Extra ¦ Infinity

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La mirada perdida de Keisuke no era algo habitual en él. Siempre solía tener su vista fija en algo, ya sea con la atención puesta sobre sus amigos para mantenerlos a salvo, o con los ojos sobre una posible víctima de sus puños. Daba igual, porque él siempre estaba atento a su al rededor; en todo momento y sin excepción alguna.

Así que cuando Manjiro notó que el azabache se encontraba divagando en algún rincón de su mente, supo de inmediato que había algo que lo mantenía alejado de la realidad.

No podía leer sus pensamientos, porque estos eran bastante cambiantes y cerrados el noventa y nueve por ciento del tiempo. Adivinar lo que pasaba por su cabeza era un verdadero reto, un acertijo sin pista alguna, que sólo podía ser resuelto con una gran lógica y pensamiento, descartando variables sin sentido y agregando un montón más a una gran lista sin fin.

Sabía que debía resignarse a preguntar, por el hecho averiguarlo por su propia cuenta le daba bastante pereza. Pero también porque no quería indagar en la vida privada de su amigo sin permiso.

Podía ser un verdadero hijo de puta con él la gran mayoría del tiempo.

Pero jamás haría algo para lastimarlo a fondo.

Se acercó con cautela, temeroso de despertarlo de su pequeña ensoñación y perder la oportunidad de cuestionar sus acciones tan poco comunes de los últimos días. No quería parecer un maniático que lo observaba las veinticuatro horas del día, incluso si era así en realidad.

—Oi, Baji —lo llamó, con su tono habitual de desinterés.

El susodicho lo miró, reaccionando tardíamente a la mención de su nombre.

—¿En qué piensas? —inquirió, sentándose a su lado.

Ambos se encontraban en el dojo de la casa del rubio, esperando la llegada del resto de sus amigos para dar inicio a la tarde que se habían esmerado en planear.

Llevaban ya bastantes semanas sin reunirse por algo que no tenga que ver con la Tokyo Manji.

—En nada de tu interés —le respondió con sorna.

Manjiro supo, justo en ese momento, que lo que tenía a Keisuke en las nubes no era malo.

Al contrario, era bueno, demasiado para su gusto y curiosidad.

—Si no me importara no te estaría preguntando —contradijo, encogiéndose de hombros—. Has estado actuando extraño los últimos días, me preocupas.

Una sonrisa burlona se asomó por los labios del más alto.

—¿Te preocupas por mí? —cuestionó, haciendo uso de un tono juguetón—. Jamás lo habría imaginado.

Manjiro se contuvo de soltarle un manotazo.

—Siempre —le mostró la lengua—. Suéltalo ya, hasta Pah notó que hay algo que se roba tu atención constantemente.

El azabache se mantuvo en silencio un par de minutos.

Dirigió sus ojos hacia el cielo celeste, sin nubes en él, y con un radiante y hermoso sol que los iluminaba. No pudo evitar pensar en sus ojos.

En los ojos de Chifuyu.

—Conocí a alguien —admitió finalmente.

Las cejas de Manjiro se alzaron al instante.

Debía admitir que estaba impresionado. Era bien sabido que Keisuke era conocido en medio Shibuya, debido a que este era sociable por excelencia, experto en conocer gente nueva y hacer amigos con facilidad. Su forma tan libre de ser y su actitud descarada, pero no desagradable, lo ayudaban bastante.

Pero jamás llegó una persona que lo mantuviera atrapado en su propio mundo. Ni siquiera él mismo, o alguno de sus amigos de la infancia, había logrado hacerlo.

—¿Y quién es ese alguien? —curoseó, inclinándose un poco más cerca del contrario.

Keisuke ni siquiera se inmutó, completamente acostumbrado a la cercanía parásita de Manjiro.

—Uno de mis compañeros de salón —se relamió los labios—. Me corrigió la ortografía en una tarea.

—Un idiota cualquiera que se sabe las reglas de ortografía básica no va a dejarte así.

El azabache bufó, mirándolo mal

—Vivimos en el mismo complejo de apartamentos —continuó—. Es bastante malo con los nombres, ¿y sabes qué? Olvidó el mío dos veces —soltó una pequeña risita—. Intercambiamos un par de palabras, y desde ahí me ha ayudado un par de veces más en las materias que se me dificultan.

—¿Y entonces?

—Creo que es lindo —se pasó un mechón de cabello por detrás de la oreja, sintiendo como sus mejillas se calentaban muy ligeramente—. Y tierno también. Un poco rudo quizás.

Manjiro lo miró, con la sorpresa impresa en los ojos. Comenzó a boquear, buscando las palabras adecuadas para expresar lo que pensaba sin sonar muy sugerente (o entrometido).

Sin embargo, estas escaparon de sus labios antes de poder detenerlas.

—Te gusta ese chico.

La cara de Keisuke se tornó carmín. Su rostro se transformó en una expresión de rabia pura, mientras posaba sus ojos grisáceos en el más bajo.

Soltó un jadeo alarmado, negando con la cabeza al instante.

—No, claro que no —negó—. Apenas hemos interactuado, no puede gustarme alguien que acabo de conocer.

—Eso no significa que no te atraiga —lo acusó—. Te has puesto completamente rojo.

—¡No quiere decir que me guste! ¡En lo absoluto! —exclamó, tapándose la cara con ambas manos.

Manjiro comenzó a reír a carcajadas, recibiendo miradas asesinas por parte de su amigo.

Un sentimiento de calidez se instaló en su pecho, le hacía bastante feliz el saber que había una persona capaz de generar ese tipo de sensaciones en Keisuke. Sabía que este se había concentrado más en los capitanes de la Tokyo Manji que en él mismo.

Desde el accidente en el que se vieron involucrados junto con Kazutora, donde casi asesinan al hermano de Manjiro (por suerte, no pasó a mayores), el azabache se había prometido velar por la paz y felicidad de todos sus amigos, incluso si eso significaba sacrificar la suya propia. El rubio, muy claramente, no iba a permitir eso.

—Quiero conocerlo —le dijo, calmando su risa.

—Ni de broma —gruñó Keisuke—. ¿Para qué? ¿Acaso quieres hacer algún numerito de comedia frente a él?

—No, idiota —se quejó—. Quiero saber quién es la persona que te tiene tan feliz.

El azabache suspiró.

Ya había pensado en presentarles a Chifuyu un par de veces, debía admitirlo, pero ellos dos no eran lo suficientemente cercanos como para invitarlo a reunirse fuera de la escuela sólo porque sí.

Primero debía ganarse su confianza.

—Algún día —prometió en un murmurllo.

Manjiro esperaría con ansias, impaciente ante la llegada del día en que conociera al causante de las sonrisas y gestos tan particulares en su amigo.

Porque él sólo quería lo mejor para Keisuke.

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Estaba leyendo el fic para anotar lo que iba a corregir después y me dieron ganas de hacer un pequeño extra :p.

Pido perdón si hay errores, es bastante tarde y tengo un poco de sueño (además de que tengo clases por la mañana) JSJS.

En ese caso, por favor señalarlos :(♡.

Anyways, gracias por leer <3.

Faces • Bajifuyu ¦ ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora