LIBRO III - Capítulo 1

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Es necesario, en relación con la ciencia que buscamos, examinar primero las dificultades que es preciso plantearse en primer lugar. Me refiero a cuantas opiniones diferentes de la nuestra sustentaron algunos en este punto, y a lo que, fuera de ellas, puede haber sido omitido.

Los que quieren investigar con éxito han de comenzar por plantear bien las dificultades, pues el éxito posterior consiste en la solución de las dudas anteriores, y no es posible soltar, si se desconoce la atadura. Pero la dificultad del pensamiento pone de manifiesto la atadura en relación con el objeto; pues, en la medida en que siente la dificultad, le ocurre algo así como a los que están atados; en ninguno de los dos casos, efectivamente, es posible seguir adelante. Por eso es preciso considerar bien, antes, todas las dificultades, por las razones expuestas y porque los que investigan sin haberse planteado antes las dificultades son semejantes a los que desconocen adónde se debe ir, y, además, ni siquiera conocen si alguna vez han encontrado o no lo buscado; pues el fin no es manifiesto para quien así procede, pero para el que se ha planteado antes las dificultades sí es manifiesto. Además, es evidente que está en mejores condiciones para juzgar el que ha oído, como si fuesen partes litigantes, todos los argumentos opuestos. La primera dificultad se refiere al problema que ya nos hemos planteado en la Introducción: si corresponde a una sola o a varias ciencias investigar las causas; y si es propio de la Ciencia contemplar sólo los primeros principios de la substancia, o también los principios en que todos basan sus demostraciones; por ejemplo, si es posible, o no, afirmar y negar simultáneamente una misma cosa, y los demás principios semejantes. Y, si la Ciencia trata de la substancia, ¿es una la que trata de todas las substancias o son varias? Y, si son varias, ¿son todas del mismo género, o a unas hay que llamarlas sabidurías y a otras otra cosa? Y también es necesario indagar lo siguiente: si ha de afirmarse que sólo hay substancias sensibles, o también otras además de éstas, y si es único o son varios los géneros de las substancias, como dicen los que suponen las Especies y, entre éstas y las cosas sensibles, las Cosas matemáticas. Es preciso, como decimos, examinar estas dificultades, y también la de si nuestro estudio es sólo sobre las substancias o también sobre los accidentes propios de las substancias. Y, además, sobre lo Mismo y lo Otro, lo Semejante y lo Desemejante, y la Contrariedad’, sobre lo Anterior y lo Posterior y todas las demás nociones parecidas, acerca de las cuales tratan de indagar los dialécticos, basando su indagación en meras opiniones, ¿a qué ciencia corresponde especular sobre todas estas cosas? Y, todavía, habrá que considerar todos los accidentes propios de estas mismas cosas, y no sólo qué es cada una de ellas, sino también si una sola es contraria a una sola. Y también habrá que ver si los principios y los elementos son los géneros o las partes intrínsecas en que se divide cada cosa. Y, si son los géneros, ¿son los que en los individuos se dicen últimos, o los primeros? Por ejemplo, ¿es el animal o el hombre el que es principio y el que más propiamente existe fuera de lo singular? Y, sobre todo, se ha de indagar y estudiar si hay, o no, fuera de la materia algo que sea causa por sí, y si esto es separable, o no, y si es uno o más en número, y si hay algo fuera del todo concreto (hablo de un todo concreto cuando algo se predica de la materia), o no hay nada, o bien de unas cosas sí y de otras no, y cuáles son estas cosas. Además, hay que averiguar si los prin cipios son determinados numérica o específicamente, tanto los que hay en los enunciados como los que hay en el sujeto. Y si los de las cosas corruptibles y los de las incorruptibles son los mismos o diversos, y si son incorruptibles todos o corruptibles los de las cosas corruptibles. Y, todavía, lo más difícil de todo y lo que causa mayor perplejidad es saber si el Uno y el Ente, como decían los pitagóricos y Platón, no es otra cosa sino la substancia de los entes, o no, sino que es alguna otra cosa el sujeto, como lo era para Empédocles la Amistad y para algún otro el Fuego, y para otros el Agua o el Aire. Y si los principios son universales, o bien como las cosas particulares, y si son en potencia o en acto. Y si son en otro sentido o según el movimiento. Estas cuestiones, en efecto, pueden causar gran perplejidad. Y, además, si los números, las longitudes, las figuras y los puntos son substancias o no, y, suponiendo que sean substancias, si están separadas de las cosas sensibles o son inmanentes en ellas. Acerca de todas estas cosas, no sólo es difícil descubrir la verdad, sino que tampoco es fácil plantear las dificultades razonable y convenientemente.

Aristóteles - MetafísicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora