Capitulo seis.

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— Puedes comenzar a hablar.

     Sebastian sirvió un poco de té en nuestras tazas. Había aceptado hablar con él aunque su dichosa forma de pedírmelo aún, para mi, resultaba sospechosa. Podría parecer normal, pero todos mis sirvientes estaban muy al tanto. Mi mayordomo se mantenía firme a mi lado. Finnian cortaba los arbustos del jardín donde nos encontrábamos tomando el té. Mey-Rin parecía limpiar las ventanas de la puerta principal al jardín. Por supuesto parecían tareas simples, sin embargo, lo que cambiaba, es que, si Alois quería creerse el listo, debía jugar con juego, y nosotros éramos una llamarada aún más grande.

— Tu mansión de verdad que es hermosa... Escuche que... está maldita —de su boca salió una sonrisa, mientras sus dedos tomaban la taza de té y ponía su total atención en el líquido. Quizá buscando que este no estuviera envenenado.

— ¿Ha venido hasta acá sólo para faltarle el respeto a mi mansión?

— Que va, que va. Sólo pensé que podríamos charlas más allá de los favores que, ya sabe, me gustaría comentarle.

— Soy hombre ocupado. Tengo mejores cosas que hacer. Así que, si no tiene realmente algo útil que decir, Sebastian puede acompañarlo a la salida.

—¿Quién se cree para hablarle así a mi joven amo? —saltó ese mayordomo, al lado del rubio. Ese de lentes.

— Calma, querido Claude... —levantó su mano, dando la orden. Montó una de sus piernas encima de la otra, y posó los codos sobre la mesa.— Hagamos una investigación juntos.

— ¿Investigación? 

— Escuché que eres el ''perro guardián'' de la Reina, ¿no es así? Muchos afirman que eres como las sombras, muchos dicen que eres alguien de no confiar... 

     Alois se lamió los labios, y fue ahí, que pude notar algo que a simple vista no logré ver. Mis ojos se entrecerraron pero inmediatamente volvieron a los ojos del otro.

— Me gustaría hacer una investigación sobre la muerte de mis familiares... fui secuestrado poco después de mi nacimiento, y fui llevado a una pocilga de pueblo. A lo largo de mi vida me ha tocado lidiar con cosas muy devastadoras, Conde Ciel Phantomhive...

     Se levantó de la silla y caminó por el jardín, pero sin alejarse lo suficiente, ya que parecía estar agradado de que lo escuchara.

— A lo largo de esta vida, he podido ver... muchas personas. Conocí a muchas personas. He sabido muchas historias, muchas acciones de personas que he odiado, pero míreme —hizo pausa para voltearse y levantar sus brazos—. Hay personas de las que sospecho, Conde Ciel Phantomhive... personas de las cual usted no debería confiar. Y es por eso... —dijo poniendo sus manos en la mesa—, que me encantaría su ayuda.

     Me percaté que a diferencia de las fiesta anterior, Alois utilizaba ahora unos pantalones cortos (muy cortos) y medias largas de color negras. Comenzaba a preguntarme si este tipo de verdad quería algo de mi o de mi mansión.

— Lamento informarte que no es algo de lo que me incumbe ayudarte. He podido investigar un poco sobre ti. Te haces llamar ''La Araña de la Reina'', ¿no es así?

— ¡Increíble! —exclamó con aquella sonrisa retorcida pero que expresaba diversión. Sus ojos azules miraron a Claude, impresionado—. Es toda una estrella, ¿no es así, Claude?

     Por supuesto este no le quitaba de encima la mirada a Sebastian. Ni se tomó la molestia en contestar. Sólo miró a Alois y asintió.

— Ya basta de parloteo... Esto es serio.

     Sacudió un poco su abrigo violeta y se sentó otra vez en la silla. Tomó uno de los cubos de azúcar y, mientras me miraba a los ojos, lo metió a su boca. Por supuesto yo no tuve reacción alguna. Bueno, quizá sí, pero sólo fue un pensamiento... 


¿Qué necesidad de hacer eso?



— Conde Ciel... como me gustaría tener su ayuda en mi investigación... claramente parece algo largo de lo cual no se pueden sacar conclusiones en días... pero piénselo. ¿Usted no quiere respuestas?

     Mis cejas se levantaron lentamente, curioso de sus palabras.

— ¿Respuestas?

— Claro... respuestas. Piénselo. Si me acompaña, puede que obtengas respuestas que, a simple vista, usted no las ha encontrado.

— ¿Respuestas de qué?

— Si me ayuda... —se inclinó en la mesa, con esa sonrisa que ya me sacaba de quicio—. Le haré ver que todo lo que ha vivido... ha sido una completa mentira, Conde Ciel Phantomhive.


    Todo se quedó en silencio. Mi ceño se frunció para dejarme pensar. La tensa mirada de Sebastian estaba puesta en Alois, y Claude en Sebastian. Era como un triangulo. La razón por la que vino este chico...

— Bueno. Fue un placer verlo, mi querido Conde Ciel... Espero que pronto obtenga una respuesta de su parte... porque no me gusta esperar. Soy muy impaciente. 

Los Juegos Phantomhive.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora