Capítulo 3

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JASON

La primera vez que fui detrás de una persona, fue la experiencia que más cosas me enseñó en la vida. La primera de ellas, nunca volver a perseguir a nadie.

Muy pocas personas, por no decir que únicamente Aaron, Nate, Alex y, por desgracia, mi padre, sabían todo lo que había ocurrido.

Enamorarse no es tan bonito o tan sencillo como muchas personas lo pintan. Enamorarse a veces te lleva a cometer las mayores locuras que puedas imaginarte, a cometer los errores más grandes que jamás habías pensado y que, en ocasiones, no tienen vuelta atrás.

Con dieciocho años sólo piensas en disfrutar, en dejarte llevar y en "hoy", pero cuando "mañana" se hace realidad, la cabeza explota como una granada. Hacía 5 años mi granada había estallado.

Perdí el control, perdí el rumbo y la perdí a ella.

Cassidy había sido mi primer amor, aquel que hace que tu cuerpo tiemble y tú cabeza se nuble. Ella tenía 22 años, era mayor que yo, y eso me gustaba más aún.

Por aquel entonces yo era un crío, ni siquiera sabía lo que quería, además de perder de vista a mis padres. Y Cassidy sabía cómo hacerme perder el juicio. Me sedujo, lograba lo que quería conmigo y luego, me destrozó.

Después de aquello juré no volver a enamorarme de nuevo.

Me había limitado a tener romances cortos, si podían llamarse así. Me limitaba a disfrutar y a dejarme llevar, pero siempre por un tiempo limitado. En cuanto notaba que las cosas podían ir a más de lo que me gustaba, simplemente desaparecía.

Los chicos y yo llevábamos siendo amigos toda la vida, estaban al tanto de todo ya que, gracias a ellos pude volver a ser quien era. Por lo menos una parte de mí lo hizo.

Jamás volví a perder el juicio. Por lo menos hasta que Natalie apareció.

No, no me hacía perder el juicio en ese sentido, con ella lo perdía literalmente.
¿Qué cojones le pasaba a esa chica en la cabeza?

Nos conocimos cuando cumplí los 21, pero las chicas iban por su lado y nosotros por el nuestro. A fin de cuentas, ¿a dónde íbamos con unas niñas de 16 años? Por aquel entonces ni siquiera podían estar hasta las doce en la calle, y nosotros era a la hora que quedábamos para salir.

Debía reconocer que me había fijado en ella. Pese a ser una niña, siempre había destacado más que el resto. Era preciosa y ella lo sabía.

Tuvimos una etapa en la que casi no la soportaba. Era irritante ver cómo se creía la mejor en todo y solo se preocupaba en estar perfecta. Adoraba ver cómo todos caían a sus pies y yo no podía hacer otra cosa que reírme.

Al cabo del tiempo, de tantos encuentros comenzamos a llevarnos mejor. Nos soportábamos, por así decirlo. Poco a poco me di cuenta de que no éramos tan diferentes.

Entonces llegó aquel verano. El que cambió la vida de todos. Seguía sin explicarme una mierda de lo que había pasado entonces.

Siempre me había llevado bien con todo el grupo, éramos una buena piña. Mi personalidad era bastante peculiar, me encantaba reírme y hacer reír a la gente. Pero sobre todo, me encantaba gustarle.

¡No te creo! (Solo tienes que decírmelo 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora