"El ángel volvió al cielo"

"Engaño bajo tus narices"

Además de verse en la universidad, empezaron a pasar más tiempo juntos fuera de esta, así se fueron conociendo. Alastor se enteró que Anthony vivía solo en un pequeño y destartalado departamento. Se pagaba sus estudios el solo, no tenía contacto con su familia—por eso decidí bailar y ser prostituto. Ganas bastante dinero facil—hablo casualmente, aunque se notaba que una parte de él odiaba toda aquella vida. Odiaba exhibirse como un pedazo de carne sin valor alguno, que ue todos esos ojos perversos lo mirarán follandolo con la mirada. Y por otra la amaba, ya que se sentía especial al contornear su cuerpo en el tubo. Le admiraban y por una noche el rubio era lo más importante dentro de sus tristes vidas.

-Mi vida fue bastante normal—Alastor se encogió de hombros. No tenía nada destacado que contar.

-¿Cómo así?-

-Un padre, madre, universidad. Lo típico—sus ojos no lo miraban directamente. Mantenía su vista en el suelo, como si el pasto fuera lo más importante. Anthony lo miro extrañado, dudaba que fueran una familia típica. El castaño era demasiado correcto, estaba siempre en alerta, como si algo lo asechara desde las sombras. Alastor le daba vergüenza contar sus experiencias. No quería revivir el pasado ni muchos menos que por este, Anthony se alejara de él. Había sido oscuro, tétrico y horroroso. No merecía manchar el presente brillante y hermoso que estaban construyendo juntos.

-Claro…- después por Husk, conocería la verdad. Alastor había sido criado por una familia muy estricta. Jamás le habían permitido ver la televisión ni jugar con sus amigos, excepto Husk, quien por obligación tuvo que ser su amigo. Su padre le pegaba y maltrataba al igual que a la mamá, por ello siempre estaba en ese estado de alerta siempre. Sentía que en cualquier momento, su padre podría aparecer y darle una golpiza, aunque esté estuviera muerto hace años  Se guardo aquella historia para si, ya su novio estaría listo para contarle cuando se sintiera preparado.

-Se lleva mal con el resto, tiene cero habilidades sociales pero es un buen hombre—Husk lo defendía, lo apreciaba a su manera y eso enterneció al rubio.

-Gracias—dijo con una sonrisa en el rostro. Ahora en retrospectiva, Husk entendía el porque dijo ese gracias. 

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Se separaron de aquel abrazo. El pelinegro pudo notar lo devastado que estaba Alastor—debes llamar a la familia—intento que el castaño entrara en razón, que reaccionara de ese letargo. Debían empezar a organizar las cosas, no podían dejar al rubio muerto en la cama por más días.
-Sabes que se odiaban—le miro con odio, con rabia—ellos jamás intentaron contactarse con Anthony, ni si quiera en navidad ¿De verdad crees que les importaría que esté muerto?—al pronunciar aquellas palabras, algo en su interior se rompió. Se volvió real, se volvió tangible. Gimió de dolor, como si alguien estuviera apuñalando a su corazón. Cerro los ojos, aguantando, tranquilizándose. A pesar de que era imposible, consiguió ponerse sereno para seguir discutiendo.

-Lo se, pero con su hermana ¿No se llevaban bien?—Alastor la recordaba levemente de las conversación que habían tenido a la luz de la luna. Nombraba a su melliza con cariño y palabras sombrías, aunque no se hubieran visto hace años. Dudaba ¿Se querrían? Las palabras de Anthony resonaban en su cabeza—Yo la amaba, éramos inseparables. Pero nos traicionamos—se abrazo a si mismo. Jamás quiso preguntarle porque se notaba que le dolía, incluso sonaba arrepentido, con culpa en su alma. Solo le abrazo, entregándole todo el apoyo que necesitaba.

-Molly...--Pero ella se había casado y ahora está en otro país,no recordaba cuál, pero Anthony recibía  periódicamente cartas de ella. Sin aviso, se levantó y empezo a revolver los cajones de Anthony, buscando algo que no tenía seguridad de encontrar, pero en el fondo de un cajón, guardados dentro de una caja de metal, estaban las cartas de su hermana. La dirección era de Inglaterra, de un pueblo llamado Bristol. Por suerte para ellos, había un número de teléfono—Llama tú, yo no puedo…—le entrego su celular y la carta donde estaba el número de la rubia.