— A que vino... A qué vino...
No dejaba de darle vueltas a la situación. Había pasado un día desde que vino Alois Trancy a mi mansión, con su mayordomo, muy parecido a Sebastián. Quería que le ayudara con un caso personal. El misterio de los asesinos de su familia dándome como recompensa saber la verdad. ¿A qué se refería con eso? No era lo único raro de lo que pasaba.
Su lengua... En su lengua, había algo incrustado. Una especie de tatuaje que no logré ver con facilidad. Me di cuenta que mi mayordomo me hablaba mientras dejaba la taza de té en mi escritorio. Eso me hizo subir la mirada. Lejos de volver a escuchar mis pensamientos.— ¿Dijiste algo?
— He dicho, que lo deje pasar.
— Sí claro, como si pudiera. ¿No te es extraño?
— Viniendo de un chico bastante peculiar y de la manera extraña que tiene la reina de llamarle... no.
— La reina nunca me habló de él.
— Tendrá sus motivos.
— ¿Qué te pasa, Sebastian? —pregunté, frunciendo el ceño. No con enojo. Confundido— ¿No te da ni una pizca de intriga lo que está pasando? Lo que dijo, eso de, saber la verdad. ¿Qué crees que significa?
— ¿Qué cree que significa para usted, bocchan?
— Deja de tomarme el pelo.
Tomé la taza con mis dedos hasta saborear el sabor que inundaba en mi boca. El líquido caliente se deslizó por mi garganta, dejándome una sensación tranquilizante. Suspire después de ese sorbo. Había algo. Algo escondido. Hace semanas que pasaba algo y en el fondo lo sabía. Pero que era...
— ¿Quiere mi opinión? —levante la mirada para saber que diría— No lo acepte.
Una vez más me dejó sin palabras. Sebastian, negándose a una investigación. Vacilé su opinión. Un demonio encerrado en una jaula. Así es como lo veía.
— No. Lo aceptaremos.
— Joven amo-
— ¿Quién es el que manda aquí? —la voz fue demandante. Me levanté de la silla, con la taza entre mis dedos y el aza. Mi camino se detuvo frente a la ventana, viendo el cielo despedirse con un suave naranja— Si por algo vino a mi, mi deber es saber lo que trama. Sebastian, investiga cuál es la marca que lleva en la lengua Alois.
— ¿Marca?
— El día que tomamos el té. Su lengua dejó ver un destello particular. Pensé que era el reflejo de la taza y su decoración. Pero no. Es una clase de tatuaje dentro de su boca. Sea lo que sea, grabatelo y lo traes. Consigue información de eso. Puede darnos una pista —todo se calló. El único sonido que escuche fue su mano chocar contra su pecho, al hacer una inclinación.
— Lo haré, my lord.
— Claude —la voz del rubio se oyó en todo el comedor principal. Levantó la carta con el sello Phantomhive.
El mayordomo a paso lento tomó en sus manos la carta. Acomodó sus lentes, guiando a sus ojos a través de las palabras. Alois sonrió, llevando una de las fresas a su boca del pastelillos que comía.
— Lo tenemos. Pensé que se negaría a aceptarnos.
— ¿Cree que caiga en su historia de "ayúdame a buscar mis padres"?
— ¿Y por qué no? ¿No es eso lo que él también busca?
Se montó encima de la mesa, cruzando sus piernas entre sus short cortos. Claude se acercó, quedando a centímetros.
— Si ganas, ¿qué ganó yo? ¿La muerte? No es justo.
— Quiero sencillamente deshacerme de ese demonio.
— Y yo de Ciel —Alois movió su cabeza de arriba a abajo— Pero seamos sinceros. ¿Cuánto puede seguir Sebastian con su mentira? Ya tenemos en el juego a Elizabeth. Ahora él. Claude, este plan puede ser perfecto.
La mirada del pelinegro fue dura. Era un demonio. No confiaba en algo que él mismo no hiciera. Pero era una orden. No podía llevarle la contraria. El rubio levantó una de las manos de su mayordomo, buscando el pulgar. Ambas miradas se encontraron, diciendo más que mil palabras.
— Del día a la noche. De el azúcar a la sal. De la vida a la muerte. Del azul profundo...
— ...al oro —terminó el mayordomo, viendo cómo la lengua de su amo terminaba por chocar en su pulgar. Justo en la marca de su lengua.
— Es una orden. Haz que Ciel Phantomhive sea nuestro.
Sin mucho que decir, Claude se inclinó ante él, con una mano en el pecho:
— Sí, su Alteza.
(Volvi ;p)
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Los Juegos Phantomhive.
Fanfiction¿Qué pasaría si todo este tiempo Ciel se entera de su verdad? ¿Qué pasaría si el mayordomo, que estuvo con Ciel desde aquel trágico día, resulta que ha roto las reglas?