10| LUGAR SEGURO

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  ¿Recuerdan que dije que, metafóricamente hablando, podría con lo que viniera? ¿sí? Pues, no debí retar al destino ya que me ha arrojado un obstáculo que no puedo enfrentar justo ahora.

  Así que mentí; no puedo con esto.

  Mi vista va de la niña a la señora a la cual llamo mamá. Ella me mira angustiada, temiendo mi reacción. Yo solo la ignoro y centro mi vista en la pequeña; debe tener unos seis años cuando mucho, se ve muy... joven.

  Es demasiado para mí saber que ella tiene otra hija y no me lo haya dicho. No me dijo que tengo una hermana.

— ¿Qué...? —Quiero preguntar, pero la mirada verdosa que la niña me dedica, corta toda palabra que pueda salir de mi boca.

  Tiene ojos verdes. Y no unos ojos verdes cualquiera. Conozco ese color verde. Lo he visto durante toda mi vida.

  Llevo una mano a mi boca tratando de contener el sollozo que quiere salir de mí, pero es imposible.

  La pequeña me mira sin entender nada.

— ¿Es ella, mami? ¿es la chica linda que dijiste es mi hermana?

—Es... tu hija... Tú me lo... ocultaste  —Los sollozos por poco no me dejan hablar—. Confié en ti... Me traicionaste.

  No me lo dijo. Prefirió vivir engañándome todo este tiempo.

  Por Dios, tengo una hermana.

  No vuelvo mi vista a ella, ahora me concentro en mirar a mamá. Todos estos años creyendo que su trabajo le ocupaba todo su tiempo, que no podía venir a verme, creerle cuando me decía que estaba muy enferma cuando ella se veía perfectamente, las cortas videollamadas. Todo. Todo fue una farsa.

  Papá... ¿Lo sabría?

  Eso me dolería. Me dolería más que él lo supiera y no me lo haya dicho, a que mamá lo hiciera. Papá nunca me ha abandonado, ella sí. A ella no le importó dejarme e irse de este continente sin mirar atrás.

  Siento una sacudida en mis hombros, volviendo a la realidad. Todos los presentes me miran fijamente con gestos preocupados, menos ella. La pequeña. Ella solo me regala una gran sonrisa mientras me saluda con la mano.

  No negaré que a mí también se me forma una pequeña sonrisa a pesar de las lágrimas caen por mis mejillas, y le devuelvo el saludo.

  Ella no tiene nada que ver. Ella es solo una pequeña.

  Pero duele. Que me parta un rayo justo ahora si no me duele.

  Mamá me mira esperanzada ante mi pequeño gesto con la niña. Papá me mira suplicante porque presiente cuál será mi reacción.

—Lucas... —Mamá da un paso y la pequeña la sigue—, sácame de aquí.

  Él no se opone, de inmediato me toma de la mano y me lleva hacia afuera. En seguida oigo a mí padre llamándome pero lo ignoro.

  Una vez fuera, Lucas me dice que irá a buscar su auto pero el temor de que mamá o papá puedan llegar a mí, me hace recordar que aún tengo las llaves de mi Jeep en la mano.

—No, no vayas por él. Nos iremos en ese Jeep, toma —Atrapa las llaves confundido, pero nos acerca al Jeep sin ninguna objeción.

  Volteo hacia mi casa y la encuentro de pie bajo el umbral de la puerta de entrada, con ojos llorosos, y su pequeña niña tomada de la mano.

  Cierro los ojos sin poder ver la escena por más tiempo y subo al asiento del copiloto. Mi vecino pisa el acelerador a fondo sacándonos de ahí a toda prisa.

El chico de al ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora