Oscuridad y terror

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Capítulo II

Cuándo aquella casa la cuál habíamos incendiado, atrajo a muchos espectadores, lo que nos llevo a largarnos de allí.
Aún no entendía del todo el por que su llanto silencioso, como la muerte.

—¿Y por qué lloras, no odiabas ese lugar?
Pregunté, mientras caminaba por la ciudad bajo un atardecer relajador, con el chico inocente cuyo nombre aún desconocía.

—No lo sé...quizás sea lágrimas de la vida.
Respondió con confianza.

—¿Lágrimas de la vida?
Tratando de comprender, pregunté, sin embargo, el chico temblaba levemente, en lo que sostuve su mano aún más fuerte, dando el aire de seguridad.

—Si, lágrimas de la vida, como cuando ya vivir se vuelve peor que la muerte.

Pensándolo bien, ¿eso podría tener algo de sentido? Quiero decir, si la vida fuera peor que la muerte, entonces, ¿de que sirve la muerte? o, ¿de que sirve vivir? sin embargo no me importó responder tales divagaciones pues no eran de mi interés.

—Expláyate en eso, ¿a que quieres llegar?
Respondí.

—Bueno, pues, a pesar de haber vivido un infierno en aquel lugar, siempre he sentido que la oscuridad me consumía con cada día que pasaba, por eso recuerdo siempre pedirle a mi madre un beso de las buenas noches, solo así sentía una protección divina. Pero, desde que el demonio vio que no podía entrar al cuarto del aquel ciervo, atacó cruelmente a mi madre, a mi padre, observé como morían junto al escuchar los gritos de agonía qué refulgía mis ojos, ante tal exterminio.

Mientras el contaba con tan detalles que lo hacían interesante, ambos nos habíamos dirigido a un bar barato de la ciudad, gastando el dinero que me quedaba de mi familia. Nos sentamos en la mesa más alejada, y mientras saboreaba de un especial y exquisita pizza barata.

—Entonces, fui secuestrado para el sufrimiento de aquella entidad oscura, para sus fines malévolos, no me queda duda alguna, soy una perdición, y creo que pronto moriré, aun que, quizás tu puedas salvarme...

—Entendí la mitad de lo que dijiste, pero, no pude evitar perderme entre la increíble y gustosa comida qué tenía ante mi, créeme que lo siento.

Respondí, comiendo torpemente aquella rebanada de pizza mozzarella.

—Esta bien...aun qué, ¿qué eres tú? No me has hablado sobre ti.
Preguntó, el inocente chico que se veía poco interesado en comer, y que cuyo nombre aún desconocía por torpeza u pereza de preguntar.

—Bueno, con respecto a eso, si tuviera una respuesta podría haberme matado ya hace mucho tiempo, ¿sabes?

Respondí con seguridad, por que siendo sincera ni siquiera yo entendía qué carajos era yo, de cómo, o por qué era una completa caníbal, del por que la sangre me era tan placentero, y la matanza era tan ameno, y grato.

—Entiendo...hay cosas que incluso yo no se como responder.
Respondió con certeza, pues este chico lucia como de esas personas qué puedes confiar a simple vista.

—Por cierto, hay algo que aún no te he preguntado y lo estaba olvidando...¿como te lla-

De repente, escuchamos unos gritos desesperantes, de dolor y pánico, la cual al escuchar, también se podía apreciar el olor a sangre pura y caliente, nos llamo tanto la atención, ya que provenía del lugar donde hacían la comía del bar. Los clientes que estaban aquí, huyeron repentinamente, sin darnos cuenta por estar atentos a las personas del lugar, un tipo de quizás una altura 2,45cm estaba parado enfrente de nosotros.
A simple vista, este sujeto extraño y extravagante nos observaba con una avidez de comernos vivos, su sonrisa sádica y ojos grandes y achinados lo decían todo.

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