— Sean bienvenidos —Un mayordomo de lentes, cabello corto con corte irregular, con un flequillo enmarcando en la parte derecha del rostro (de forma similar a la de Sebastian, pero más corto), de ojos dorados, nos recibió en la puerta— Por favor, pueden dejarme sus abrigos.
Y con mucho gusto lo hice, al igual que Sebastian. Al mirar aquellas telarañas y el color que decoraba la casa una extraña sensación se paseo por mi cuerpo, llegando a tal punto de marearme. Sólo trate de cerrar los ojos y esperar a que aquel efecto dominó pasara rápido. No fue mucho tiempo cuando sentí unas manos conocidas en mis hombros.
— ¿Está bien, Bocchan? —preguntó aquella voz tan masculina.
— ¿Todo bien? —preguntó el otro mayordomo. Había que decir que su forma tan elegante consistía en una camisa blanca sobre un esmoquin con un listón oscuro.
Yo sólo suspiré, dejando que mi mirada se fijara de nuevo en aquella telaraña. Cosa que, Sebastian se dio cuenta.
— ¿Como es posible que una casa tenga tales cosas sin limpiar? —Habló, mirando al contrario, que estaba frente a la puerta.
— A nuestro amo le gustan las arañas —recalcó—, así que es imposible matarlas o hacerles daño. No nos molesta en realidad.
— Ya veo... —contesté con sarcasmo. Más no lo hice tan obvio.
— Por favor, siganme. Los invitados están en la sala principal.
Dijo aquel mayordomo, comenzando a caminar frente a nosotros. Sebastian y yo cruzamos miradas rápidas antes de seguir aquel cuerpo. Mientras más caminábamos, más se escuchaba la música. Eso, antes de llegar al salón principal. Mujeres, hombres... El salón estaba lleno de gente con caros y ligeros vestidos o trajes. Decidí entrar mientras miraba el lugar. Muchas cosas habían cambiado actualmente. Esta mansión era menos gótica desde que Alois tomó esta propiedad.
— Bocchan —la voz de Sebastian me sacó de mis pensamientos en el momento en que lo mire.— ¿Le gustaría sentarse?
— Sí, la verdad me gustaría...
Pero fue demasiado tarde cuando oí el grito más típico del mundo. Ese tono agudo que más de una vez logró aturdirme.
— Ciel.~ —Elizabeth logró encontrarme y así abrazarme.— Sabría que vendrías, estoy tan orgullosa de ti.
— ¿Orgullosa por venir a una fiesta? Ah, que tontería —cuando logré despegar mi cuerpo de ella, no dude ni un segundo en arreglarme el cabello.— ¿Estás aquí desde temprano? ¿Tus padres vinieron?
— No, ellos no pudieron venir conmigo. Pero estoy bien —asintió muy alegre.— Estoy tan contenta de que hayas venido. Te la pasarás muy bien. Y ese traje te queda muy bien Sebastian.
— Muchas gracias, señorita Elizabeth —Sebastian agradeció a Lizzie.
— Bueno, ¿y donde se supone que está? —pregunté, mirando a todos los lados.
— ¿De quien hablas? —enarcó sus cejas.
— Hablo de tu prometido, Alois. ¿Quieres que te recuerde también como es su apariencia?
— Oh, sí que molestas mucho.~ —como natural de Lizzie, formó un puchero.— Alois... Debe estar en su habitación, vistiéndose y arreglándose. Dijo que quería recibir a todos con una buena presentación.
¿Buena presentación? ¿De que iba aquel tipo? ¿Esta reunión, para que era? ¿Había algún motivo único?
— ¡Ciel! Recordé que hay pastel en las mesas principales. ¡No tardaré para traerte un poco!
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Los Juegos Phantomhive.
Fanfic¿Qué pasaría si todo este tiempo Ciel se entera de su verdad? ¿Qué pasaría si el mayordomo, que estuvo con Ciel desde aquel trágico día, resulta que ha roto las reglas?