Es afín a éstas la dificultad de si los números, los cuerpos, las superficies y los puntos son o no substancias. Pues, si no lo son, no se alcanza a ver qué es el Ente y cuáles son las substancias de los entes. Pues las afecciones, los movimientos, las relaciones, las disposiciones y las proporciones no parecen significar la substancia de nada (pues siempre se dicen de algún sujeto, y nunca son algo determinado). Y, en cuanto a las cosas que principalmente parecerían significar una substancia —el Agua, la Tierra, el Fuego y el Aire, de los cuales constan los cuerpos compuestos—, sus calores y frialdades y demás propiedades semejantes son afecciones, no substancias, y sólo el cuerpo que ha sufrido estas cosas subsiste como un ente real y una substancia. Pero el cuerpo es sin duda menos substancia que la superficie, y ésta, menos que la línea, y ésta, menos que la unidad y el punto; pues por estas cosas se define el cuerpo, y éstas parece que pueden existir sin el cuerpo, pero es imposible que el cuerpo exista sin éstas. Por eso la mayoría de los filósofos, y entre ellos los más antiguos, creían que la substancia y el Ente era el cuerpo, y que las demás cosas eran afecciones de éste, de suerte que los principios de los cuerpos eran también principios de los entes; pero los posteriores y considera dos como más sabios que aquéllos, creyeron que eran números. Así, pues, según dijimos, si no son substancia estas cosas, nada en absoluto es substancia, ni nada es ente. Pues ciertamente no se debe llamar entes a los accidentes de estas cosas. Mas, si se concede que son más substancia las longitudes y los puntos que los cuerpos, pero no vemos a qué cuerpos pertenecerían estas cosas (pues en los sensibles es imposible que existan), no habrá ninguna substancia. Además, todas estas cosas son indudablemente divisiones del cuerpo; una, según la latitud; otra, según la profundidad, y otra, según la longitud. Además, en el sólido está igualmente presente cualquier figura; de suerte que, si no hay en la piedra un Hermes, tampoco habrá en el cubo la mitad del cubo, como algo determinado; por consiguiente, tampoco habrá superficie (pues si hubiera una cualquiera, habría también la que delimita la mitad del cubo; y lo mismo puede decirse también de la línea, del punto y de la unidad, de suerte que, si el cuerpo es substancia en el más alto grado, y esas cosas lo son más que él, pero no existen esas cosas ni son algunas substancias, no alcanzamos a ver qué es el Ente y cuál es la substancia de los entes. Pues, además de las cosas dichas, también lo relativo a la generación y a la corrupción resulta irracional. Se admite generalmente, en efecto, que, si la substancia que antes no existía existe ahora, y la que existía antes deja de existir después, estos cambios los sufre con la generación y la corrupción. Pero los puntos, las líneas y las superficies, que unas veces son y otras no son, no pueden ni generarse ni corromperse. Cuando, en efecto, se unen o se dividen los cuerpos, simultáneamente se produce unas veces, al unirse los cuerpos, una sola superficie, y otras veces dos, al dividirse. De suerte que, después que se han unido, ya no existe, sino que se ha corrompido, y, después de divididos, existen las que no existían antes (pues, ciertamente, el punto, que es indivisible, no se dividió en dos). Y, si se generan y se corrompen, ¿de qué se generan? Pero sucede casi lo mismo que con el instante presente en el tiempo. Pues tampoco éste puede generarse ni corromperse, y, sin embargo, siempre parece ser otro, no siendo ninguna substancia. Y es claro que sucede lo mismo con los puntos, las líneas y las superficies; pues hay la misma razón. Todos, en efecto, son igualmente o términos o divisiones.
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