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Caer

13 de septiembre de 2027

La casa de los Müller era una amplia vivienda de cinco habitaciones, cinco baños, un estudio de ballet, el laboratorio de Adele y el despacho de Klaus. Cuando los Müller se trasladaron hace años atrás a gran bretaña adquirieron esa propiedad. Sarah consideraba que era una exageración para una familia de tres personas, sobre todo porque ni ella ni sus padres eran de invitar gente a dormir a su casa.

Cuando Sarah era una niña, e iba a Hogwarts, sus mejores amigos eran Emma Nott, James y Josephine Potter, y rara vez los invitaba a su casa. Por lo general era ella la que iba a casa de la señora Nott o de la señora Potter. Y la verdad siempre prefería quedarse sola en casa.

Cuando Sarah comenzó a pasar las vacaciones con sus abuelos, fue la niña más feliz. Fue muy feliz con ellos. Cuando sus abuelos le invitaron a ir a Rusia, aceptó gustosa después de haberlo hablado con sus amigos. Ellos le dieron el impulso para seguir lo que más amaba. La danza de ballet. Sarah Müller no se arrepentía de haber dejado todo atrás para seguir su sueño, y triunfar como lo hacía ahora sobre los escenarios.

Pero desde que sus abuelos habían muerto, Sarah volvía a su casa en Londres, con sus padres. Bueno, con su papá más que con su mamá, que seguía tan obsesionada con traer niños ajenos al mundo, que seguía con sus investigaciones de reproducción. Eso no había cambiado. Lo sorprendente fue que esa mañana Adele estuviera en casa. Sorprendente fue que fuera la medimaga la que llegara al estudio de su hija para llevarle de comer. Sarah agradecía el gesto, pero siempre sospechaba que nada de lo que su madre hiciera, era completamente sincero. Sarah sabía que su madre aun tenia la esperanza de que recapacitara y siguiera estudios en medicina.

Adele Müller jamás había presenciado un espectáculo de su hija, porque siempre tenía algo más importante para la ciencia que hacer. A pesar de su reticencia a que Sarah siguiera siendo bailarina, aun conservaba el estudio en su casa, y había pagado durante la infancia de la chica, cada una de las clases.

Por el contrario, su padre, siempre que podía la acompañaba, aun cuando era pequeña. Cuando creció, fue un poco diferente, porque Klaus también tenia cosas que hacer como medimago y le era difícil viajar a Rusia. Era el director de San Mungo. Pero, al menos una vez al año presenciaba la obra de turno de Sarah. Sarah lo agradecía.

-Traje de comer- Adele estaba allí, recargada en la puerta con una bandeja, mientras Sarah intentaba recuperar la respiración. Debía practicar incluso cuando no estaban de gira. Ella había sido la bailarina principal de la temporada anterior, y ahora, volverían a las pistas en febrero de 2028. Eran las vacaciones más largas de la compañía francesa, porque la temporada anterior estuvieron de gira por Europa. Su madre se adentró en el estudio, y a pesar de todo lo que podría criticar del espacio, terminó sentándose incómodamente entre sus pantalones de tela, en el suelo, junto a su hija.

-Gracias mamá- asintió la rubia de ojos verdes. Una ensalada césar, agua, y un postre. Nada mal, considerando que su desayuno había sido contundente.

-Vengo a hablar contigo- dijo finalmente la rubia mayor. Sarah le prestó atención, mientras comía de la ensalada- quiero que me digas cuando dejarás esto- Sarah le miró con el ceño fruncido- acabas de cumplir 21 años, creo que es tiempo de que des las pruebas para entrar a la academia de medimagia- Sarah dejó de comer y tragó con el agua que su madre había llevado.

-No quiero ser medimaga- dijo finalmente- soy bailarina profesional.

- ¿Te estás escuchando, Sarah? - dijo Adele hoscamente- ser bailarina no es una profesión, s lo más es un hobbie.

-Hemos tenido esta conversación antes. Creí que hace un año había dejado en claro el punto, que esto es lo que quiero hacer- Sarah le miró con el ceño fruncido, toda su rabia estaba brotando- soy bailarina profesional, y no seré medimaga, mamá.