpiaba mi vientre. –Le recetaré los medicamentos necesarios... Su alimentación es buena así que no habrá problema... Sólo trate de no cargar cosas pesadas, incluso si esta dentro de su alcance, no levante a sus hijas en brazos.– la mujer caminó a su escritorio, yo me quedé recostada, llorando. –Y ya sabe, nada de alcohol, cigarrillos y ejercicios extremos. Le mandaré a hacer algunos estudios de rutina y también revisaremos a esos dos pequeños cada mes y medio. Su cita es para... ¿se encuentra bien?

Y como siempre, esa pregunta hace que las barreras de cualquiera caigan con fuerza. Cuando la mujer tocó mi cabello la abracé con fuerza. –Estoy asustada.– confesé. –No tengo a nadie y estoy asustada por esto...

Y aquello que externé con aquella mujer de bata blanca no lo dije cuando regresé a casa.

–¡Mamá, mamá!– la dulce voz de Antonia me recibió apenas crucé el umbral de la puerta principal. –Mamá, mami y Sally prometieron ir a mis clases de baile.– anunció con emoción.

I still don't forget you: Calle & Poché Donde viven las historias. Descúbrelo ahora